Así como hay ciudadanos de primera y segunda, ahora aparecen
“profanaciones” de primera y de tercera. La distancia entre la importancia
asignada a lo ocurrido en el histórico
templo de San Ignacio, de la Iglesia
Católica Romana, en la Ciudad de Buenos Aires, y lo del templo de la Iglesia
Metodista, declarado patrimonio histórico, en la ciudad de Rosario, sustenta el
acervo de profanaciones de primera y de tercera.
Existe un acumulamiento de conceptos y tradiciones que,
automáticamente, establece discriminación entre lo que le acontece a distintos
sectores de la ciudadanía. Unos merecen ser destacados, otros ninguneados.
Lo ocurrido en el templo de San Ignacio logró gran espacio
en los medios y repudio diversos con más que apropiada divulgación.
La información sobre lo acontecido en el templo Metodista
hay que rastrearla en los medios locales de Rosario, páginas en internet,
solidaridad de organizaciones mayormente religiosas y páginas protestantes del
exterior.
En los medios nacionales –diarios, televisión, radios- una
buena ubicación en Página 12 y otra en el interior de Clarín, sugestivamente
positivo, colocada en la sección política, cuando pudo ser en la de policiales.
Si se examinan los hechos hay una gran diferencia entre lo
de San Ignacio, con algunos destrozos menores y pintadas y un incendio total en
el templo Metodista de Rosario Norte.
La comparación no intenta establecer la polémica catolicismo
romano-protestantismo ni desmerecer lo acaecido en San Ignacio. Es solo el
intento de visualizar cuales son los ingredientes culturales incorporados en el
inconsciente colectivo que produce la diferencia, en este caso, entre profanaciones de primer y tercer grado.
Un avance es perfilar las motivaciones. En San Ignacio el
hecho es producido por un grupo de jóvenes desprendidos de los que ocupaban el
Colegio Nacional, con leyendas anarquistas que no necesariamente apuntan a que
sus ejecutores pertenecían a tal organización.
En el de los metodistas en Rosario quedo evidente su
intencionalidad. Se trasladaron libros de la biblioteca del MEDH (Movimiento
Ecuménico por los Derechos Humanos) para quemarlos en el altar. Así comenzó el
incendio que arrasó la totalidad de la
propiedad.
La hipótesis de que detrás del incendio se encuentran las
trayectorias del MEDH y de la Iglesia Metodista en la defensa de los Derechos
Humanos, especialmente durante la Dictadura Cívico-Militar, es más que
aceptable. El firmante de esta nota lo escribió en su artículo publicado por PE
(SN 0250, del 130928) donde relaciona el incendiado Templo de Rosario con el
recrudecimiento de ataques a los Defensores de DD.HH. patrocinados por algunos
medios, caso La Nación, y organizaciones
defensoras de la Dictadura del 76.
La presunción de que es el objetivo principal se mantiene.
Entra en la ridiculez algunas suposiciones de que se trata de un aspecto
económico por parte de inmobiliarias que apetecen el edifico por su ubicación comercial como la de referirla a
asuntos del narcotráfico.
A días de lo de Rosario la hipótesis se mantiene firme. Lo
que se agrega es la factibilidad de ampliar el
análisis incorporando lo del acervo cultural. Las iglesias evangélicas,
en sus líneas “evangelistas” y “protestantes”,
siguen siendo ciudadanas de segunda clase y las “profanaciones” que sufren pasan al tercer puesto.
El responsable de la Secretaria de Cultos de la Nación
asistió a la misa de desagravio de San Ignacio. A la Iglesia Metodista le
envió una carta de repudio por lo de Rosario pero no emitió ninguna palabra
sobre lo que hará en ese caso, más allá de fórmulas generales sin practicidad.
De la información llegada hasta el momento no se tiene
conocimiento de que autoridades oficiales provinciales y nacionales hayan dicho
algo al respecto.
Salvo desconocimiento personal, tampoco se conoce
declaración de autoridades de la Iglesia Católica Romana manifestando su
repudio y/o solidaridad con lo de Rosario.
La motivación ideológica sobre el Templo Incendiado se
mantiene. Es la hipótesis sustancial que, incluso, debe ser asociada otros
hechos que aparecen como secundarios.
Esa afirmación no
desaloja la indagación sobre la otra, donde se percibe el fuerte resurgir de la idea de que el catolicismo
romano es fundante de la República y como consecuencia tiene el lugar
privilegiado y las demás expresiones religiosas son ya de tercera.
(Fuente: Prensa Ecuménica) - Imagen: Alberto Gentilcore