Hace 40 años se estrenaba La
Patagonia rebelde, la película dirigida por Héctor Olivera. La misma reconstruye los fusilamientos a trabajadores en la Patagonia a principios de la década del 20, basándose en la
investigación de Osvaldo Bayer.
Su importancia trasciende diversas fronteras y por eso es
una película única. Bien vale recordarla por sus méritos cinematográficos: fue
una producción acorde con los estándares más elevados de la industria
cinematográfica de la década del 70; contó con un reparto actoral excepcional
del cual surgieron o se consolidaron los actores nacionales más destacados de
los últimos cuarenta años; e innovó en términos estéticos y narrativos,
proponiendo un relato político e histórico como una épica de un western
patagónico, y que además por primera vez cuestionaba el accionar de los
uniformes militares.
Pero también es valiosa en términos políticos: todo el
derrotero por el que sus hacedores tuvieron que pasar, desde el germen del
proyecto, pasando por la filmación, montaje, aprobación y calificación,
llegando al estreno, su premiación en el festival de Berlín, años de
prohibición y amenazas y reestreno en democracia, son, para decirlo
sencillamente, otra película en sí misma.
Y es única además en términos históricos, en un momento en
donde contar las historias de las víctimas no estaba de moda. La Patagonia
rebelde recrea con sus argumentos cinematográficos un hecho histórico que hasta
ese momento había permanecido oculto al gran público. Y fue un hecho histórico
realmente trágico, cruel, en donde cientos de trabajadores fueron fusilados por
solicitar, entre otras sencillas peticiones, “botiquines con instrucciones en
español en vez de en inglés”. Fue la primera película en denunciar los
inquebrantables lazos entre la oligarquía y el Ejército.
Desandar el camino de La Patagonia rebelde es encontrarse
con la conmovedora gesta de un grupo de obreros de pie, inmersos en la región
más inhóspita y legendaria de nuestro país. Y también atravesar nuestra
historia política más reciente. Al fin y al cabo, un siglo después de su
heroica lucha, el gallego Soto y Facón Grande siguen teniendo razón.
EL PROYECTO
A mediados de los años sesenta Osvaldo Bayer comenzó a
investigar las huelgas patagónicas y su trágico desenlace, un tema que durante
su infancia formaba parte de las conversaciones de la familia ya que sus padres
habían vivido en Río Gallegos, muy cerca de la cárcel en la que fueron
encerrados algunos huelguistas. Las diferentes versiones de los hechos
despertaron la curiosidad de Bayer: mientras su padre recordaba con pesar el
sufrimiento de los huelguistas, su madre minimizaba los hechos de un modo más ajustado
a la versión oficial. Bayer guardó algunos panfletos y documentos coleccionados
por su padre en aquella época, que serían el punto de partida de una profunda
investigación que le llevó más de siete años.
Poco se sabía del tema hasta ese entonces. El abogado y
periodista Jose Maria Borrero, que había sido testigo directo de los hechos,
hizo su aporte en 1928 con la publicación de La Patagonia trágica, en donde
testimoniaba los inicios de las huelgas patagónicas. Un anunciado segundo tomo,
a llamarse Orgía de sangre, nunca llegó a ser publicado.
El escritor y ensayista David Viñas, por su parte, publicó
en 1958 la novela Los dueños de la tierra. Su padre, Ismael Viñas, había sido
el juez enviado por el gobierno de Hipólito Irigoyen para interceder durante la
primera etapa del conflicto.
En 1968 Bayer trabajaba en el diario Clarín y, a pedido de
Félix Luna, publicó un puñado de artículos en la revista Todo es historia. Este
fue el inicio de la serie de libros titulada Los vengadores de la Patagonia
trágica, con sus tres primeros tomos publicados en Argentina por la Editorial
Galerna y un cuarto durante su exilio en Alemania. Todas estas publicaciones
habían sido leídas por el director
Héctor Olivera
EL DIRECTOR Y SU ACERCAMIENTO A LAS FUENTES.
Así, La Patagonia rebelde sería el título más emblemático de
Aries Cinematográfica, productora fundada por Olivera y Fernando Ayala y que
realizó hasta el día de hoy un total de 102 películas.
El contrato entre Bayer y Aries se firmó con el compromiso
de respetar el espíritu del libro, incorporando al autor en la elaboración del
guion y posteriormente en la elección de las locaciones.
EL ROL DE BAYER EN EL PROYECTO Y EL RODAJE.
