Eduardo Jozami, director del Centro Cultural Haroldo Conti,
que funciona en la ex ESMA, convocó a artistas de todos los sectores que
figuraban en las “listas negras” encontradas en el edificio Cóndor. Hubo
intercambio de saberes, pareceres y experiencias.
Por Karina Micheletto
Una “reunión a micrófono abierto” fue lo que propuso anoche
Eduardo Jozami, director del Centro Cultural Haroldo Conti, en ese espacio
emblemático de memoria emplazado en la ex Esma. Los que participaban de esa
reunión, e hicieron uso de ese micrófono que fue pasando de mano en mano,
fueron artistas e intelectuales cuyos nombres aparecieron recientemente en las
listas negras de la dictadura, guardadas durante años en el edificio Cóndor y
entregadas al Estado de derecho por la actual conducción de las Fuerzas
Armadas. Hubo alusiones al pasado, al presente y al futuro, anécdotas personales,
definiciones políticas y hasta música, a cargo de Miguel Angel Estrella,
Marilina Ross y Tata Cedrón. La convocatoria fue amplia: Irma Roy, Eva Giberti,
Marta Bianchi, Luis Brandoni, Jorge Bernetti, Jorge Lewinger, Noé Jitrik, David
Blaustein, Ricardo Halac, Alberto Fernández de Rosa, Jorge Rivera López,
Norberto Ciaravino, Oscar Moreno, fueron algunos de los que también
participaron. Otros, que no pudieron acercarse por diferentes razones –entre
otras, la tormenta que se desató un momento antes de convocado el acto–,
enviaron sus adhesiones al encuentro que formalmente llevó el nombre de
“Tiempos de censura. Listas negras y represión cultural. Treinta años después”:
Víctor Heredia, Virginia Lago, Federico Luppi, Carlos Gorostiza, entre otros.
“Para los que luchamos y golpeamos tantas puertas porque
sabíamos que estas listas existían, que finalmente aparecieran no fue una
alegría, sino una confirmación. Estas listas negras son uno de los tantos
impuestos virtuales que en nuestro país pagamos los que decidimos tomar algún
tipo de compromiso. Pasaron treinta años y esto ya prescribió, lo guardamos en
el corazón. Quiero adelantarme y dejar claro que si a alguno se le ocurriese
presentar algún tipo de proyecto de ley de reparación económica para los que
formamos parte de estas listas, yo me voy a oponer”, comenzó diciendo Luis
Brandoni. Marilina Ross contó que por primera vez visitaba este lugar: “Sentí
la necesidad de hacer un tema que compuse en el ’84, durante el juicio a las
juntas”, dijo, y cantó a capella la chacarera “Y que nunca más”. Antes, Miguel
Angel Estrella había dejado la música de Chopin, “un patriota polaco”,
saludando “a los compañeros de las listas”.
Entre los presentes estaban también los familiares del
violinista comunista Szymsia Bajour –aquel cuya historia fue reconstruida en
una nota reciente de Página/12–, de la pintora Adelma Petroni y la actriz Perla
Carella, esposa de Carlos Carella: “Yo no estuve en esas listas, pero las
sufrí. Que aparecieran me revolvió la vida. Fueron tiempos en que el Negro no
podía ni ser nombrado”, recordó emocionada. “Los autores que estuvimos
prohibidos en la dictadura, y también antes de la dictadura –porque esto no
empezó en el ’76–, nos reuníamos para trabajar. No paramos de trabajar. De
alguna manera pensábamos que el trabajo nos hacía fuertes. En este país
militarizado que quería transformarse en un país jardín de infantes hicimos
Teatro Abierto. La memoria es un animal muy frágil, por eso tenemos que seguir
contando lo que pasó”, advirtió el dramaturgo Ricardo Halac. “Hoy ese pasado
está ahí dando vueltas, como un fantasma, y estar en este sitio es la mejor
manera de soplarlo y hacerlo desaparecer”, completó luego el actor Alberto
Fernández de Rosa.
Fueron varios los que recordaron que las de la última
dictadura no fueron las únicas listas negras que existieron en este país: “Yo
venía estando en una lista negra desde el ’60, por haber escrito Escuela para
padres. La Iglesia me puso allí, el obispo de San Juan me prohibió por pensar,
acertadamente, que ese libro desarmaba las estructuras familiares”, recordó a
su turno Eva Giberti. “Ya en democracia, un intendente secuestró una revista
con una nota mía que hablaba de mujeres y sexualidad. Esta gente, con este
ansia por ordenar, por clasificar, sigue estando. Por eso es bueno que sigamos
desordenando lo que fanática y fundamentalmente se quiere ordenar, para que
todo el mundo piense lo mismo.”
“En el fondo, hay que reconocerles cierta inteligencia en el
hecho de que se nos haya recluido en esa especia de cárcel que fueron las
listas negras. En algunos casos fueron más allá de lo que nosotros mismos
pensábamos que éramos. A mí, por ejemplo, me catalogaron como actor. Será
porque siempre me gustó fingir”, se permitió bromear el escritor y ensayista
Noé Jitrik. También lo hizo, desde el recuerdo, Irma Roy: “Siempre que cayó el
peronismo me prohibieron, así que estoy acostumbrada. Cuando me echaron de
Canal 13, por puro molesta, fui a ver al director, un marino. El me explico que
no podía actuar porque era esposa de Papaleo. ¿Si cambio de marido trabajo?, le
pregunté”. El testimonio de Marta Bianchi sintetizó el de muchos: “No me siento
víctima, sino una privilegiada por estar hoy acá, en este lugar especial, y por
haber podido testimoniar en el juicio de Automotores Orletti”. El final
prometió en muchos sentidos una continuidad. “Este encuentro es un estímulo
para seguir recordando la lucha de los ’60 y ’70, para seguir trabajando.
Porque nuestra tarea, además de recordar y juzgar, es la de seguir haciendo historia”,
señaló Jozami. La música de Tata Cedrón –“Canción sin verano”, sobre un poema
de Julio Cortázar– fue el final justo para el encuentro.
(Fuente: Página 12)