La personería jurídica para el partido de Alejandro
Biondini, la venta de libros, videos, películas y cruces esvásticas, evidencian
la persistencia de las ideas racistas. La acción del Inadi y la opinión de especialistas.
Por Florencia Guerrero
Por décadas permanecieron a las sombras de un sistema que
desprecian, pero cuando el juez Ariel Lijo otorgó la personería jurídica al
partido neonazi encabezado por Alejandro Biondini –luego de cuatro intentos que
fueron rechazados en el ámbito judicial–, las ideas de extrema derecha
volvieron a debatirse en la agenda pública. Pero más allá de la cristalización
en la esfera política, ¿de qué habla la venta sin restricciones de Mi lucha,
películas defensoras del nazismo y hasta cruces esvásticas?
El aspecto literario de esa realidad que se vive en la
Argentina genera desaliento y con buena razón. Según un relevamiento realizado
por el Inadi, en los tres años que lleva de gestión la Plataforma por una
Internet Libre de Discriminación recibió 3.249 reclamos. De ese total, 1.163
correspondieron a casos sucedidos dentro de la red social Facebook, de los que
se resolvieron 584 a través de la eliminación de contenidos o de la baja de
páginas, grupos o usuarios.
“Facebook es una de las plataformas preferidas a la hora de
publicar contenidos relacionados con racismo. En los últimos seis meses, un cuarto
de los contenidos denunciados tienen que ver con ideas racistas o antisemitas”,
consigna el informe. Entre los últimos casos denunciados en esa red social
están las páginas “Me lo contó un judío” y “Me lo dijo un hebreo”, que
incitaban al odio y a la violencia contra el pueblo judío.
En uno de esos sitios se leía: “Tenés un mosquito en la
nuca... ¿te lo saco?”, y a continuación se podía ver el dibujo de una persona
arrodillada, que recibía de espaldas un tiro en la cabeza. Lo aterrador es que
sólo esa imagen contaba con 1.500 likes (“me gusta”).
La ley 23.592, antidiscriminatoria, es clara al consignar
penas de prisión de un mes a tres años para los que participen en una
organización o realicen propaganda basados en ideas o teorías de superioridad
de una raza o de un grupo de personas de determinada religión, origen étnico o
color, que tengan por objeto la justificación o promoción de la discriminación
racial o religiosa en cualquier forma. “En igual pena incurrirán quienes por
cualquier medio alentaren o incitaren a la persecución o el odio contra una
persona o grupos de personas a causa de su raza, religión, nacionalidad o ideas
políticas”, reza la normativa. Aun así, en la Argentina, Mi lucha, de Adolf
Hitler, se vende en varios quioscos de la terminal de Retiro y de la línea B
del subte. También se lo puede ver exhibido en el local de Global Blue del
Aeropuerto Internacional de Ezeiza.
“Cuando uno habla de colonia alemana, estamos hablando de
mucha gente con un poder económico importante. Eran gente poderosa y no todos
fueron nazis. Cada uno tuvo su prensa, sus colegios, su sindicato”, analiza
Jorge Camarasa, autor de América Nazi, un libro que rescata la historia de
todos los nazis que vinieron a América latina después de la guerra. “Un 98 por
ciento entró por el puerto de Buenos Aires –agrega el historiador–, y después
algunos de ellos se fueron a otros países, como Bolivia, Chile, Paraguay o
Brasil. Este país les fue un sitio de fácil acceso y por eso no es extraño que
se afincaran y desarrollaran su ideología”.
En un paseo virtual tampoco se gana para sustos. Si las
cuponeras o los sistemas de venta online han dado herramientas para la venta en
el anonimato, las librerías en la red se multiplican, con nombre y apellido.
Por ejemplo, la recorrida a la Librería Argentina es no apta para
impresionables, con una esvástica oficiando de logo. Entre el material que está
a la venta se ofrece Lucha contra el enemigo del mundo, un tratado ofensivo
hacia el judaísmo escrito por el militar Julius Streicher, juzgado
históricamente en Nuremberg.
En términos audiovisuales la cosa se agrava, Videos Walhalla
provee láminas y pinturas de Hitler, videos en defensa de sus consignas y demás
material pro nazi. En cualquier caso, ninguno de los comercios expone dirección
física. La ilegalidad es amiga de la ausencia de paradero, por eso para
conseguir cualquier producto hay que mandar un e-mail y esperar respuesta.
Para el rabino Abraham Skorka “es difícil decir si la
existencia de librerías o gente interesada marca que hemos involucionado
culturalmente, pero estoy convencido de que para terminar con la ignorancia en
la que se origina el hecho de que haya gente que promueve este tipo de cosas,
es necesario que los medios informen de qué se trata el nazismo”.