Todo esto sucedió durante la breve primavera Camporista, en
un escenario más que alentador para un proyecto que, entre otras cosas,
denunciaba la alianza histórica entre la derecha y el Ejército Argentino. Una
vez terminado, el guion fue presentado al Ente de Calificación presidido por
Octavio Getino, quien había co-dirigido em 1968, junto a Pino Solanas, La hora
de los hornos. Su aprobación fue inmediata, al igual que en el Instituto de
Cine, en ese entonces presidido por el veterano director Mario Soffici , quien
con entusiasmo otorgó el préstamo necesario para la realización de la película.
Tal cual consta en la apertura de la película, algunos
hechos fueron condensados y los nombres de varios personajes fueron modificados
con respecto al libro de Bayer. Esto se debió, en muchos casos, a razones puramente
cinematográficas, pero lo cierto es que aún en democracia los militares eran
capaces de poner obstáculos. Olivera y Ayala sabían muy bien que tan lejos
podían llegar con el guion y optaron por cambiar los nombres de algunos
militares, como el del teniente Anaya, todavía vivo en ese entonces y con
descendientes en las armas. También desecharon una escena que a Bayer le
hubiera encantado incluir, aquella en la que un grupo de prostitutas se negaron
a prestar sus servicios a los soldados que habían consumado la matanza de los
obreros.
OLIVERA Y EL CONTEXTO POLÍTICO AL INICIO DEL RODAJE.
Pero en julio de 1973 se produjo la renuncia de Cámpora y
con Lastiri como presidente interino, se esperaba el arribo de Juan Domingo
Perón para su tercer ciclo presidencial. El asunción de Lastiri con López Rega
operando en las sombras no era un buen presagio, sobre todo para Osvaldo Bayer
que debió padecer la prohibición de su libro acerca de Severino Di Giovanni. La
estrategia de Olivera y Ayala sería, una vez finalizado el rodaje, lograr la
autorización para el estreno de La Patagonia rebelde ya con el viejo general el
poder. Cuando Perón asumió la presidencia en octubre de 1973 la situación
política había mutado drásticamente.
Y así fue que Aries Cinematográfica partió hacia el sur para
iniciar el rodaje en enero de 1974.
EL RODAJE
La película comenzó a filmarse en enero de 1974. Se trató de
una aventura cinematográfica única hasta ese entonces, tanto por la envergadura
del proyecto como por las condiciones en las que se iba a desarrollar. Pocas
veces el cine argentino se había adentrado tan profundamente en las
inmensidades patagónicas y mucho menos para abordar un tema tan comprometido.
La empresa requería la máxima organización por parte de la productora Aries,
que había llevado hasta Santa Cruz a un nutrido grupo de técnicos y actores y
programado jornadas de rodaje en locaciones por lo general muy distantes unas
de otras. La mayoría de las escenas fue rodada en localidades carentes de
infraestructura o directamente en exteriores a campo abierto. En muchas
ocasiones, según relata Federico Luppi, había que movilizar, además del equipo
y los protagonistas, a decenas de extras. Si una demora en cualquier producción
cinematográfica cuesta mucho dinero:¿qué decir de La Patagonia rebelde? Además,
las noticias que llegaban desde Buenos Aires sobre la situación política eran
preocupantes.
La comunidad de Santa Cruz recibió con entusiasmo al equipo
de filmación y a los actores que llegaban para recrear un episodio fundamental
de su historia.
Una de las personas que más colaboró con el rodaje de La
Patagonia rebelde fue el gobernador de Santa Cruz, Jorge Cepernic, a quien
Bayer había conocido cuando realizaba la investigación. Olivera recuerda su
valiosa colaboración:
OTRA VALIOSA PARTICIPACIÓN DE CEPERNIC.
El 19 de enero de
1974 el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) atacó la guarnición de Azul en
el marco del cada vez más creciente rumor acerca de la deteriorada salud de
Perón. En ese contexto, el gobernador Cepernic desoyó una
"sugerencia" del Estado Mayor Conjunto respecto a impedir la
continuación del rodaje de la película. En efecto, Cepernic se subió a un avión
y se presentó en la estancia “La Anita”, donde se estaba filmando la escena de
los fusilamientos, para poner a Olivera al tanto de la situación. Había que
apurar el rodaje de una película que, a la luz de la situación política, tal
vez nunca podría estrenarse.
La etapa de rodaje concluyó en los estudios Baires de la
localidad bonaerense de Pacheco. De día fueron filmadas las escenas de
interiores y de noche se iba realizando el montaje mientras Oscar Cardozo Ocampo
avanzaba con la banda musical. Con tan sólo un mes de pos producción, La
Patagonia rebelde estaba lista para ser presentada al Ente de Calificación. Era
el 5 de abril de 1974.
(Fuente: Especial Telam)
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