Santiago Varela es narrador y hoy está a cargo de distintos espacios de humor en la radio. Sin embargo lleva entre sus pergaminos, uno que siempre se lo menciona: fue libretista de Tato Bores.
Aunque confiesa su predilección por un humor “absurdo,
porteño y reo”, el escritor y guionista da muestras de un amplio criterio
selectivo como compilador del segundo tomo de la antología 200 Años de humor
escrito argentino, que recoge textos publicados en revistas, diarios y libros
en los últimos 55 años.
Este libro de reciente aparición completa la muestra
iniciada con el tomo I de la obra que, con el mismo título se publicó en 2010,
ambos volúmenes editados por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
Si aquel primer tomo, también responsabilidad de Varela,
recogía textos publicados en el siglo XIX de autores disímiles –entre ellos
Fray Mocho, Juan Cruz Varela y Juan B. Alberdi- y otros del XX –como Leopoldo
Marechal, Álvaro Yunque y Souza Reilly- este segundo volumen completa el
panorama con textos publicados entre 1950 y 2010.
Varela subraya una rica tradición de
humor escrito en la Argentina que arranca, según cuenta en una entrevista periodística, en 1801
"con el Telégrafo Mercantil y sigue con publicaciones como El Mosquito de
1863".
Tras mencionar a Fray Mocho como uno de los maestros del
género, el escritor habla de su gusto por un “humor un poco absurdo, porteño y
reo” y cita entre sus autores preferidos a Last Reason (“su lunfardo me dio
vuelta la cabeza”), Conrado Nalé Roxlo, César Bruto, Isidoro Blaisten, Carlos
del Peral, Jordán de la Cazuela, Wimpi, Girondo y Fontanarrosa.
Colaborador de publicaciones varias, Varela recuerda su paso
por la revista Humor, que llegó a tirar 300.000 ejemplares y ejerció una
crítica mordaz frente a la dictadura militar, que abrió espacios obturados por
la censura y el miedo: “Aunque la censura nos obligara a encriptar el humor
político o a usar códigos, los lectores lo sentían como un acto de rebeldía. Ir
con la revista en la mano ya tenía un significado”.
“...el humor argentino está muy apegado a la ironía y la
parodia, como lo demuestra su impronta en obras de autores ‘serios’...” En el
convencimiento de que “el humor argentino está muy apegado a la ironía y la
parodia, como lo demuestra su impronta en obras de autores ‘serios’”, el
compilador armó sus libros tras peinar un amplio registro de géneros diversos
que van de la novela al ensayo, del aforismo a la poesía y de la estampa al
micro-cuento.
El tomo II de “200 Años de Humor Escrito Argentino”, incluye
trabajos de 25 autores, entre los que destacan Fontanarrosa (su imperdible
intervención en el Congreso de la Lengua Española), Carlos Abrevaya, Ácido
Nítrico (Norberto Firpo), Copi (Raúl Damonte Taborda), Alejandro Dolina,
Kalondi (Héctor Compaired), Calé (Alejandro del Prad) y Landrú (Juan Carlos
Colombres).
Varela cuenta que en su infancia fue un voraz lector de
Patoruzú y RicoTipo: “Sobre todo de ésta última, por su galería de personajes,
Avivato, Fúlmine, Amarroto, Langostino”, y luego de Tía Vicenta (“gané un
concurso de cuentos convocado en sus páginas”) y Hortensia”.
Su formación abarca además programas de radio –“recuerdo a
Wimpi, a Juan Carlos Mesa, ¡un genio!”, películas (de “Los 5 Grandes del Buen
Humor, Catita, Pepe Iglesias”), y autores extranjeros: “Leí mucho a Willy
Cuppy, Richard Armour, George Mikes, Jonathan Swift, Woody Allen, Groucho Marx,
Pierre Daninos, Cami, Perich...", detalla.
200 años de humor escrito argentino recoge textos de humor
datados en diferentes décadas, lo que supone cambios en el modo de ejercitar el
género: “Creo que son los cambios en la forma de escribir, sobre todo en el
periodismo. El ritmo se hace más intenso, se hace más directo. Los textos
suelen ser más breves”, apunta Varela.
El recorrido
cronológico del libro incluye textos aparecidos en los años 50 así como de
autores más recientes, entre éstos Ana Von Ana Rebeur y Rudy (Marcelo Radaeff):
“Hacer una antología con una extensión definida es dejar gente afuera
injustamente. Hay mucha gente joven haciendo humor, algunos que ni siquiera han
editado un libro, pero que se pueden leer por internet”.
Sobre los espacios con que cuentan hoy en los medios
gráficos y audiovisuales, Varela señala:
“Hay menos que antes. En el medio audiovisual los escritores solemos ser
guionistas; se prefiere contratar a ‘cantautores’ (actores que escriben sus
propios guiones). Y pretender que alguien memorice un guión en televisión
–salvo en las series- es imposible”.
"Medios gráficos casi no hay. A la revista Barcelona se
le sumó ahora La Clínica del Dr. Cureta, que aún no tiene financiación firme.
Internet es un lugar donde muchos humoristas dan a conocer sus cosas, algunas
muy buenas. En radio suele haber más espacio. Libros de humor, salvo las
reediciones del ‘Negro’ Fontanarrosa, no veo mucho”, agrega Varela.
Hace unos años en otro libro sobre el tema, Ahora, el Humor
editado también por el Instituto Movilizador del Fondo Cooperativo, el
dibujante Andrés Cascioli señalaba la diferencia entre un humor con límites y
con un tamiz intelectual, distante del actual, de signo violento; en esa
dirección también Rudy afirmaba rechazar
“el humor de la cargada”.
En relación al debate sobre la supuesta existencia de un
amor sutil y otro agresivo, más en boga hoy día, Varela asegura: “Siempre
diferencié entre el humor que se apoya en ‘gastar’ al otro, y un humor que se
basa en ‘hacerlo’ con el otro. Yo no lo hago a costa del otro, sino que lo hago
‘con’ el otro, de manera que ambos podamos divertirnos”.