El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) presenta
la definición mostrada más arriba de la palabra virtual, que viene haciendo una
carrera tan exitosa desde la explosión del auge de las computadoras y de
internet.
El vocablo fue adoptado en el terreno de la informática
pensando en su primera acepción y también en la tercera, usada en la Física,
más precisamente en la Óptica, para referirse a algo "que tiene existencia
aparente y no real" y en la Mecánica para definir el concepto de "velocidad
virtual".
En las lentes convergentes, por ejemplo, los rayos
provenientes de un objeto cualquiera convergen hacia un punto en el cual se
forma una imagen de ese objeto. Es el principio utilizado en las cámaras
fotográficas, en las cuales los rayos provenientes del objeto fotografiado
convergen y forman una imagen real e invertida de ese objeto sobre la
superficie sensible.
En el caso de las lentes divergentes esto no ocurre, los
rayos divergen y no se forma ninguna imagen real. Sin embargo, los ópticos encontraron
conveniente para algunos de sus cálculos considerar la idea de que a partir de
que a partir de un determinado punto, las prolongaciones de los rayos
divergentes convergen hacia un punto anterior al lente, donde se formaría una
imagen que no existe más que en el cálculo matemático, una imagen virtual.
En la analogía creada en el mundo de las computadoras,
cuando se habla de una "reunión" de personas que se encuentran en
lugares distantes, pero que se comunican entre sí mediante cámaras de televisión,
parece adecuado que se hable de reunión virtual. Y cuando queremos referirnos a
uno de esos sitios de la internet en los que se ofrecen mercaderías que podemos
adquirir sin levantarnos de nuestra silla, enviando por la computadora el
número de nuestra tarjeta de crédito, parece perfectamente correcto que se
hable de tienda virtual.
Tampoco cabe disentir de la expresión realidad virtual, que
designa el efecto producido por programas informáticos que suministran al
usuario estímulos visuales, auditivos e incluso táctiles que le dan la
sensación de vivir en una realidad diferente, como ocurre en los simuladores de
vuelo o en algunos programas para arquitectos que permiten visitar una casa que
está a la venta desde su propia computadora. Se trata de artificios que nos
permiten dirigir aviones que no existen o visitar casas que no están allí. No
son reales, son virtuales, como nos indica la definición del diccionario.
Sin embargo, muchos usuarios de computadoras que no saben de
dónde proviene este término ni por qué se lo usa al hablar de reuniones, de
tiendas o de otras entidades virtuales, han adoptado este adjetivo para
referirse incorrectamente a todo lo que tenga que ver con informática o con la
Internet.
Hace algunos días, un amigo que acababa de comprarse unos
libros a través de la Red me comentó que había hecho "unas compras
virtuales". Aunque las hubiera hecho vía Internet, sus adquisiciones no
tenían nada de virtual, eran bien reales, como mostraban los gruesos y pesados
volúmenes que mi amigo se disponía a leer.
Millones de personas hoy hacen amigos a través de sus
conexiones electrónicas, pero no importa cuál haya sido la forma de establecer
estas relaciones se trata siempre de personas reales, con pasiones y
sentimientos, no son amigos virtuales, como muchos suelen decir.
Una amiga que se pasa muchas horas por día sentada ante su
computadora suele quejarse de que tanto tiempo virtual no le deja un momento libre
para, por ejemplo, leer un libro. No creo que haya sido un consuelo, pero tuve
que explicarle que el tiempo que se pasa sentada ante su computadora es bien
real.
Todavía no he podido entender qué son las comunicaciones
virtuales ni por qué son llamadas de esa manera. Cuando enviamos por la
Internet un mensaje, éste no tiene nada de virtual; por más que circule por un
cable o por el espacio en forma de bits es una comunicación bien real y
perfectamente de acuerdo con la definición de comunicación, pues alguien va a
leerla en el algún lugar. Si quisiéramos comunicarnos en forma virtual no
podríamos hacerlo, pues cada vez que una señal de cualquier tipo es trasmitida
entre dos personas se establece una comunicación real.
Resumiendo, debemos tener en cuenta que si un fenómeno se
refiere a los números dígitos, del uno al diez, o a los instrumentos que
cuentan estos números podemos calificarlo como digital, pero no siempre como
virtual. Y si un fenómeno ocurre merced al uso de la tecnología electrónica, podremos
calificarlo como electrónico, pero no siempre como digital ni como virtual.
Ricardo Soca
(elcastellano.org)