
"Somos muchos los que durante este gobierno hemos
denunciado graves violaciones de nuestra Carta Magna, y el correlativo
desmantelamiento de nuestro patrimonio económico. Y que lo seguiremos haciendo
cada vez que sea necesario. Pero el problema de las Malvinas está por encima de
cualquier discrepancia de política interior, es algo que todos los argentinos
han sentido entrañablemente desde que Inglaterra usurpó las islas por la
fuerza; su recuperación es un sueño que desde entonces han soñado todos los
hombres y mujeres de nuestra tierra. Por eso debemos rechazar el burdo sofisma
enunciado por el ministro británico de la defensa; esto no es una lucha de una
democracia contra una dictadura militar, como ha dicho: es la lucha de un
imperio contra un pueblo entero, que comprende a los trabajadores castigados
brutalmente por la policía pocos días antes de manifestarse en defensa de la
soberanía nacional. Tal es su generosidad y su honda vocación anticolonialista.
En otros tiempos, claro, esa potencia, para levantar su
imperio, usó otros sofismas, según el momento y las conveniencias; y en otras
ocasiones ni siquiera los utilizó, recurriendo a la fuerza más brutal para
alcanzar sus objetivos; que hablen si no los pueblos que subyugó y oprimió en
cinco continentes, con la ayuda de esa armada que ahora se nos viene invocando
la Libertad. Esta gruesa hipocresía la comparten los socios del Mercado Común,
pues casi todos ellos tienen las manos tintas en la sangre de las colonias, casi
todos atropellaron a los más débiles por motivos suciamente mercantiles; y
bastaría recordar el solo ejemplo de las sádicas atrocidades perpetradas por
Bélgica en el Congo, no denunciadas por comunistas sino por sacerdotes belgas
que las presenciaron con horror, sin poderlas detener.
Nunca es honrosa la esclavitud, pero mucho menos cuando se
la acepta por temor a las represalias. Casi ciento cincuenta años de usurpación
y veinte de infructuosas negociaciones para reivindicar claros derechos ante la
desdeñosa altanería de los invasores podrían haber colmado la paciencia del
país más pacifista. Pero, ¿con qué derecho nos viene a hablar de orden jurídico
un imperio que en su turbia historia no hizo más que violarlo? Somos un país
amante del derecho y profundamente pacifista, deseamos fervientemente una
solución pacífica y, para lograrlo justicieramente, apelamos a la conciencia de
los pueblos de todo el mundo, que deben comprender que ésta no ha sido una
violación de un orden jurídico internacional sino la justa respuesta a quienes
en otro tiempo lo violaron. Deberían también comprender que esto ha sido el
resultado de una vieja pasión por la soberanía contra cualquier imperio, la
misma que en 1806 y 1807 echó con viejas armas de fuego y con aceite hirviendo
a las tropas de élite del Imperio Británico; la misma que en 1810 comenzó la
liberación del dominio español, para luego extenderla a medio continente.
Este momento histórico muestra qué clarividentes fueron las
ideas de nuestros fundadores, y en particular las de San Martín y Bolívar, al
propugnar una Patria Grande que pudiera hacernos respetar ante el mundo de los
poderosos. Más ahora que nunca, evitando luchas fratricidas, debemos comprender
que sólo una confederación latinoamericana puede preservamos con honor de la
lucha que mantienen las dos superpotencias por la hegemonía planetaria.
Y ojalá esta histórica circunstancia nos muestre que la
soberanía es hija de la libertad, y que no sólo se ejerce hacia fuera de las
fronteras sino hacia el seno mismo de la patria, donde únicamente puede
alcanzarse mediante los derechos capitales que sabiamente fueron establecidos
en nuestra Constitución por hombres que quisieron nuestra grandeza hacia fuera
y hacia dentro."