Por Desmond Tutu *
La pasión de Madiba por la igualdad y la democracia, y por
la posibilidad de que todos gocen de los mismos derechos, fue iluminada en un
grado muy considerable por la enseñanza bíblica del valor infinito de cada uno,
por ser todos creados en la imagen de Dios.
No tenía nada que ver con atributos intrínsecos o
circunstancias como la etnicidad, el color de la piel o la posición social. Era
un fenómeno universal y esta dignidad, libertad e igualdad de todos eran cosas
por las que estaba dispuesto a luchar y vivir. Y, si era necesario, estaba
preparado a morir por ellas. Su oposición a la injusticia, el racismo y la
opresión no era por lo tanto política o ideológica sino en un sentido muy real,
también profundamente religiosa.
El cumplimiento de esto era una pasión por la libertad, el
no racismo y la rectitud que sería consagrada en nuestra magnífica
constitución, que asegura que ese legado vivirá para siempre. Estaba templado
en el fuego de la adversidad. Todo lo que soportó en la época en que era un
escurridizo Pimpinela Negro, con una escasa vida familiar y los 27 años de
encarcelamiento, fueron importantes en el forjado del hombre. Le dieron una
nueva profundidad, le ayudaron a ser más comprensivo con las flaquezas de
otros, a ser generoso, más tolerante y magnánimo, y le dieron una credibilidad
e integridad inexpugnable para poder ser lo que fue cuando emergió de prisión,
deseoso de tender una mano de amistad a sus ex adversarios y ser generoso al
vencerlos. Comprendió que un enemigo es un amigo que espera ser aceptado, de
manera que quiso que su ex guardiacárcel blanco asistiera a su inauguración
presidencial como invitado VIP; y que Percy Yutar, el fiscal del juicio de
Rivonia en que fue sentenciado a perpetua, el abogado que había pedido la
sentencia de muerte, viniera a almorzar con él a la presidencia. También era
capaz de visitar a la viuda del Dr. Verwoerd, el arquitecto del apartheid, a
tomar el té porque ella no podía ir a la presidencia.
Este “ex terrorista” podía tener comiendo de su mano a
muchos que pensaban que todavía era el Enemigo Público Nº 1. Asombró a todos
con una corporización espectacular de la magnanimidad y el perdón, y salvó a
nuestra tierra del baño de sangre que la mayoría había predecido sería nuestra
suerte al resolver el problema de la despiadada opresión del apartheid en la
inmensa mayoría de la población. El sufrimiento puede amargar, pero también
puede ennoblecer, y Dios nos bendijo y mucho cuando esto último pasó en el caso
de Madiba.
Creció en estatura moral como creció en atributos y
tolerancia. Trataba de ver el punto de vista del otro y también estaba
dispuesto a hacer concesiones y buscar lo que a menudo nos ayuda a sacar las
castañas del fuego.
Fue escrupuloso en mostrar un profundo respeto por todas las
creencias que podían encontrarse en nuestro país. Después de que fue ungido por
el Parlamento como nuestro primer presidente democráticamente electo, el 9 de
mayo de 1994, el viernes fue a una mezquita, el sábado a una sinagoga y el
domingo a un servicio interdenominacional en el Estadio FNB en Soweto. En su
ceremonia de inauguración, las oraciones fueron ofrecidas por ministros
musulmanes, judíos, hindúes y cristianos.
El espíritu de tolerancia está ahora consagrado en la
costumbre de que el Parlamento comience cada día con un período de silencio
para permitir a cada uno ser coherente con su fe o falta de ella. Reemplaza las
cosas en la forma en que eran hechas antiguamente, en el Parlamento blanco,
cuando las oraciones cristianas estaban a la orden del día, a pesar de que unos
pocos miembros eran judíos.
El respeto por las cosas que otros respetan es una preciosa
parte del legado que este gran hombre nos deja y es una tremenda contribución
al futuro que queremos ver, particularmente en un momento en que el
fundamentalismo religioso de todo tipo amenaza la paz del mundo.
* Primado de la Iglesia Anglicana en
Africa Meridional, ex titular de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
Traducción: Celita Doyhambéhère.