Por Iván Pablo Orbuch *
La nueva tira que ocupa el horario central en la pantalla de
Telefe desde los primeros días del año 2014, Señores Papis, se encarga de introducir de manera novedosa determinados tópicos que
aún no habían llegado a la televisión.
La misma puede pensarse como tributaria de los vertiginosos cambios
sociales y culturales vividos en los últimos años en nuestro país y en el
mundo. En efecto, el programa, interpretado por Joaquín Furriel, presenta a un
exitoso abogado de una empresa, soltero y sin compromisos a la vista, quien ve
alterada de manera abrupta su cotidianidad cuando aparece en su vida un niño
que podría ser su hijo y se ve obligado a hacerse cargo de él. Luciano Castro,
dueño de una pizzería, casado con su novia de la juventud (Gloria Carrá), con
quien tiene tres hijos y se encuentra atravesando una grave crisis de pareja.
Peto Menahem, quien representa un padre muy presente, y en su casa los roles
tradicionales se encuentran invertidos, dado que él realiza los quehaceres
domésticos y la mujer (Laura Novoa) tiene el papel de proveedora, y Luciano
Cáceres, que es un viudo reciente y la culpa respecto del accidente trágico de
su esposa lo lleva a ser un padre sobreprotector, imposibilitado de poner algún
tipo de límites así como de generar una nueva relación, como hábilmente le
reclama su socio homosexual encarnado por Diego Gentili. Todo lo anterior pone
en el tapete cuestiones como la paternidad, la socialización, la educación, la
sexualidad y el lugar de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana. Si bien
lo hace desde una perspectiva de clase media, esto no debe llamarnos al asombro
dado que en nuestro país, dichos sectores son aquellos que llevan adelante lo
que podríamos denominar, en términos gramscianos, la hegemonía cultural. Son
los sectores medios, aun en lo ambiguo y amplio, del término, los únicos
capaces de imponer su voluntad en el conjunto de la estructura social a partir
de la aceptación y propagación de sus concepciones, valores y creencias.
Una cuestión que viene desde los ’90 y en la ciudad de
Buenos Aires no ha podido revertirse, tiene que ver con el sostenido aumento de
la escolarización privada, en particular en los sectores medios. Este tema
encuentra relación en un entramado de motivaciones, entre las cuales la educación
aparece como la indicada para dar respuesta a ciertas aspiraciones sociales; el
crecimiento económico, la mejora del empleo y la distribución más progresiva de
los ingresos de los últimos años son su más acertada explicación. Gran parte de
la ficción tiene lugar en un jardín de infantes privado, ámbito destinatario,
ya en el terreno de la realidad, de las mayores preocupaciones del gobierno de
la ciudad de Buenos Aires, como pudo apreciarse con la rápida resolución del
conflicto del colegio Guido Spano, en detrimento de la angustiante espera de
más de 17 mil chicos que aún no tienen vacantes en la escuela pública. El
jardín aparece como un ámbito privilegiado de socialización entre los padres, y
es el lugar donde se generan vínculos de amistad entre ellos, pero también
oportunidades de negocios.
Las nuevas tecnologías encuentran, del mismo modo que en la
vida cotidiana, un lugar relevante en esta tira. Se aprecia en el colegio,
donde confrontan dos tipos de docentes, aquella interesada por el proceso
educativo de los chicos, y la maestra que destina las horas laborales a mandar
mensajes de texto, lo que claramente conspira con la evolución educativa de sus
alumnos. También puede verse en los momentos en que el personaje interpretado
por Castro desconfía de su mujer e inicia su exploración en las redes sociales.
En sociedades históricamente machistas como las nuestras,
las distintas maneras de ejercer la sexualidad aparecen ligadas al ocultamiento
y las apariencias, de ese modo el personaje interpretado por Gloria Carrá
encuentra notorias dificultades para explicar a su entorno el inicio de su
relación con otra mujer.
Uno de los fenómenos más visibles en las sociedades
líquidas, según la definición de Bauman, estriba en el predominio de una
cultura individualista. Es así como la llegada de los hijos es percibida como
un obstáculo a la realización de un proyecto individual. Siguiendo este
razonamiento, no debe sorprender que se haya transformado significativamente el
ejercicio y el sentido de la paternidad y se retrase cuanto más tiempo sea
posible la llegada de los hijos. Esta ficción coral de cuatro treintañeros, y
cómo ellos lidian cotidianamente con esa condición, es un claro ejemplo de esta
situación.
* Docente de Historia
(UBA-Flacso-UNLZ). Página 12 – 19-0-2014