Los acontecimientos que derivan en el 25 de mayo de 1810, con todo su significado para la historia de nuestro país, fueron jalonando diferentes episodios. Uno de ellos fue el del Cabildo Abierot del 22 de amyo. El historiador Felipe Pigna escribe sobre lo sucedido ese día.
A las nueve de la mañana del lunes 21 de mayo de 1810, se
reunió el Cabildo como todos los días para tratar los temas de la ciudad. Pero
a los pocos minutos los cabildantes tuvieron que interrumpir sus labores. La
Plaza de la Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y
puñales que llevaban en sus sombreros el retrato de Fernando VII y en sus
solapas una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española desde la
defensa de Buenos Aires. Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo
French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la "Legión
Infernal" y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo
Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud. El síndico Leiva sale
al balcón y anuncia formalmente el ansiado Cabildo Abierto para el día
siguiente. Pero los "infernales" no se calman, piden a gritos que el
virrey sea suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios,
Cornelio Saavedra quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus
reclamos.
Ya desde temprano, en la mañana del 22 de mayo, fueron
llegando los "cabildantes". De los 450 invitados sólo concurrieron
251. También estaba presente una "barra" entusiasta. En la plaza
French, Beruti y los infernales esperan las novedades. La cosa se fue
calentando hasta que empezaron los discursos, que durarán unas cuatro horas,
sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. Comenzó hablando el Obispo
Lué diciendo que mientras hubiera un español en América, los americanos le deberían
obediencia. Le salió al cruce Juan José Castelli contestándole que habiendo
caducado el poder real, la soberanía debía volver al pueblo que podía formar
juntas de gobierno tanto en España como en América. El Fiscal de la Audiencia,
Manuel Villota señaló que para poder tomar cualquier determinación había que
consultar al resto del virreinato. Villota trataba de ganar tiempo, confiando
en que el interior sería favorable a la permanencia del virrey. Juan José Paso
le dijo que no había tiempo que perder y que había que formar inmediatamente
una junta de gobierno.
Casi todos aprobaban la destitución del virrey pero no se
ponían de acuerdo en quien debía asumir el poder y por qué medios. Castelli
propuso que fuera el pueblo a través del voto el que eligiese una junta de
gobierno; mientras que el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era
partidario de que el nuevo gobierno fuera organizado directamente por el
Cabildo. El problema radicaba en que los miembros del Cabildo, muchos de ellos
españoles, seguían apoyando al virrey.
El debate del 22 fue muy acalorado y despertó las pasiones
de ambos bandos. El coronel Francisco Orduña, partidario del virrey, contará
horrorizado que mientras hablaba fue tratado de loco por no participar de las
ideas revolucionarias "... mientras que a los que no votaban contra el
jefe (Cisneros), se les escupía, se les mofaba, se les insultaba y se les
chiflaba."
Felipe Pigna (El
Historiador)