El integrante de Carta Abierta estuvo ayer en Santa Fe para dar una conferencia en la Sala Cervantes del Centro Cultural ATE Casa España. Antes de la misma, pudimos entablar una entrevista en donde se refirió a distintos tópicos, entre ellos la posibilidad de integrarse al nuevo Ministerio de Cultura de la Nación.
En estos días se habla con insistencia en varios "off de record" sobre la posibilidad de que te convoquen a integrar el nuevo Ministerio de Cultura, ¿estarías dispuesto a hacerlo?
La creación del Ministerio de Cultura es una gran decisión, yo siempre he mantenido una cierta distancia de lo que ha sido la gestión política por una cuestión también personal, pero hay momentos donde si es necesario que el aporte se dé, en este caso la construcción de un Ministerio con alguien como Teresa Parodi, si las condiciones se dan para hacerlo, bienvenido, creo que podría ser el momento.
La participación en el terreno político de intelectuales como los de Carta Abierta es algo singular en el escenario argentino, ¿se puede decir que han roto el divorcio entre el mundo de lo académico y la militancia política?
No es inédita la participación de intelectuales en la política. En la historia argentina hubo otros momentos muy importantes en los que desde “el mundo de la cultura” o de “lo intelectual, lo académico” se confluyó con movimientos históricos políticos. La fundación de la Universidad Nacional del Litoral en 1919, al año siguiente a la Reforma Universitaria fue resultado de un movimiento político-académico extraordinariamente importante. Cuando pensamos en los años sesenta o setenta, también vemos que hubo un cruce entre las nuevas militancias de aquel entonces que implicaron al peronismo y a las izquierdas, donde muchos cuadros formados en las universidades, que eran parte del mundo de la cultura, participaron activamente de esa Argentina extraordinariamente compleja. Estoy pensando en experiencias culturales que van desde el Instituto Di Tella hasta Tucumán Arde y la cantidad de universitarios que fueron absolutamente parte de esa historia con un enorme compromiso político. Intelectuales asesinados por la Triple A como Silvio Frondizi u Ortega Peña.
Lo que ocurre es que las circunstancias históricas presentes hacen visible lo que otros momentos tendieron a opacar. La década del 90 fue una década muy despolitizadora, de desilusión y cinismo, de replegarse sobre pequeños ámbitos Momentos de resistencias que eran muy particuares. Muchos de nosotros que habíamos tenido militancias en los tiempos juveniles durante los setenta, veíamos en los noventa a la política cada vez más lejos de los ideales transformadores.
Al volver la demanda, cuando regresan los desafíos de estar defendiendo un proyecto que uno siente que es lo mejor que le sucedió al país en décadas, reaparece el compromiso y la participación. Carta Abierta surgió de manera inimaginada, ante lo que era una enorme provocación de los sectores agromediáticos, nos juntamos tres o cuatro amigos: Nicolás Casullo, Horacio González, Jaime Sorín y algunos más. Dijimos "hagamos algo", para sorpresa ese "algo" nuestro se convirtió en un movimiento político cultural que seis años después sigue desplegándose, se sigue reuniendo cada quince días y ha generado que algunos de nosotros tengamos una participación pública muy intensa con la sensación de que somos parte de un proyecto que no es solo argentino, sino también sudamericano, porque esto se enhebró con lo que viene sucediendo en Venezuela, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay… y es parte de un momento novedoso de América Latina y particularmente de la Argentina. Tenemos que entender también que este es un proceso político sin garantías, porque los procesos históricos nos enseñan que la única garantía que existe es la reproducción del poder y de la barbarie. En Carta Abierta, hay que ir contra esa reproducción y esa repetición sosteniendo un compromiso público y político.
¿Cómo observás el protagonismo de los medios de comunicación masiva en la realidad política actual?
Desde hace mucho tiempo los medios de comunicación, las
grandes estructuras corporativo-mediáticas son un núcleo central del poder y de
lo que ha sido el giro neoliberal de los últimos treinta años de la historia
argentina. Ocupan un lugar clave, tienen que ver con la formación de sentido
común, de opinión pública. Construyen un relato extremadamente poderoso porque
se mete en el hogar de millones y millones de compatriotas, tienen una
capacidad de fuego inmensa, de daño, y por lo tanto no caben dudas de que
cualquier proyecto de matriz popular y democrática que tenga un objetivo
emancipatorio se enfrenta a una disputa por el sentido, por el lenguaje, por la
conciencia, por la narrativa histórica, que no es fácil.
Siempre digo que nosotros somos los débiles de esta película
porque los "fierros mediáticos", la capacidad de construir sentido común está del lado de los que son los dueños de la
industria del espectáculo, de la cultura, de la comunicación y que en la
sociedad mass mediatica contemporánea
tienen una incidencia central. No sólo en la Argentina, es un fenómeno global.
Cuando uno mira los grandes medios de comunicación, lo que ve es justamente la
derecha neoliberal imponiendo sus
condiciones. La narrativa del terror económico en la Europa contemporánea hace
que los pueblos acepten pasivamente los planes de ajustes salvajes que están se
están ejerciendo sobre ellos.
