
-Yo leí Harry Potter y me gustó
-¿En serio leíste Harry Potter? Es casi un pecado decir que te gustó.
–Sí, leí todos, tiene imágenes que son alucinantes. Por eso escribí esta canción… los chicos se estuvieron zampando 600 páginas para que después te vengan a decir: “No es literatura”, ¡pero por qué no se van a freír churros! En cuanto a verlo como fenómeno… Te puedo decir que a mí me gusta y me parece una hermosa saga de libros, y me parece que la mina (J.R. Rowling) es crack. Pasa que en los medios en general tienden a ser más visibles los éxitos, se autorreproducen en cuanto a lo que es noticia y eso es lo que los convierte en fenómenos, es la dinámica de los medios, es un fenómeno del set de fenómenos de la prensa. No es que lo minimice como fenómeno, pero creo que es el libro, la historia es buena… Es muy raro lo que pasa, resulta que queremos cosas que sean buenas, pero cuando eso que es bueno empieza a ser bueno para muchos, resulta entonces que es malo.
Quien dice esto es Luis María Pescetti, el mismo que después de transitar muchos años en escuelas, enseñando música, se decidió por la carrera de escritor. Es autor de varios éxitos infantiles: El pulpo está crudo, Caperucita Roja tal como se la contaron a Jorge, Historias de los señores Moc y Poc, Natacha, Nadie te creería, Frin, y hace unos meses sacó a la calle su nuevo libro Cartas al rey de la cabina.
Pero sus inquietudes no quedan en las letras, también grabó seis discos con canciones y chistes para chicos: Vampiro negro, Casette pirata, Bocasucia, Inútil insistir y Qué público de porquería, que era además uno de sus espectáculos en vivo.
Pescetti tiene un blog (www.luispescetti.com), donde periódicamente sube canciones, adelanta textos o fragmentos de sus propios cuentos y se comunica con sus lectores. “No tengo una cuestión compulsiva por la escritura, hace tres meses terminé con este libro y compuse canciones, di muchas charlas, traté de salir porque la escritura te encierra un poco. Hay quienes manejan mejor los momentos de no creación. Yo no me llevo bien con los momentos de no hacer”, cuenta Pescetti mientras anuncia que está en su etapa investigativa, y por eso recorre algunas escuelas para charlar con los chicos. “Lo hago para aprender que las ideas brotan solas de la investigación, lo de la página en blanco es más o menos un mito. Uno no escribe desde la página en blanco: o tenés una idea y querés desarrollarla, o tenés una intuición emocional y querés escarbar por ahí. Lo de la página en blanco es cuando uno quiere o necesita, porque escribir se parece a conversar. Entonces hay veces que no podés estar hablando ‘al cuete’. Hay momentos en los que es mejor callarse”, sentencia.
–¿A veces es mejor no escribir?
–Y a veces pasa que uno no avanza, terquea. Una vez García Márquez me comentó algo a lo que después le encontré razón, que para escribir hay que tener disciplina de boxeador, pero no para sentarse sino para levantarse. Todos los días hay que dejar de escribir antes de agotar el impulso, para al otro día encontrarlo.
–¿Por qué la literatura infantil?
–Era maestro de música en una escuela, y trabajar con chicos te da tantas anécdotas... Están de la nuca los chicos. Por un parte eso, y además la literatura infantil era más posible que la literatura para adultos, era un espacio más abierto. Es un lugar cómodo, el ambiente es menos tóxico que el que en estos momentos tiene un intelectual para adultos, es más amable y de una gran vitalidad. En los chicos la vitalidad es bienvenida, y forma parte de todo lo que hagas, porque si se aburren los perdés.
–¿Te molesta la literatura infantil como categoría?
–No, mientras no sea un diminutivo… Hay un tipo de literatura juvenil en que los conflictos que tocan tienen que ser infantiles y juveniles. Y aquellos a quien va dirigida esa literatura no les queda otra que recibir esa categoría. Prefiero eso a “para niños”, porque uno es niño de tal edad a tal edad, y después crecés y querés seguir leyendo, pero ya no podés porque es “para niños”.
–Además es un ámbito en el que te sentís cómodo.
