Hace diez años surgía como intención, hoy es parte de las opciones de los santafesinos al momento de elegir la lectura que deseamos. Palabras Andantes celebra su aniversario hoy con diferentes propuestas. Reproducimos un artículo publicado en el diario Página 12 que cuenta la historia de Palabras...
Por Silvina Friera
La noche es larga cuando el tiempo aprieta: cuatro cajas de
libros y un sueño a punto de encarnar en el vértigo de los hechos. Luis y
Eugenia intentan poner la mente en reposo de las expectativas y dejarse llevar
por el trabajo pendiente. Milagros, la beba, duerme. El joven estudiante, que
de niño imaginó ser criador de caballos, abogado y geólogo, abre las cajas y va
acomodando. Un libro por cada metro cuadrado de biblioteca. No le importan los
huecos, los espacios vacíos. Cada ejemplar –cada pieza de esa dentadura
incompleta– es el modesto principio de algo que crecerá. Recuerda los sábados
cuando se despertaba y se quedaba en la cama leyendo manuales de historia.
Después almorzaba y volvía a la lectura. Tenía nueve o diez años. En las estanterías
mentales irrumpe Gato Negro, el grupo de rock que formó con sus amigos de San
Justo (Santa Fe), donde tocaba la guitarra, y el momento en que eligió estudiar
historia en la Universidad Nacional del Litoral. Entonces clarea al otro lado
de la vidriera y llega la mañana del 23 de octubre de 2003. La librería
santafesina Palabras Andantes abre sus puertas en San Jerónimo 2342. Sin
buscarlo, nació el día saeriano del recorrido de Glosa. A diez años exactos de
ese comienzo, el librero Luis Escobar lo define como “bizarro”. “En los
primeros días vendíamos un libro por semana. Pero nuestras ganas y energías
eran desbordantes. Luego de enviar varios mails, logré que la representante
zonal de Alfaguara nos visitara. Mientras traté de explicarle el proyecto, hizo
una rápida mirada y realizó una conclusión lapidaria: ‘Cuando puedan sobrevivir
un par de años y esto parezca una librería llámenme’.”
A pesar del pronóstico terminal, Palabras Andantes
sobrevivió. Salvo por un percance óptico imprevisto, es una librería. Una
librería que está festejando su primera década con presentaciones de libros,
conferencias, música y lecturas. Escobar terminó la carrera, tiene un libro
publicado –Francisco Ayala y la Universidad Nacional del Litoral. La
construcción de una tradición sociológica–, trabaja en su tesis doctoral y da
clases en un instituto terciario en San Carlos Centro. Luego de conocer la
librería, Beatriz Sarlo escribió: “Dos libreros jóvenes de la ciudad de Santa
Fe (la librería es Palabras Andantes y queda en la zona saeriana de la ciudad),
me dijeron para presentarse: ‘Tenemos una librería de verdad, sin
best-sellers’. No quise creerles y viajé para comprobarlo. Era cierto. En Santa
Fe habían levantado una línea de frontera y sostenían un desafiante ‘No pasarán’”.
Palabras Andantes, cuenta Escobar, surge de un cruce de
casualidades, búsquedas y circunstancias. “Junto a Eugenia, mi pareja, éramos
estudiantes aún con una beba de algunos meses en una Argentina devastada. El
mandato urgente era conseguir trabajo, pero había una resistencia de nuestra
parte de alejarnos de las ciencias sociales, de la investigación, del debate
político-universitario y por ende social. Cuando todo parecía agotarse, mi
viejo, que trabajaba en Sancor, fue indemnizado luego de treinta años de
servicio y con la mejor predisposición me ofreció dinero para que comenzara un
proyecto. En Santa Fe sólo había algunas pocas librerías, la mayoría había
sucumbido ante el vendaval menemista; todo era restos de un naufragio. En ese
marco pensamos armar una librería de ciencias sociales, era el perfil que en
ese momento podíamos asumir. No como libreros, porque era una palabra demasiado
grande para nosotros, no teníamos idea del oficio, sólo la pasión por la
búsqueda. Somos lectores de ésos que les gusta hundirse en laberintos de
estantes.... De todo ese cruce, mezcla de casual y contextual, comienza a
construirse este espacio.”
