En la escritura confluyen muchos ingredientes: el tiempo, la
imaginación, la fatalidad, el sueño. No se puede ignorar ninguno de ellos
porque conforman la expresión de la realidad.
“Cuando se llega al límite de una expresión… más allá empieza un
territorio donde todo es posible y todo es incierto y al mismo tiempo tiene la
tremenda fuerza de esas cosas que sin estar reveladas parecen estar haciendo
gestos y signos para que vayamos a buscarlas…” afirma Julio Cortázar en una de
sus clases-charla con estudiantes de la Universidad de Berkeley en 1980.
El texto que lo recuerda (Clases de literatura, Alfaguara,
Buenos Aires, 2013) transcribe
literalmente el estilo coloquial. Sin recurrir a un texto escrito la precisión
de su lenguaje oral pareciera desmentirlo. Cortázar ha decidido romper con la
tradicional estructura de enseñanza académica, dejar lugar a la improvisación y
al correr del pensamiento para volcar muchos años de experiencia de escritor,
en un recorrido que marca épocas, estilos, visiones, éxitos y fracasos. Se
recogen aquí algunos agudos y desafiantes acentos que él mismo devela de
su profusa y compleja obra.
Sus etapas de escritor están marcadas por su experiencia
personal que, en buena medida, marca el tono de sus trabajos. “Final de juego”
y “Bestiario” que algunos conocimos por curiosidad no bien aparecieron
provocaron cierto asombro e inquietud sobre un escritor que agrietaba los
moldes tradicionales y nos movía a explorar nuevos conocimientos. “…la literatura no puede prescindir de la fantasía”
(103), “…la realidad es múltiple e infinita” (134)
Reconoce que ha vivido una época, especialmente cuando
decide radicarse en Francia, en que su literatura tenía una marca de
introspección, sus personajes le abrían el espacio para “una auto indagación,
lenta, difícil y muy primaria… como ser en el sentido filosófico, como destino,
como camino dentro de un itinerario misterioso.” (20). Quizás, una de las razones por la que
entiende que “si a algo somos sensibles es a las intuiciones profundas, a las
cosas irracionales”, (154) es esa sed inagotable del ser humano por conocerse y
conocer.
La estructuras tradiciones religiosas no parecen proveerle
ningún aliciente para acompañarlo en ese periplo que presenta la vida. Todo
parece estar establecido y definido, pero es imprescindible abrir la
puerta porque “la fantasía, lo
fantástico, lo imaginable que yo amo y con lo cual he tratado de hacer mi
propia obra es todo lo que en el fondo sirve para proyectar con más claridad y
con más fuerza la realidad que nos rodea.” (108)
Ha comenzado hablando de tres etapas en su carrera que ha
denominado estética, metafísica e histórica. En todas ellas la fantasía y el
realismo están presentes y entrelazados. “No es un escapismo, es una
contribución a vivir más profundamente esta realidad…” (64)
Cortázar se propone en un momento hacer “una indagación más
profunda del hombre como ser humano” (21) y es justamente con “Rayuela”, esa
obra de construcción tan heterogénea y de caminos de lectura múltiple, donde
encuentra el campo para la búsqueda y el cuestionamiento. Pero hay un paso que
tenía que dar:”ver al prójimo no solo como el individuo o los individuos que
uno conoce sino verlos como sociedades enteras, pueblos…” (22)
Morelli, el personaje de “Rayuela” es un escritor que hace
planteos sobre problemas de la vida cotidiana, “de poner en tela de juicio el
mundo que lo rodea” (216). Es como el alter ego de Cortázar, que reconoce que
lo que escribe es “muy existencial, muy basado en mis visiones y vivencias
personales” (216) No obstante este esfuerzo por abrirse a los demás, reconoce
con total honestidad que “es un libro profundamente individualista y que lleva
muy fácilmente al egoísmo” (228)
En esta compleja aventura por trasmitir esa experiencia,
encuentra que una insalvable dificultad que debe enfrentar es la de su propia
lengua. Porque es dependiente de la palabra, su principal herramienta de
comunicación, el escritor sabe que está jugando con fuego. La palabra está
cargada de historia, de cultura, de prejuicios y determinaciones. Esto es lo
que le trae una “desconfianza intuitiva”. Por eso le hace decir a su personaje
“el lenguaje está allí y es una gran maravilla y es lo que hace de nosotros
seres humanos, pero ¡cuidado! antes de utilizarlo hay que tener en cuenta la
posibilidad de que nos engañe” (218).
Maravilla y engaño dos realidades que rodean la comunicación
humana y que hace que lo que se dice puede tener el brillo del falso oro.
Cortázar recoge la experiencia de sus compromisos con los lugares de América
Latina que estaban trabajando por un cambio radical en los agitados años del
l960. Allí su visión de escritor, que
conoce los demonios del lenguaje, le lleva a recriminar a aquellos que
ingenuamente van proclamando un mensaje utilizando los mismos lugares comunes,
frases estereotipadas, que aparecen tanto en la izquierda como en la derecha.
“Si uno se descuida, el lenguaje es una de las jaulas más terribles que nos
están siempre esperando.” (221)
Después de la experiencia de “Rayuela” pasan más de diez
años, en los que ve que se produce una transición “de un mundo estetizante y
sobre todo a una toma de conciencia que
podemos llamar histórica y que significa descubrir que no estamos solos”. (235)
Esta transición produce compromisos que se traducen en múltiples
participaciones internacionales y muchos artículos de denuncia.
Va generando la idea de volcar todas esas vivencias en un
libro que recoja toda su experiencia a la vez que pueda compartir las luchas de
aquellos cuya voz estaba ignorada o mutilada. ¿Cómo hacerlo?
Entre la literatura y la política hay una distancia. La
política no debe dominar a la literatura, pero la literatura no puede ignorar
la realidad. El “Libro de Manuel”, fruto de esa experiencia, quiere compartir
los esfuerzos por profundos cambios en la sociedad y las esperanzas en el futuro “todo esto
metido dentro de una acción dramática con bastante humor y bastante juego”
(241).
Los buenos propósitos no siempre tienen los resultados
esperados. Cortázar dice haber esperado la crítica tanto de la derecha como de
la izquierda, y busca justificar esos reproches por “estar malgastando mis
posibles calidades literarias metiendo la política dentro de un libro.” (242)
Es cierto que el libro tuvo sus efectos valiosos pero no pareció acrecentar su
imagen de escritor ni tampoco ensombrecerla.
Cortázar que había pasado por una etapa estética para
estacionarse brevemente en una etapa metafísica, se instala definitivamente en la etapa
histórica. En todo su itinerario ha descubierto “que la realidad es múltiple e
infinita” (134) y ha constatado que “somos sensibles a las intuiciones
profundas, a las cosas irracionales” (154).”Las grandes pulsaciones de la
sangre, de la carne y de la naturaleza pasan por encima y por debajo de la
inteligencia y no hay ningún control lógico que pueda detenerlas.”
(PE)