Un comunista en calzoncillos, último libro de Claudia Piñeiro
autobiográfico y personalísimo acerca del edipo con su padre, es también la
mirada de una niña de diez años sobre su familia y el entorno en un suburbio de
Buenos Aires en el año previo y hasta poco después del golpe de estado del 24
de marzo de 1976.
Un comunista en calzoncillos, es más que el libro que
Claudia Piñeiro quería publicar para homenajear la memoria de su padre y la de
la piba que fue cuando tenía diez u once años.
En la cuestión de la inauguración del monumento a la bandera
de Burzaco -según la autora el primer lugar donde se izó la bandera nacional-,
giran el concepto de patriotismo, de bandera, de país y pertenencia donde
desembocará la escena final.
Si bien es personalísimo, el relato se recuesta en imágenes
comunes a quiénes fueron protagonistas de los años de incertidumbre del país
pasado, más precisamente en los años previos y hasta poco después del golpe de
estado que dio paso a la sangrienta dictadura cívico-militar.
En ese monólogo interior autobiográfico, conviven el mundo
familiar con sus peleas diarias, por la política, los ideales, la formación y
educación de la niña de diez años que fue la escritora, versus el mundo
exterior, el del club, la escuela y el barrio.
En la cita del comienzo del entrerriano Arnaldo Calveyra,
Piñeiro advierte que desentrañará cuestiones que la han marcado: cosas que me
pasaron durante la infancia, me están sucediendo recién ahora.
Allí fue a hurgar la autora, seguramente -a decir de
Cortázar-, a saciar ciertos calambres de culpabilidad, con la figura de su
padre, pero también con ella misma y una generación que en la edad de los
miedos, fue gobernada por el miedo.
(Fuente: Fernando
Casas – DR)