La protección de los datos personales y la remoción de
información falsa y/o difamatoria se choca con el debate sobre la
responsabilidad de los buscadores respecto a contenidos de terceros.
La Corte Suprema discute el caso de María Belén Rodríguez, la modelo argentina que demandó a Google porque su imagen aparecía en sitios pornográficos. Europa
acaba de aprobar el “derecho al olvido” y muchos temen por una peligrosa
“reescritura de la historia”. ¿Qué peligros conlleva una internet bloqueada y
aún más confusa?
Internet es una enorme base de datos porque nosotros también
lo somos. Datos generados por nuestra cuenta (actualizaciones de estado,
material bibliográfico, clicks que alimentan servicios personalizados) o por
terceros (menciones, calificaciones, referencias). También información falsa o
difamatoria. Internet convirtió nuestra actividad cotidiana en una enciclopedia
viva y vertiginosa; una sociedad transparente y autoconsciente, disponible las
24 horas del día. Por eso es una actividad tan seductora el googleo o incluso
el autogoogleo: es la posibilidad inédita de ver qué opina la comunidad; de
acariciar el ego sabiendo qué ven los otros cuando tipean nuestro nombre. Es
una forma de conocer nuestro perfil “público”. Una forma superficial, por
supuesto, como un cotilleo laboral o la descripción que nos hace el portero de
la abogada del 4 B, y que por eso mismo está lejos de los perfiles más
completos -y complejos- que poseen los gobiernos o las grandes corporaciones
que predicen y definen nuestra vida. Pero ese es otro tema.
Ciudadana de su tiempo, la modelo María Belén Rodríguez
decidió hace algunos años googlear su nombre. En realidad lo hizo la tía de su
actual marido, “la única que entraba a Internet” de su familia, según afirmó en
una entrevista reciente con el diario Tiempo Argentino. Rodríguez es oriunda de
Mina Clavero, Córdoba, y también tiene familiares en Salta. Destaco estos datos
porque son relevantes en su relato: cuando la tía en cuestión, narró Rodríguez,
buscó a la novia de su sobrino en Google, se encontró con una pléyade de sitios
pornográficos y de oferta sexual decorados con su imagen. Sus familiares se
inquietaron, el pueblo chico habló. Rodríguez, migrada a Buenos Aires para
cumplir el sueño de ser modelo, se afligió a la distancia. Creyó que habían
manchado su nombre. Tenía razón. Pero contraatacó denunciando a Google y Yahoo!
“Lo que se discute es
el rol de los buscadores respecto a los contenidos de terceros. “Ojalá sea el
primer fallo que establezca un régimen de responsabilidad”, sostuvo uno de los
demandantes. Pero la “responsabilidad” de los intermediarios, alertan en la
vereda opuesta, puede afectar la libertad de expresión, al justificar la
censura previa"
No es el primer caso. Antes la ex Bandana Virginia Da Cunha
y la bailarina y ecologista Evangelina Carrozo -entre otras figuras del
espectáculo- llevaron a los buscadores a los tribunales. Sus figuras habían
sido utilizadas por terceros; Google indexaba esos resultados junto a las
entrevistas periodísticas, las entradas en Wikipedia y los fan sites. En el
primer caso, la Cámara Nacional Civil revocó en segunda instancia el fallo ya
que los buscadores, aseguró, son responsables “sólo cuando sean negligentes en
bloquear resultados claramente ilegales”.
El caso Rodríguez, sin embargo, es relevante porque es el
primero de su tipo en llegar a la Corte Suprema. En ese contexto, el 21 y 29 de
mayo últimos el máximo tribunal convocó a dos audiencias públicas para discutir
la causa. Expusieron abogados y especialistas en telecomunicaciones más los
representantes legales de ambas partes. Se espera que en las próximas semanas
la Corte se expida sobre este caso que sentará precedente.
Lo que se discute es el rol de los buscadores respecto a los
contenidos de terceros. “Ojalá sea el primer fallo que establezca un régimen de
responsabilidad”, sostuvo uno de los letrados demandantes. Pero la
“responsabilidad” de los intermediarios, alertan en la vereda opuesta, puede
afectar la libertad de expresión, al justificar la censura previa y la remoción
de ciertos resultados. Internet quedaría así atada a una retahíla de filtros
privados y contenidos invisibilizados.
A su vez, la demanda se ampara en una interpretación del
artículo 31 de la vetusta Ley de Propiedad Intelectual, que sostiene que toda copia
requiere autorización expresa del autor, para denunciar un uso “indebido” y no
autorizado de la imagen de la modelo. De validarse este argumento al terreno de
internet, prácticamente ningún contenido -salvo aquellos autorizados o de
dominio público- podría ser utilizado. Internet se parecería así a las
primitivas páginas de hace 20 años o los tableros de anuncios de la década del
80.
Semanas atrás el Tribunal de Justicia de la Unión Europea le
dio la razón al español Mario Costeja González en una demanda contra Google.
Costeja González denunciaba que cada vez que alguien buscaba su nombre, Google
devolvía un viejo artículo del diario catalán La Vanguardia sobre un embargo
por deudas. La noticia era real pero Costeja González, que ya había saldado su deuda,
creía que eso afectaba su reputación. El Tribunal le dio la razón y reconoció
el llamado “derecho al olvido”. Mientras escribo esto, Google lanzó un
formulario para que los usuarios europeos puedan exigir la baja de información
“perjudicial”. Si bien el fallo preserva del borrado a los “datos de interés
público”, la sentencia abre el camino a una peligrosa reescritura colectiva de
la historia.
En la tensión entre la protección de los datos, la
integridad personal ante contenidos difamatorios y la responsabilidad amplia de los
intermediarios, parece habitar el peligro, como dijo uno de los expositores en
la audiencia pública por el caso Rodríguez, de “lobotomizar internet”. A la
poca información disponible -cuestión que siempre se pone en escena cuando
surgen esta clase de debates- se le suma el riesgo de una internet aún más
confusa e incompleta. Como todos los resultados referidos a María Belén
Rodríguez fueron removidos por Google, poco antes de la audiencia varios medios
locales la confundieron con otra María Belén Rodríguez, una modelo argentina
que trabaja en la televisión italiana. Las fotos de esta también bella María
Belén Rodríguez, con un vestido ceñido al cuerpo y un tajo que nacía a la
altura del hueso isquión y dejaba entrever unas piernas largas y sedosas
apareció ilustrando titulares como “La modelo que le hizo la guerra a Google”.
Víctima del verosímil y el googleo atolondrado, la imagen de esta homónima
María Belén Rodríguez también fue mal utilizada. Romper internet está lejos de
generar un mundo mejor.
Autor: Diego Sánchez