
Un libro que recupera el formato y la estética de las imágenes coleccionables de la infancia para proponer, desde el humor gráfico, una nueva mirada sobre el pasado.
Si algo quedó claro en este año del Bicentenario que ya se termina, en el cual se multiplicaron las exposiciones, muestras e instalaciones que propusieron lecturas que reformulan el relato histórico tradicional, es que siempre hay una manera diferente de ver un mismo hecho. De entre las variedades posibles, el libro Antifichus es una de las más curiosas y entretenidas. Suerte de cruza entre enciclopedia gráfica de nuestra historia y álbum de figuritas descontrolado, Antifichus propone un recorrido visual por un camino que va desde la conquista hasta la actualidad, con un perfil claramente revisionista y contracultural.
El proyecto es un emprendimiento colectivo que agrupa una enorme cantidad de personalidades creativas, no sólo de la Argentina y Latinoamérica, sino también de España y de todo el mundo (y sus alrededores). La iniciativa surgió cuando los hermanos Rapa, Sole y Andrea Carballo –esta última historiadora; los dos primeros diseñadores gráficos–, encontraron en un altillo de su casa una vieja colección de figuritas escolares que ilustraban diversos episodios históricos. El hallazgo trajo la curiosidad: los hermanos Carballo ordenaron y clasificaron las estampas, y notaron que en la línea que ese relato visual proponía algunos huecos extraños. Agujeros históricos muy importantes. A partir de ese logro de arqueología doméstica, comenzaron a imaginar un libro que fuera capaz de iluminar esos puntos ciegos y al mismo tiempo entretener, un déficit que suele arrastrar la narración histórica tradicional. El resultado es un libro que parece reunir en un mismo plano la estética de aquellas figuritas perdidas y reencontradas –deudora de las propuestas de las viejas revistas Billiken y Anteojito–, con un espíritu declaradamente pop en el tratamiento de las imágenes. Una suerte de álbum de figuritas (un antiálbum), intervenido por una pandilla de grafiteros dispuestos a todo con tal de hacer que la verdad al fin sea dicha. Porque al fin “la verdad os hará libres”.
En uno de los tres prólogos con los que cuenta el libro, es el escritor Rodrigo Fresán quien da una idea sumamente cercana del espíritu que anima a Antifichus: “Los muy buenos, los muy malos y los muy feos conviven en este artefacto freak que podría definirse como una bizarra mezcla de Necronomicón de H. P. Lovecraft en versión criolla, enciclopedia Lo sé todo bañada en LSD, perverso álbum de figuritas (algunas dificilísimas en todo sentido).” El objeto de un libro semejante ciertamente es cuestionar, no sólo la Historia, sino la escala de valores vigente en nuestra sociedad, muchas veces más preocupada por integrarse a la vorágine del consumo que proponen las políticas liberales, que en recuperar y reivindicar las culturas ancestrales, los movimientos de masas y una mirada propia del mundo. Una propuesta que se encolumna detrás del espíritu revisionista que han tenido los eventos y espectáculos programados durante todo 2010 para conmemorar el Bicentenario. Entre los artistas más destacados que han colaborado con el material que integra Antifichus se cuentan los artistas gráficos Bianki, Langer, El Niño Rodríguez, Max Cachimba, Adanti y Diego Parés, dentro de una lista integrada por más de 100 nombres.
No por nada Antifichus abre con un fragmento de “El reino del revés”, la popular canción de María Elena Walsh, que es casi una declaración de principios y una definición de lo que propone cada una de sus páginas.
“Me dijeron que en el Reino del Revés / nadie baila con los pies / que un ladrón es vigilante y otro es juez / y que dos y dos son tres.” Una sugerencia que invita al lector a elegir con cuál versión de la Historia prefiere quedarse, cuál está al derecho y cuál al revés.
(Fuente Tiempo Argentino 15/12/2010)