Ingrid Beck, la directora de la revista Barcelona hace un análisis de los medios y
también cuenta su militancia, que comenzó en la secundaria. Asegura, además,
que la desaparición de Jorge Julio López es "la principal deuda de la
democracia" y que "la reparación de la memoria es algo
invaluable".
Por Ramiro Barreiro
Hace algunas semanas, Ingrid Beck tuvo que defender a la
publicación que dirige, la revista Barcelona, en el estrado del Juzgado Civil
108, a cargo de Susana Novile. La demanda la inició la esposa del Mayor (RE)
Pedro Rafael Mercado, Cecilia Pando, por una tapa del año 2010 en la que se
muestra una foto de su rostro montado al fino cuerpo de una modelo desconocida.
Pando, que presentó como testigo a la esposa del represor condenado a prisión
perpetua Carlos Plá, aduce entre otras cosas que la imagen le produjo un
"daño moral" y que no reacciona por la crítica a sus ideas políticas
sino por la "vergüenza pública al difundir una imagen de mi rostro con el
cuerpo desnudo de otra mujer, como si fuera yo misma". Fuera del recinto,
el colectivo de La Garganta Poderosa y lectores de Barcelona cantaron:
"Que no se ofendan en Marcos Paz, pornografía es defender a
Etchecolatz." Lo que está en juego es la libertad de expresión.
–¿Cómo viviste esos 30 años de democracia y cómo crees que los vivió el
país?
–Tengo 44 años, así que viví en forma muy intensa los 30
años de democracia. En el '83 estaba en segundo año de mi escuela, el Normal 6,
y durante Malvinas cursé el primer año. En mi colegio no había movida pero mis
viejos eran alfonsinistas, gorilas ambos. A partir de tercer año, en el '84,
empecé a militar en la Franja Morada. Me fui en el '87 con Angeloz. No me dio
para tanto. La política estuvo siempre presente. Hay una militancia en mi vida
que empezó en la democracia y que puedo decir que continué en la revista Barcelona,
donde hay mucha bajada de línea, decimos lo que pensamos y militamos por un
tipo de periodismo.
–¿Recordás resabios de la dictadura en tu secundaria?
–Peleábamos contra todos los resabios. Cuando entré a la
secundaria pasaron 2 o 3 años para que se deje de dar Formación moral y cívica
y para que se levanten los libros que satanizaban el comunismo, porque hoy
parece un mito, pero esos libros existieron. Había que llevar el pelo atado, no
tener el guardapolvo corto y usar la pechera blanca. Una de las cosas que
pasaban es que la directora de la escuela era claramente una dictadora y no nos
dejaba ir a Feliz Domingo, por ejemplo. Cuando llegué a quinto había cambiado
la directora y pude ir.
–¿Qué sentís cuando la gente enseguida compara la época actual con la
dictadura?
–Fachos hubo siempre y no creo que tenga que ver con este
momento histórico en particular. La diferencia tiene que ver con el papel que
juegan los medios y el bombardeo sobre las cuestiones de inseguridad que seguro
existen, porque hay más miserias y violencia. Pero la idea de vincular eso con
la dictadura es una locura.
–Ustedes continuaron con Barcelona algo que había empezado Héctor
Ricardo García: el cuestionamiento periodístico-comercial hacia el Grupo
Clarín, ¿Acordás con él de que existe el "Partido Periodista"?
–No lo creo. El periodismo es un oficio que está muy
devaluado y creo que hay algunas defensas corporativas por parte de los
periodistas, pero no lo vinculo a lo que sería "el partido", más
bien, hay mucha diversidad. Otra cosa que no me gusta y está pasando es el
periodismo buchón que te dice: sos de tal palo porque trabajas en un medio
determinado, ya sea "kirchnerista" o de "la corpo". Estaría
bueno pensar que hay muchos laburantes, que muchos lo hacen muy bien y que uno
trabaja donde consigue hacerlo. Es una profesión que está absolutamente
precarizada y no es tan fácil laburar de esto.
–Sin embargo hay muchos que no se consideran trabajadores de prensa…
–A esos no los llamo periodistas sino operadores,
opinólogos, sicarios o mercenarios a sueldo.
–¿Qué creés que le deja Barcelona al periodismo?