La concentración mediática en América Latina, desde Televisa
en México, Red O Globo en Brasil, hasta Clarín en Argentina marcan el papel
central de los grandes consorcios multimediáticos, como la vanguardia
ideológico cultural de un sistema de dominación. Por eso la reacción brutal
contra experiencias y gobiernos, en este caso el argentino, que han salido a
cuestionar e intentar legislar en un sentido democrático y desmonopolizador
como ha sido la Ley de Servicios Audiovisuales. Son implacables y van a seguir
siendo implacables. La tarea de saltar ese blindaje comunicacional es con las
herramientas genuinas de la participación y de la construcción democrática,
saliendo a dar la pelea contra esos grandes medios.
Hace unos días, hablando con el titular del Afsca Martín
Sabatella, me decía que en otro contexto histórico hubiera sido inimaginable
que el Grupo Clarín tuviera que adecuarse, avanzando en un cambio de
estructuras en las que dos nombres emblemáticos como lo son Ernestina Herrera
de Noble y Héctor Magnetto decidan salir de Clarín e irse a otra empresa. Esto
parece algo peueño, pero no lo es, tiene un peso simbólico muy grande. Recordemos
que éste era el Grupo que determinaba en gran medida la travesía del poder y de
la política en Argentina, aquella famosa frase de Magnetto cuando le
preguntaron por la presidencia de la Nación y dijo “cargo menor” tiene que ver
con una ideología, con toda una concepción y con el papel devastador de ciertas
estructuras mediáticas a lo largo de estos treinta años de democracia.
Alfonsín lo padeció, a él lo destruyeron y después
cínicamente lo despidieron como "el padre de la democracia" cuando ya estaba muerto. Quiero decir, el poder de
fuego de los medios de comunicación concentrados, su entramado con los grandes
intereses corporativos económicos del país, y también de intereses de las
multinacionales extranjeras, ha sido muy significativo en Argentina. Por eso,
creo que lograr la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue algo extraordinario, con
sus limitaciones, sus problema.
La gente piensa que una ley que es desmonopolizadora redefine el núcleo de la gran disputa por el
sentido y no es así. Lo que avanza con la ley es la posibilidad de democratizar
la distribución, de romper estructuras monopólicas, habilitar una
federalización, pero el camino de la disputa cultural, de la disputa por el
sentido de la trama simbólica implica otras cosas. Se ha hecho mucho, hay muchísimo por hacer, siempre a
contracorriente porque los que vamos a contracorriente somos nosotros. Los multimedios y el lenguaje de la industria
del espectáculo es un lenguaje construido desde el poder que tiene una
incidencia fenomenal sobre la cotidianidad, sobre la conformación de
subjetividad en la sociedad contemporánea.
Esta es una disputa que no es
sencilla, que no se resuelve de la noche a la mañana, tiene que ver con un
proceso constante que requiere ampliar los niveles de ciudadanía, la
construcción de derechos, la distribución más igualitaria de lo material, pero
también de la palabra, de lo simbólico. Esto es parte de lo que se ha hecho en
estos años.
¿Cuál es el rol de las nuevas generaciones en este proceso político?
Con los jóvenes hay una gran responsabilidad, el peligro siempre es la desilusión, la sensación de que todo aquello que se ha puesto en movimiento se paralice y lo que comenzó siendo un sueño se torne en una pesadilla. Muchos jóvenes que en el 83, con el retorno a la democracia se entusiasmaron imaginando una nueva sociedad, un nuevo país, al final del primer periodo democrático, después de los levantamientos de Semana Santa, de la hiperinflación y lo que sucedió en la Argentina, entraron a los años 90 completamente desilusionados. Eso permitió el gran cinismo de los noventa y las transformaciones neoliberales de esa década. Hoy es todo lo contrario: existe la posibilidad de pensar, de actuar y sobre todo de ser parte de un momento histórico refundacional para el país. Por eso hay tanto compromiso y participación en los jóvenes.
¿Cómo tenemos que mirar la historia?
Para mí es muy importante pensar el presente jugando en
espejo con momentos muy fuertes, muy significativos de la historia,
comprendiendo que la historia nunca es algo ya acontecido. No es un
objeto que ponemos en la vitrina y vamos como quien va al museo a ver cómo
eran las cosas cincuenta años atrás o quinientos años atrás, el presente
siempre interpela el pasado y se modifican los dos.
Cuando citamos al pasado, el pasado es otro. Se modifica el
pasado y se modifica el presente. El pasado siempre es un espacio de querella,
de disputa, de discusión porque hay tantos pasados como posiciones diferentes
respecto del presente.
Por eso si nosotros pensamos la Revolución de Mayo, y lo
hacemos bajo las premisas de este momento histórico, seguramente nuestra
lectura es muy distinta de la que gran parte de la sociedad tuvo en la década
del 90 sobre el mismo acontecimiento histórico, porque en un país vaciado de
contenido, con una soberanía maltrecha, en pleno deseo de “relaciones carnales” ¿de qué independencia, de qué autonomía, de qué emancipación hubiéramos podido hablar? Incluso hablar de peronismo y del 45 hoy, es diferente que haberlo hecho durante el menemismo, entre otras cosas, por lo que ha sucedido
con el propio peronismo.
La historia siempre está en movimiento, es algo vivo porque
el presente es quien la convoca, la cita, la discute y se apasiona con eso
porque tiene que ver con ese presente, de eso se trata la mirada en espejo.
Entrevistó Daniel Dussex - eh! Agenda Urbana