Sólo un recital tan demoledor como el brindado por el Indio
Solari y los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, podía estar a la altura
de la conmovedora misa que los feligreses supimos conseguir en Mendoza.
Por Juan Ciucci
Si antes de que esto comience, o al menos su música, es todo
ya una fiesta popular descomunal, con serias dificultades de emparentarla con
cualquier otra. Si es tan única esta nueva misa, que puede continuar un rito
del que es fiel heredera, pero marcando diferencias. ¿Qué recital debería poder
acompañar ésta ceremonia? Si va a salir a la cancha con el partido definido, es
tanto el amor que se le profesa que todo está de antemano perdonado. Con
cumplir, esto sería una fiesta.
Pero sucede que salen el Indio y los Fundamentalistas del
Aire Acondicionado y se despachan un recital memorable, con una notable lista
para recorrer juntos el camino que nos trajo hasta aquí. Sería difícil pensar
en qué otra banda puede en la actualidad brindar un show como este. Teniendo
tanto por defraudar, el Indio paga con creces.
El predio elegido superó muchas expectativas: un inmenso
espacio donde todos podíamos entrar, y con una puesta que permitía a todos
disfrutarlo. Y ese todos éramos muchos: la cantidad de micros estacionados
impresionaba y nos preparaba para una salida tortuosa. La feria que se organiza
en la previa tenía hasta bandas sonando en vivo, amenizando la espera de los
que hace rato sufrían el clima hostil que acompañó las jornadas. La pantalla
devolvía una multitud que nos impresionaba a los que la componíamos, en un
horizonte de cabezas interminable. “Somos una ciudad”, dirá al verla el Indio,
recordando que los más de 120000 presentes empardaban los de la localidad que
nos albergaba. La lejanía del autodromo permitió una convivencia ideal, que va
a hacer extrañar este escenario en futuras presentaciones.
Ese pueblo nómada que hace años viene conformándose transita
horas heroicas, de profunda hermandad y solidaridad. Nada queda de aquellas
jornadas tensas, con virtuales conflictos prontos a desatarse. La ausencia
mayoritaria de policía colabora con la convivencia, y las bandas profesamos el
cariño que nos une. Cada micro es una pequeña célula de la comunidad, y esa
camaradería se manifiesta en cada detalle. Las diversas generaciones que la
componen logran una armonía que antes costaba sostener. El pogo más grande del
mundo no se cobra víctimas: quien cae es inmediatamente socorrido, si alguien
está por perder sus zapatillas puede intentar (inútilmente) evitarlo, quien
quiera salir encontrará manos solidarias que le construyan un pasillo, aquel
que tenga algo para compartir, lo hará. Es simplemente un placer ser parte de
este rito.
Luego de todo esto que uno no se cansa de apreciar, debemos
hablar del recital, de La hija del fletero, Pituca (casi un tango, dirá
Solari), Gualicho, Todo preso es político, To beef or not to beef, Divina TV Führer, El pibe de los astilleros,
Jijiji, Luzbelito y las sirenas, Un ángel para tu soledad, El templo de Momo,
La murga de la virgencita, El tesoro de los inocentes, Rock para el Negro
Atila....
El sonido de la banda destroza los abúlicos parámetros del
rock actual, con una formación sólida que sabe cómo acompañar al Indio. Las
versiones de los clásicos están a la altura de las mejores que de ellas
recordamos. Y allí, este viejito, sigue demostrando que tiene cuerda para rato.
Que Patricio Rey está, nuevamente, entre nosotros. Y que los fieles pedimos
misas, hasta en la Luna.
(Fuente APU)
VIDEO: EL POGO MÁS GRANDE DE LA HISTORIA
Uno de los momentos más esperado de cada recital del Indio
Solari (y antes de Los Redondos) es la llegada del tema "Jijiji" y el
famoso pogo que desata la euforia colectiva de miles de personas. La noche de
Mendoza no fue la excepción.