De la “palabra justa” a la búsqueda de nuestras propias palabras
La obra poética del escritor santafesino Francisco “Paco”
Urondo ha dejado como uno de sus fundamentales aportes al sistema literario
argentino es el de ser “un documento de nuestras vidas”, más allá de que cierta
parte de su producción no sea considerada relevante y se focalicen los análisis
teóricos más en sus desaciertos
literarios que en sus logros.
¿Porqué decir entonces que Urondo ha hecho un gran aporte a
nuestras letras? El motivo es porque no siempre lo importante del análisis es
observar la novedad de la puesta en manifiesto del lenguaje de un poeta, ni
resulta lo más provechoso, como en este caso puntual donde es imposible dejar
de pensar en un poeta íntimo que desde su subjetividad dejó testimonio de lo
público, de lo social y de las señas de identidad de una juventud llena de
voluntad.
Así como otros poetas, podríamos citar a Gelman, desde la
obra de Urondo se leen los temas que irrumpen en un período histórico argentino
y que poseen características nunca antes vividas por nosotros. Las tematizaciones
que desde sus poemas operan en nuestro conocimiento dejan huella y hablan en un
nuevo lenguaje de nuevas maneras de operar desde el poder sobre la “juventud
revolucionaria” de las décadas del 70 del siglo pasado en nuestro país y sobre
todo el cuerpo social: ya no hablamos de fusilados o encarcelados, a partir de
ahora en la Argentina hablamos de desaparecidos y de robo y usurpación de
identidades, hablamos de exterminio de una generación completa hablamos de
planes sistemáticos, de “proceso de reorganización” y los versos de Urondo
anticipan este nuevo discurso.
¿De qué temas hablamos? Siguiendo con la ayuda que nos
brindan los poemas de Juan Gelman de los vuelos de la muerte que se eternizan
en su “Sí dulcemente” y en que en Urondo aparecen como una revisión
introspectiva de su lugar en la lucha social, como militante y como poeta y la
búsqueda de la “palabra justa” para nombrar tanta injusticia.
Pero no queda tan solo en esto la novedad, “Paco “ Urondo
revisa el lugar de la dirigencia de las organizaciones guerrilleras, de la
conducción que juzgaba y condenaba desde la moral ”revolucionaria”, de los que
se iban, de los que no se comprometían con la realidad social y miraban para
otro lado pero fundamentalmente nos deja a quienes no vivimos ese momento
histórico los pensamientos críticos de un joven militante, de un joven poeta,
de un periodista de oportunidad que como
la mayoría de la juventud debía tomar partido porque no era posible no hacerlo
aunque la elección fuera negar la realidad y esconder la cabeza bajo tierra
para no saber.
No fue lo que Francisco Urondo hizo y así lo dicen sus
versos:
“ algunos prefieren quedarse al margen
y otros admiten la abyección
y todos
los volubles y los mártires
caen
sufren
miran sin remedio ese orden ajeno
ese tiempo raro
sin vuelcos
sus
caprichos
el derrumbe de los ídolos
que su propio resplandor pudo
imponer”.
Es revelador leer estos versos y pensar en la experiencia de
los “70” y comenzar a descifrar sus signos desde la lejanía histórica, ese es
el aporte fundamental, el de haber dejado testimonio, de la urgencia de dejar
de ser uno para ser todos, nuevamente el dilema de lo privado e íntimo que se
desvanece y se vuelve lo público y lo colectivo, experiencia que en la
actualidad no podemos nombrar con ejemplos.
De Urondo quedan su vida y su historia que se cuenta y se
repite, la lucha armada como elección y su muerte que nos revela un ser que ha
decidido tomar su vida a su entera conciencia y hasta su muerte es su elección,
pero de Urondo nos quedan las palabras y en “Trampa” dice así:
“Si
el criterio que impera en
nuestros tiempos supone esta pobreza,
esta idea maula de la normalidad, al menos
convengamos que todo es anormal, que un estado
de
cosas rechazables, es decir, una anormalidad; es más: hay
que
organizarse rigurosamente para conformar esa
nueva anormalidad que nos espera con los brazos abiertos
para no caerse, como un chico
que
corre hacia nosotros por primera vez”.
Esta es la novedad literaria de Francisco Urondo, sus
palabras que nombran los dolores de una época y refieren a las decisiones
urgentes que el país tomó y hoy vuelven en la lectura de sus versos como
nuestras ceremonias pendientes.
Autora: Alejandra Boch, para revista "eh! Agenda Urbana"