Para los historiadores, a mediados del siglo XX América del
Sur fue terreno preferencial para un siniestro grupo de inmigrantes. Josef
Mengele, Klaus Barbie, Adolf Eichmann, Whalter Rauff, Fritz Schwend, Herbert
Cuckurs, Franz Stangl, Alfons Sassen, Hans Rudel, Josef Schwammberger, Erich
Priebke, son algunos de los que se instalaron desde Quito hasta Punta Arenas,
en las urbes cosmopolitas o en parajes rurales. “Este era un continente sin
fronteras, amigable para que militares y militantes de las SS se refugiaran y prosperaran.
Científicos, técnicos, ideólogos, oficiales y burócratas nazis llegaron por
miles escapando de la Justicia”, insiste Camarasa. Por esa causa, según el
historiador, no es extraño que esas ideas prosperen.
En el caso del libro escrito por Hitler, desde que en 1945
los derechos pasaron a manos del Estado alemán, se prohibió su impresión,
difusión o publicación del texto en cualquier formato. La prohibición regirá
hasta finales de 2015, cuando los derechos sean legalmente liberados. Alentados
por esta noticia, ciertos integrantes de organismos de extrema derecha parecen
frotarse las manos, mientras por ahora infringen la ley.
El rumor se convirtió en dato concreto hace menos de un mes
cuando Jorge Grillo, jefe del Área de Investigaciones Criminales de la Policía
Metropolitana, y el subinspector Sergio Barbosa expusieron el resultado de 14
allanamientos a librerías y centros de venta clandestina, en los que se
incautaron 100 mil ejemplares apócrifos de libros de culto, entre los que
destacaba, para su sorpresa, Mi lucha. Frente a esto, Skorka es terminante:
“Toda organización, del tipo que sea, que se manifiesta con proclamas de odio o
segregación hacia otros, merece la reprobación generalizada, pero sin
violencia. Hay que demostrar que somos muchos más los que creemos en la
necesidad de proteger el derecho a la vida que tanto esfuerzo nos costó
conseguir”.
Dicen que hace unos años Peter Raubal, nieto de la media
hermana de Hitler, pidió al Estado alemán los derechos sobre Mi lucha, y en su
defensa argumentó: “No tenemos ningún cargo de conciencia por lo sucedido. Los
sobrevivientes recibieron indemnizaciones, y los trabajadores esclavos, las
suyas. Llego la hora de que recibamos lo nuestro”. Habrá que esperar para ver
qué opinarán los herederos de esta subcultura neonazi que ocupó hace muchas
décadas el país y resiste, amparada por el anonimato y ahora por la Justicia.
NAZIS EN LAS SIERRAS
La provincia de Córdoba fue una de las regiones elegidas por
los jerarcas nazis para huir de Alemania, una vez finalizada la Segunda Guerra
Mundial. En la actualidad, muchas son las anécdotas que hablan de alemanes
afincados en grandes mansiones en las localidades turísticas de La Falda y
Villa General Belgrano. De hecho, en este pueblo, la presencia alemana data desde
antes de que estallara la guerra.
En 2013, la Justicia cordobesa investigó un local a raíz de
una denuncia por venta de ropa con símbolos nazis. El negocio, ubicado en la
zona céntrica de Villa General Belgrano y llamado Bismarck, ya había sido
advertido en otras oportunidades, aunque ahora la presentación fue realizada
por la delegación Córdoba del Instituto Nacional contra la Discriminación, la
Xenofobia y el Racismo (Inadi), y está siendo investigada por la Justicia
Federal bajo la ley nacional que prohíbe la promoción de imágenes y simbología
que promuevan la discriminación y el racismo. Según la legislación, todo lo que
haga referencia al movimiento nazi liderado por Adolf Hitler a mediados del
siglo pasado incumple con esa normativa. Adriana Domínguez, titular del Inadi
en Córdoba, sostuvo en su momento que la investigación se inició a raíz de las
denuncias recibidas a través de Internet por la venta de elementos con
simbología nazi en dos negocios de la villa: en un comercio de venta de
antigüedades había una estatua con un uniforme nazi y otros elementos alusivos.
“Allí tuvimos buena recepción: se hizo una audiencia de conciliación en la que
sus propietarios reconocieron el error y se comprometieron a no repetirlo, y
nuevas inspecciones constataron ese cumplimiento”, explicó Domínguez al diario
La Voz del Interior. Mientras que en el caso del local Bismarck, que ya contaba
con denuncias radicadas en el 2006, “no hallamos respuestas satisfactorias: en
noviembre pasado terminamos presentando una denuncia ante la Justicia Federal
de Córdoba, que está investigando la fiscal Graciela López de Filoñuk”, precisó
Domínguez tras señalar que aquella fue “la tercera actuación, en varios años,
por este motivo en ese mismo comercio”
(Fuente Veintitrés - 18 de junio)