Escobar advierte que desde la librería se generó un ámbito
de circulación de ideas. “Palabras Andantes es un espacio en donde se amalgaman
una mixtura de elementos, un catálogo de autores, temas y editoriales entramado
por voces, fisuras, imágenes que conviven en estantes donde cada libro
encuentra su compañía en otros libros, sugiriendo huellas de continuidades a
los lectores. Siempre recuerdo la colección Puñaladas, de Editorial Colihue, en
cuyas contratapas contienen una definición tajante pero precisa: ‘Libros para
incidir. Relámpago de ideas sobre un cuerpo, deseo de abrir fisuras en el
debate argentino’, inmensa propuesta que intentamos en parte concretar
diariamente. Nuestra librería pone un especial énfasis y cuidado en la
selección del cómo y qué ofrecer.” En estos años pasaron por la librería,
Sarlo, Ezequiel Adamovsky, Pablo Alabarces, Atilio Boron, Horacio Tarcus, Dora Barrancos,
Maristella Svampa, Alberto Giordano, Paulo Ricci, Leonor Arfuch, Hugo Gola,
Damián Tabarovsky, Iosi Havilio, Ricardo Romero, Gabriela Cabezón Cámara y
Susana Romano Sued, entre otros. Además de compartir buena música, en el local
se hacen muestras artísticas mensuales en las “salas de atrás”. Y desde 2011 se
dictan talleres permanentes de cuentacuentos y escritura.
“Quizá no haya modelos de librerías, sí marcas de lo que
nosotros fuimos y somos. Las posibilidades nos abrieron un punto de partida y
desde allí fue creciendo un conocer y hacer que tomó cuerpo y se fue plasmando
en un trayecto, una configuración cultural particular”, plantea Escobar. “El
año pasado conocí a Pablo Braun, de Eterna Cadencia; su proyecto gigante –a
pesar de las diferencias y distancias– me hizo reflexionar sobre las
afinidades, de las cuales muchas son electivas, y de los espacios semejantes
que se fueron armando en estos últimos años. Creo que estos proyectos convergen
en formas novedosas y diversas de encarar el universo del libro y los lectores.
No hay un modelo en singular de ser librería, sino modelos y propuestas en
plural que dan carnadura a la posibilidad de la diversidad bibliográfica y su
difusión activa a través de intervenciones que inciden en el campo político-cultural.”
¿Qué dificultades y desafíos implica sostener una librería? “Hace ya varios
años, en una visita a la librería, Horacio Tarcus presentaba al CeDInCI como un
‘proyecto frágil’. En nuestro caso hay mucho de eso”, admite Escobar. “El
sostenimiento y continuidad depende de las voluntades y de variantes que se
escapan de cualquier proyección posible; un ejemplo es el alquiler del local.
Si bien podemos dejar marcas culturales concretas en la sociedad, por otra
parte es difícil que ese voluntarismo pueda transformarse en una estructura
objetiva que exista autónomamente de nosotros. Ante cualquier cambio inesperado
o un mínimo alejamiento se visibiliza la fragilidad latente, la posibilidad de
no continuidad. Ese es el punto en el que dificultad y desafío hacen un solo
nudo.”
La edición es siempre una búsqueda, un dinamizador en el
horizonte de una librería. “El vínculo es casi inevitable, aunque no siempre se
puede concretar”, agrega Escobar. “Hace un tiempo comenzamos lentamente a
transitar este camino, que no es nada fácil.” Palabras Andantes participa del
proyecto María Muratore Ediciones –por el inolvidable personaje de Río de las
Congojas, de Libertad Demitropulos–, que lleva editados nueve títulos en tres
colecciones diferentes: una de narrativa, otra de ciencias sociales y la
tercera de ensayos y memoria. “Quisiéramos asumir la edición de manera
sistemática, aunque siempre se hace en los momentos o huecos temporales que nos
quedan; por eso es aún una potencialidad en proceso antes que algo definitivo.”
(P 12)