
–En los últimos días se desató una polémica, en el ámbito intelectual y cultural nacional, acerca de la presencia de Mario Vargas Llosa en la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires, ¿cuál es tu mirada al respecto?
–Creo que, en todos los planos de la vida, las prohibiciones prestigian lo que prohíben. A este señor no hay que hacerle el favor de atacarlo ni de tirarle huevos podridos porque, probablemente, es lo que más le conviene. La mejor publicidad que puede tener algo o alguien, un producto o una persona, lo que sea, es la prohibición. Los ejemplos históricos abundan. La ley seca fue el origen de la fortuna de Al Capone. Recuerdo, en mi caso, lo que paso con Las venas abiertas de América Latina. Apenas se publicó, nadie le hizo caso, ni mi familia lo leyó (risas). Hasta que las dictaduras militares lo prohibieron y, a partir de ese momento, súbitamente el libro empezó a ser interesante, y eso ocurrió como un año y pico luego de salir la primera edición.
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–¿Cuál es tu balance de lo que viene siendo la presidencia de Pepe Mujica en Uruguay?
–El balance es positivo, sin duda. Pero Uruguay está teniendo la contradicción que más me preocupa y que se encuentra en todos estos gobiernos con ganas de cambiar la Historia. Es la contradicción entre búsqueda de más justicia social y la causa ecológica. Les cuesta reconocer que los derechos de la naturaleza y los Derechos Humanos son dos nombres de la misma dignidad. Entonces, uno se encuentra con gobiernos que están aliviando la pobreza pero, por otro lado, siguen incurriendo en el tradicional pecado latinoamericano de entregar sus recursos a cambio de nada. En Uruguay, el gobierno de izquierda sigue recibiendo, como si emanaran del cielo, a las plantas de celulosa que arrasan la tierra, que envenenan el aire y te secan el agua. Eso es pan para hoy y hambre para mañana. Es algo que debe cambiarse en toda la región. Por suerte, ahora, países como Bolivia y Ecuador establecieron constitucionalmente que la naturaleza tiene derechos.
–¿Cómo analizás lo que está ocurriendo en Medio Oriente y en el norte de África actualmente? ¿Cuál es la responsabilidad de Occidente en esos acontecimientos?
–Es una sorpresa muy estimulante. Me parece estupendo ese reguero de fuego tan contagioso, que no hay quien lo pare. Nació de la paliza que recibió un vendedor ambulante de frutas y verduras en las calles de Túnez y se convirtió en un fuego popular que está quemando las estructuras de poder de un mundo muy despótico, enemigo de la libertad. Es un incendio emancipador que lleva adelante la gente que se hartó de ser nadie. Es una manera de decir que tienen derechos, que existen y que quieren terminar con esos regímenes absolutistas, absurdos. Dictaduras mimadas por los Estados Unidos y Europa por su riqueza petrolera.
–¿Cuáles son los mayores desafíos que atraviesa la izquierda contemporánea?
–La izquierda debe revitalizarse en la diversidad. Dejar atrás definitivamente los dogmas, la verdad única, los fundamentalismos y abrirse a la diversidad de la realidad. En eso me parece que se avanzó mucho. Se diluyeron ideas ridículas como aquella que sostenía que las mujeres se iban a liberar automáticamente cuando la clase obrera tomara el poder. Es una idea que ya no defiende nadie porque está claro que las mujeres se defienden por su cuenta. Otro dogma insostenible era el que profesaba que la única respuesta ante la omnipotencia del mercado era la omnipotencia del Estado. Esto derivó en la burocratización total de esos países. Por suerte, la Historia no dice adiós, dice hasta luego, y las experiencias resucitan y se transfiguran.
(Entrevistó Tomás Forster - Tiempo Agentino - Ed. 6/03/2011)