–Me siento muy cómodo con la tribu “niño”: familia, público de la literatura infantil, compañeros de la literatura infantil, esa tribu es adorable. La otra a veces pone el micrófono como más torcido… A veces vas a la mesa de intelectuales que hablan con el micrófono torcido para un costado, como con un desdén… Yo siempre pienso: “acomodá el micrófono, ¿qué te cuesta?, ¿No vinimos acá arriba a mostrar las plumas? Y bueno, ¡mostralas!”
–¿Extrañás la docencia?
–Extraño el compartir con los chicos de una manera más cotidiana. Quizá lo que debería hacer es organizar encuentros mensuales. Pero la práctica sistemática de la docencia no la extraño. Comencé a escribir en la época de la hiperinflación, y era durísimo. Me acuerdo de ir a comprar 100 de paleta y 100 de queso al almacén de la vuelta y escuchar al almacenero que te decía: “no, esto no da más, yo me voy a Italia”. Era un momento muy duro de la Argentina, y como maestro de escuela pública estás atajando todos los pelotazos de las vidas de los chicos, de su familia. Yo también estaba muy golpeado con lo que te tocaba vivir como docente. En ese momento fue un alivio dejar las aulas.
–¿Sigue siendo un lugar difícil la docencia?
–Sí. A los maestros hoy les toca una parte dificilísima. Hay una metáfora muy buena en Harry Potter, y es cuando Harry se mira en el espejo, y es un espejo que te devuelve la imagen que más deseás, y en un momento Dumbledore le dice: “Todo bien, pero ojo porque se te puede pasar la vida acá y la vida no está en este espejo”. A mí eso me pareció una gran metáfora sobre las adicciones. O de lo que pasa con las redes sociales y los riesgos que eso tiene. Es que nuestro cerebro, nuestra psicología no está preparada para eso, está preparado para conocer a alguien, tener una comunicación, mantener esa comunicación, pasar un tiempo, volver a ver a la persona, ver qué se genera. Pero con Internet, cada click es como un premio, cada contacto nuevo es como un terrón de azúcar, cada mensaje en tu muro es como una mosca dando vueltas alrededor de la luz. Entonces uno todo el tiempo hace click para ver quién te dejó un mensaje, si hay un evento nuevo, y … nuestra psicología no está preparada para este bombardeo de estímulo y, a su vez, ¿cómo se hace para mostrárselo a los chicos? O mejor dicho, para mostrar que está bueno darle un sentido.
–¿Cómo te parece a vos que hay que tratar estas cosas?
–Creo que a los chicos hay que cuidarlos, hay que enseñarles, no creo que funcione con viejas maneras de enseñar. Hoy los chicos están expuestos a una gran industria del entretenimiento y son generadores de muchos contenidos, entonces no podés llegarles sólo con un valor, porque ética no es estrategia. Un valor no es vitamina C que te va a hacer bien en cualquier formato que la tomes, que te va a ayudar a las defensas X. No, la complejidad de la cultura hace que vos lo tengas que presentar de cierta manera para que vos lo entiendas bien, sea creíble, lo sientas como propio y lo transmitas. A los chicos hay que cuidarlos, hay que bajarles línea y decirles, “esto sí”, “esto no”, “esto ahora no porque sos chico, más adelante tal vez…”
–¿Cómo ves esto de que los chicos tienen que leer?
–Me lo tomo muy en serio. La verdad, es una perogrullada, pero se enriquece mucho la vida del niño. Uno no puede vivir tantas vidas, y por eso está bueno nutrirse de lectura para vivir otras. A raíz de charlar con una mamá, me saltó que si hay hedonismo, placer, goce, es sobre un contenido muy superficial, y si hay hondura y sensibilidad es más bien la narración de un personaje tortuoso. A los chicos les falta el modelo de una aventura que sea sana, gozosa, alegre, no culposa. Por eso a mí me dan ganas de escribir. Lo que quiero decirle a los chicos es: “che mirá, está la combinación de las dos cosas juntas, uno puede ser comprometido en la vida y tener una vida gozosa.” Uno abraza los compromisos por amor a la vida, no por sacarse la vida de encima. Nos falta un espíritu más festivo y más vital. Me preocupa mucho transmitir que ética no es estrategia, y que en este país muchas veces confundimos eso. Yo les diría a los chicos, “a mí me importa cuidarlos, que se cuiden y que no se expongan”. Repasemos la estrategia porque si no, van a exponerse como carne de cañón.
(Entrevistó Maby Sosa - Tiempo argentino 15/01/2011)