En su primera novela ¿Por qué prohibieron el circo? -que
nunca apareció en la Argentina porque los militares retuvieron la salida de la
edición y quemaron los ejemplares-, Mempo Giardinelli cuenta la historia de un
joven maestro cuya llegada a un pueblo perdido del interior chaqueño rompe esa
aparente calma del pago chico donde parece que nunca ocurre nada. En su exilio
mexicano y luego de la salida de Luna caliente, Mempo vio su novela publicada
en el país azteca, pero no en la Argentina. Ahora se edita aquí para
descubrirnos la génesis de su escritura.
Mempo Giardinelli nació y vive en el Chaco. Recibió el
Premio Rómulo Gallegos 1993 por su novela Santo Oficio de la Memoria y también
importantes premios literarios en Italia y España. Su obra ha sido traducida a
20 idiomas.
Es autor de novelas como Luna caliente, Final de novela en
Patagonia y Visitas después de hora, y de varios libros de cuentos y ensayos.
En 2006 recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Poitiers,
Francia. Escribe en diarios y revistas argentinos y latinoamericanos y preside
una Fundación dedicada al fomento de la lectura:
http://www.fundamgiardinelli.org.ar
De por sí el itinerario seguido por el libro desde su primera edición
trunca y los avatares posteriores parecen salidos de una novela ¿Cómo fue ese
proceso de revisitarla, reescribirla, volverla a descubrir a través del tiempo?
En realidad yo había decidido olvidar esta novela. Ni
siquiera la incluí en mi CV, ni en ninguna ficha bio-bibliográfica; la negué en
todos mis libros. Cosas que uno hace, ¿no? Como que la desdeñé por los
disgustos que me deparó hace treinta y tantos años... Y si ahora sale es porque
en una charla circunstancial con mi editor, Fernando Fagnani, le conté la
historia y él se interesó y me pidió leer el texto. Luego quiso editarla y me
puso en un compromiso, porque yo me resistía a reescribirla. Y eso es lo que no
hice: reescribirla. Apenas hice unos pequeños retoques a la oralidad de algunos
personajes.
Aunque vos la calificás de texto menor ¿no te parece que la novela
tiene en germen mucho del universo memponiano?
Sí, si realmente existe ese universo, sin dudas está
prefigurado en esta novela. Aunque está claro que la vida, las experiencias,
las infinitas lecturas y la responsabilidad de ser escritor, que para mí es un
dogma, le van dando mejor forma. Uno es y no es el joven escritor que un día
fue, ¿no?
Más allá del argumento, que confesás no lo recordabas bien, al
internarte en ese Chaco profundo, en ese pueblo perdido, ¿cuánto de ese paisaje
original se ha perdido con los años? ¿No sería posible hoy extraer de la realidad
una historia similar?
Lamentablemente se ha perdido muchísimo, sobre todo en los
últimos años. El avance de la depredación de los bosques y de la frontera
sojera, y el abuso de los agroquímicos, están haciendo un desastre. No sé si
hoy se escribiría un texto como este, no creo que lo hiciera yo ni nadie,
porque el paisaje chaqueño ha cambiado y sigue cambiando brutalmente. El
atropello humano es hoy más evidente como también es más cínico.
En el prólogo mencionás que perfeccionaste la oralidad local de la
historia. ¿Parte de las lenguas de los pueblos originarios se ha perdido en
estos años? ¿Hay una mayor visibilidad hoy de estas comunidades?
En la primera versión de la novela intenté reproducir una
oralidad demasiado explícita, plena de localismos y con un cuidado extremo de
la fonética lugareña. Ahora me pareció que eso debía ser morigerado, aunque sin
perder el aire, el tono, la coloración.
Y no porque se hayan perdido las lenguas de los pueblos
originarios, sino todo lo contrario: hoy los pueblos originarios existen, sus
lenguas se cultivan, de hecho en el Chaco hay tres lenguas reconocidas (el qom,
el wichí y el mocoiq) además del castellano, y hay maestros y hay escuelas
bilingües para cada una de ellas.
Esto habla de la mayor visibilidad de esas culturas, desde
luego, que aún diezmadas están resistiendo. Cuando yo escribí esta novela, hace
casi cuarenta años, esos pueblos, que hoy sabemos que son decenas de miles de
personas, eran ignorados, negados, y para el poder eran inexistentes.
El personaje de Oroño me hace acordar a otros personajes tuyos como el
de Juan de "Cuestiones interiores", esa especie de contrapunto entre
el destino personal y el entorno social siempre como disparador de algo
inesperado ¿Tuviste esta percepción?
No, no la tuve, pero ahora que lo decís me parece una
afirmación acertada. Incluso veo que hay como una reiteración en varios
personajes de otras novelas: Bartolo en La revolución en bicicleta, Ramiro en
Luna caliente, Chiquito en El cielo con las manos, la Nona o Franca en Santo
Oficio de la Memoria son sujetos cuyo destino personal está estrechamente
vinculado al entorno social y eso, en todos los casos, resulta la carne de la
tragedia.
También hablás en el prólogo de un trabajo arqueológico, pero ¿ese
pasado literario no sigue operando en tus nuevas ficciones?
Humm, sí, pero digo arqueológico en el sentido de que
"¿Por qué prohibieron el circo?" es una novela que desenterré,
digamos, una novela que yo quise condenar a la oscuridad y el silencio, y que
treinta años después consiento que se reedite. Quizás por lo mismo que la
pregunta sugiere: que todo pasado literario reaparece en cada nueva obra, por
un lado; y sobre todo, por el otro, que es cierto nomás que en la literatura
estamos siempre visitando los mismos fantasmas.
(Fuente Telam)