Por Carlos F. De
Angelis *
Su imagen tomó por asalto la pantalla televisiva. Sus
músculos, tatuajes, cirugías estéticas, piercings y un ostentoso estilo de vida
conformaron la irrupción de un personaje poco habitual.
Su presencia, de la mano de uno de los programas más vistos
de la televisión argentina, confirmó una vez más la tesis del alcance e impacto
de la construcción mediática.
Es claro que este personaje es un producto televisivo y la
televisión es una máquina que necesita alimentarse de novedades para lograr
impacto en la audiencia. Pero también es cierto que muchas de las propuestas
televisivas, aun aquellas de alta calidad, suelen fracasar en un corto tiempo.
No es el caso de Ricardo Fort que se constituyó velozmente en alguien
“exitoso”.
Esta irrupción genera algunos interrogantes sobre las
características y atributos, que le permitieron convertirse en uno de los
personajes más comentados para el final del año pasado.
El filósofo francés Gilles Lipovetsky ya planteaba en los
tempranos ochenta que la cultura del neonarcisismo impulsaría un nuevo estadio
para las sociedades donde el individuo se iría desentendiendo de los lazos y
valores sociales que dieron contenido a su rol en comunidad para pasar a estar
centrado en sí mismo, en sus logros personales, su cuerpo.
Este planteo, si bien se refería en su momento a los países
centrales de Occidente, sin dudas se puede extender hoy día, en plena
globalización capitalista, a los confines del planeta.
A la fuerte politización de los años sesenta y setenta donde
todo parecía posible, le siguieron la despolitización y el retiro de los
sujetos de la “cosa pública” y la falta de interés por los demás. El hombre que
desde tiempos remotos se construyó en torno de sus clanes, sus aldeas y sus
comunas rompe lanzas y niega su pertenencia a su sociedad, pero no la niega
desde un acto emancipador, sino desde un acto individualista.
Este modelo cobra especial intensidad en la Argentina de
estos días, donde el hedonismo, los intereses personales y el “mirar el
bolsillo propio” parecen ser el pensamiento hegemónico y devienen en una
inusual apatía ciudadana y la imposibilidad de desarrollar un proyecto común,
no por discrepancia sino por omisión.
El abandono de esos grandes generadores de sentido que
fueron el Estado-nación, la idea de un mundo mejor o un hombre nuevo genera un
angustioso vacío que se completa con la búsqueda del placer personal e instalan
un principio de presente perpetuo que se fusiona con la eternización de la
juventud. La dieta permanente, los productos light, la ejercitación constante
(que no es el deporte con sus reglas y equipos), las cirugías estéticas,
ciertas búsquedas espirituales, la delgadez anoréxica y hasta la dentadura
perfecta son los imperativos de la dictadura del bienestar personal.
Los medios, especialmente la televisión, enarbolan este
estilo de vida como verdad revelada e imponen los criterios de cómo se debe
vivir. Basta con mirar un buen rato las tandas publicitarias de cualquier canal
para apreciar estos discursos que diseñan una vida moldeada en este pensamiento
unidimensional.
Ricardo Fort condensa ese deseo colectivo (colectivo por
simple agregación): la admiración del hedonismo como fin en sí mismo
entronizando el culto a mirarse al espejo.
Dos elementos adicionales de su biografía completan esta
pintura costumbrista.
Por un lado, la recordación continua de que lo acompañan
siempre sus guardaespaldas potencia un virtual halo de intangibilidad.
Por el otro, su remarcado linaje social, por provenir de una
familia propietaria de una empresa de origen nacional, recuerdan un fracaso,
pues se trata de un sector donde la Argentina depositó en su momento sus sueños
y expectativas de un desarrollo industrial autónomo. Sueños que quedaron
sepultados en las políticas económicas de la dictadura y de los proyectos
neoliberales de la democracia, y muy por detrás de los músculos y tatuajes de
su heredero.
La cultura popular marca, como siempre, el ritmo de los
cambios sociales, económicos y políticos. Su lectura atenta y desapasionada
puede ayudar a comprender algunos aspectos de nuestra sociedad y su tiempo.
* Sociólogo e
investigador (UBA).