–No sé si estamos dejando algo. Lo que a mí me atrae de
Barcelona es la forma de trabajo y transmitir que se puede hacer un medio
horizontal a la hora de pensar, más no a la hora de hacer porque tiene que
haber jerarquías operativas. También comprueba que se puede hacer una revista
independiente, con un compromiso político pero no partidario ni empresarial,
que no va a ser un éxito económico pero puede ser un éxito editorial y creo que
Barcelona fue vanguardia en revelar la trama Clarín, no por algo arbitrario
sino porque hace una década se trataba del diario más vendido de la Argentina,
el que marcaba agenda en todos los aspectos públicos y privados y esta idea de
presentarse como periodismo independiente, objetivo y neutral nos resultaba
indignante. Entonces, arrancamos deformando esa trama que después con la Ley de
Servicios Audiovisuales se hizo (de alguna manera) popular y estalló en el
mundo periodístico. Eso fue positivo aunque después tuvo los efectos
colaterales, como esa suerte de macartismo que hablamos antes, y que no son
peleas ideológicas sino más bien miserables.
–Los medios audiovisuales se siguen nutriendo, en mayor medida, de los
medios gráficos para sus producciones, ¿creés necesaria una ley para los medios
gráficos?
–Sí. De hecho hay un proyecto en el Congreso presentado por
el diputado Jorge Rivas (NdeR: Ley de Fomento a la Producción Autogestiva de
Comunicación Social por Medios Gráficos y de Internet). Tiene que ver con
reclamarle protección al Estado para los medios autogestivos y culturales.
Pedimos igualdad de oportunidades y no que nos subsidien, porque no hay forma
de garantizar la pluralidad de voces en el puesto de diarios y revistas si el
mercado está copado por los grandes medios y empresas. Así estamos siendo
expulsados de los kioscos poco a poco.
–¿De qué forma?
–Nosotros pagamos el papel no sé cuántas veces más que
Clarín que detenta poder en Papel Prensa; le dejamos al circuito de
distribución mucho más de lo que les dejan los diarios; nos cobran por las
devoluciones y a los grandes medios no. En todo estamos en desigualdad.
Queremos por lo menos partir de los mismos lugares. Los medios gráficos son
importantes para todos. Sin ir más lejos, la última campaña de Clarín que
recuerdo para oponerse a la Ley de Medios audiovisuales hablaba del diario.
Decía "vas a dejar de leer Clarín". El diario no es el negocio pero
es la nave madre.
-¿Cómo fue la relación con el kirchnerismo en esta década?
-La relación fue tirante. Si vos lees los 10 años del
Barcelona vas a ver que cuando el kirchnerismo era cercano a Clarín, estábamos
mucho mas enfrentados que después. Pero el segundo momento no tiene que ver con
adhesiones partidarias sino con tener enemigos comunes.
-Son una de las pocas publicaciones que mantienen vivo el recuerdo de
Julio López y Luciano Arruga, ¿Esa es la principal deuda de este proceso?
–Creo que es la principal deuda de la democracia. La
violencia institucional es una deuda de la democracia en general, aunque habría
que determinar primero si existe democracia sin violencia institucional. Hay
casos de gatillo fácil, tenés narcotráfico con implicancia de las fuerzas de
seguridad y eso es violencia institucional. Hace 30 años no se discutían las
cosas que hoy suceden y eso está bueno. Hay que seguir discutiendo la dictadura
y juzgando a los genocidas. Eso es enorme. La reparación de la memoria es algo
invaluable más allá del signo político. No creo que sea un logro del
kirchnerismo sino que se dio con la consolidación de la democracia porque si
estos tipos no iban en cana, estábamos en problemas.
–¿De qué forma cambió la figura de la mujer en estos 30 años?
–No sé si fue cambiando la figura de la mujer. Hace unos
días veía a Van Der Kooy y Blanck que juntaron a Chiche Duhalde con Graciela
Fernández Meijide y me pregunté si cambiamos en algo (risas). Tenemos una
presidenta y eso no puede ser malo desde el punto de vista de la igualdad de
oportunidades pero creo que falta un montón y hasta que no se legalice el
aborto no va a haber igualdad de oportunidades para las mujeres ¡Ahí tenés! Esa
si es una deuda de la democracia con las mujeres argentinas.