
Eran revistas subterráneas, alternativas o underground que
constituyeron un movimiento espontáneo de editores y periodistas por fuera del
circuito comercial. Parafraseando a Gieco, fue en momentos cuando se callaron
los grandes medios y “el fútbol se lo comió todo…”
Con muy poco dinero, pero con mucha plasticola, tijeras y
letraset, imprimiendo masters, “picando esténciles” o fotocopiando, así fueron
abriéndose camino en medio de la censura instalada a partir del ’76 en nuestro
país.
Sin filiación política, estas revistas no fueron producto de
ninguna estrategia organizada o “contraofensiva guerrillera”. Surgieron casi
como una actitud de vida ante tanta muerte.
Las revistas subterráneas no tenían una tirada mayor a los
500 ejemplares, y eso era mucho decir, pero sumadas todas ellas fueron un
verdadero fenómeno “contracultural” que fue abriéndose camino entre las fisuras
del silenciamiento. Casi sin publicidad y vendiéndose al costo o un poco más, a
riesgo de ser consideradas como material subversivo, lograron conformar un
circuito de distribución alternativo. En Buenos Aires, los kioscos de avenida
Corrientes las colgaban junto a las “comerciales” Siete Días y Gente.
Circulaban en los recitales de rock y en los parques Rivadavia o Centenario.
Algunos de sus nombres: El Hemofílico, Antimitomanía, El Perof, Todos en el
Hospicio, Econauta, Último Reino, Kosmos, Metamorfosis, Mamut, Alquitrán, Smog
y Ubicuo.
Las revistas under fueron también una respuesta
generacional, los directores y colaboradores de estas nuevas publicaciones eran
adolescentes o despuntaban sus dieciocho años. No fue un fenómeno urbano de
Capital Federal, brotaban en todos los rincones: desde Caleta Olivia (Chubut)
con Viento, hasta el Chaco con su Ángel Subterráneo, o Simplemente en la docta
cordobesa.
En la ciudad de Santa Fe, también florecieron estas
propuestas de editores sin saco ni corbata:
Mensaje fue al principio un par de hojitas que invitaba a
publicar poesías que recopilaban Susana Recine y Ricardo Tersse. El primer
ejemplar se distribuyó en un festival de música popular que se realizó en la
plaza de Guadalupe, en verano del 76, el último regalo de la democracia antes
del golpe, allí tocaron Crucis, Moris y Charly García.
A poco de andar, Mensaje fue tomando forma de revista con
artículos, entrevistas y crítica de música. Alrededor de ella fue conformándose
un movimiento de gente con inquietudes artísticas: futuros músicos, actores,
poetas, periodistas, escritores, ecologistas, cineastas… Luego de Mensaje, que
ya se definía como “periódico de arte”, vino Pleamar que no superó el fatídico
Año I, Nº 1, a pesar de “que la pleamar del cosmos está (ba) aguardando nuestra
mutación” como escribía Jorge Cappato en su editorial. De esa experiencia
frustrada surge Invisible con Roberto Aguirre Molina y Omar Pogliani, tal vez
la más sólida en cuanto a propuesta y continuidad..
También forman parte de esta experinecia local: Babelonia,
de Daniel Rafalovich y Edgardo Langhi, anunciada como propuesta a través de
volantes en una función de Cineclub. Sus amigos les aconsejaron que no la
sacaran porque era riesgoso hacerlo en tiempos de la dictadura. Luego Langhi y
Horacio Banegas publicarían Peldaño.
Viscervical, de Chino Martinuzzi se atrevió a publicar el
poema “Aullido” de Allen Ginsberg, sobrevivió tres números, hasta que la
imprenta se negó a seguir imprimiéndola por miedo a la represión que casi
siempre llegaba sin aviso y con bomba.
Algunas nunca llegaron a editarse, fue el caso de Interrock
que luego cambió por Algo. Allí Álvaro Costa buscaba suprimir las haches, las
mayúsculas y otras tantas provocaciones a las normas. Quienes participaron de
este intento tuvieron que borrar entrevistas porque habían sido grabadas unos
meses antes del golpe, los entrevistados no se animaban a que fueran publicados
sus dichos. Al final la imprenta que iba a imprimirla fue allanada, les robaron
las máquinas y detuvieron a su dueño.
Eran tiempos de resistencia y rock. Fueron actos de heroísmo
urbano, motivados en las ganas de escribir y encontrar coetáneos con deseos de
no claudicar en ese intento.
Al decir de un editor under de aquel entonces, las subtes
tuvieron su razón de ser porque hubo “escritores sin papel, poetas postergados
y músicos sin salas”.
Un país subterráneo que quería emerger.
Daniel Dussex - (Director de la revista "eh! Agenda
Urbana")