
"Un paso más allá en la relación entre ciencia y vida
cotidiana, el libro juega con la idea de que los científicos también hacen
asado y pueden contar este rito -explica Golombek- No estamos hablando de
cualquier comida sino de una que nos identifica culinaria y socialmente. El
asado es mucho más que poner un trozo de carne a la parrilla... es juntar a la
familia o a los amigos en un ritual que demanda tiempo y tiene un montón de
instancias.
Desde una perspectiva coral y multidisciplinaria -son en
total doce los autores reunidos en esta obra, provenientes de la bioquímica, la
gastronomía, la veterinaria, la química o la computación-, "El parrillero
científico" (Siglo XXI editores) contempla un aprendizaje de las
instancias decisivas para lograr un asado óptimo en perfecta armonía con sus
acompañamientos.
Técnicas para avivar el fuego, estrategias para seleccionar
los mejores cortes y secretos para optimizar los nutrientes de las ensaladas
conviven en este volumen compilado por Golombek con un recorrido enológico que
resume los mejores maridajes y recetas de carnes, adobos y hasta un estelar
"panchoripán".
"Uno podría pensar que la ciencia sirve para entender
al mundo pero también para operar sobre él. Hoy, en paralelo al trabajo en los
laboratorios, muchos científicos están trabajando como consultores en la Bolsa
o en bancos. Tienen una mirada de como opera el mundo que es complementaria a
la de otros actores tradicionales para estos campos", destaca Golombek.
La gastronomía genera la ilusión de que la ciencia está al alcance de
todos ¿En qué medida cuando uno cocina pone en juego muchas de las categorías
sobre las que trabajan los científicos, como la exploración, la investigación,
etcétera...?
Cuando uno cocina, efectivamente está haciendo ciencia. No
en términos "profesionales" pero sí como un proceso que permite
transformar materia. ¿Cómo ocurre eso? A partir de reacciones químicas y
físicas. Pero además se aplica la biología porque todo cocinero debe saber de
dónde proviene la comida.
El asado o cualquier otra preparación tiene un método: hay
algo de prueba y error, cosas que sabés que no se pueden mezclar y otras que se
deben combinar en determinada secuencia.
¿La ciencia tiene cada vez más preponderancia en la agenda social? En los últimos años se han instalado
en los medios con más fuerza temas disparados por fenómenos científicos...
Hace unas décadas había muy poca presencia de la ciencia en
los diarios; apenas panegíricos, obituarios y notas solemnes que nadie leía.
Actualmente hay un cambio hoy en cuanto a la comunicación de la ciencia,
particularmente amparada en tres aspectos: por un lado muchos científicos -en
especial los más jóvenes- se están dando cuenta de que contar lo que hacen es
parte de su trabajo.
Por otro lado, hoy tenemos un montón de contadores
profesionales, es decir, periodistas científicos, mientras que antes quien
cubría una nota de ciencia no tenía idea del fenómeno científico en general.
Finalmente, la tercera pata es el público, que quiere saber
de qué se trata. Por ahí el gran anzuelo es la tecnología, pero también la
ciencia. Está claro que para elegir, para decidir entre opciones, uno necesita
valerse de un criterio científico, sobre todo cuando hablamos de salud, de
energía, de contaminación o de recursos naturales.
¿Cómo acompaña ese proceso el otro desembarco fuerte que tuvo la
ciencia en los últimos tiempos, relacionado con su inclusión en exitosos programas de ficción como las series
"The Big Bang Theory" o "Fringe"?
Siempre hubo un arquetipo de científico muy explotado por la
ficción o por Hollywood: el del hombre con guardapolvo, anteojos, un poco
desaliñado que vive recluido en el laboratorio. Sin perder el arquetipo, lo que
se logró en los últimos años a partir de esos ciclos es humanizarlo un poco,
meterse en su vida cotidiana: mostrarlos cuando salen a pasear, cuando están en
pareja...
En la literatura hay muchos ejemplos de los que se llama
ciencia en la ficción, escritores que te permiten leer con pasión inédita, como
Ian McEwan, David Lodge y Guillermo Martínez. En el caso de la TV, el arquetipo
reaparece con variantes en ciclos como "The Big Bang Theory" y
"Dr. House", que encarna al científico loco, aislado y huraño que
dice cualquier verdura y siempre la pega.
Más alla de esos programas, cada vez más la gente se anima a
usar los recursos de los distintos formatos para comunicar la ciencia: ahora
muchos conductores se animan a hablar de la comba de una pelota cuando se está
relatando un partido de fútbol o de ciencia en un programa de cocina.
La literatura siempre fue vista
como una construcción ¿La ciencia empieza a ser vista del mismo modo?
Los sociólogos y los filósofos de la ciencia vienen
trabajando desde hace algunos años en entender a la ciencia como una retórica,
como una construcción. La ciencia está asociada a los números y a lo exacto,
pero quienes hacen la ciencia son humanos. Por lo tanto están contaminados por
modas, por envidias, por fraudes...
En definitiva, la ciencia es una construcción temporaria,
falible, pero honesta que permanentemente trata de indagar en qué falló para
mejorar y tener nuevos métodos para ver un poco más allá.
Así como la literatura se puede basar en hechos de realidad
pero depende de fenómenos creativos y de inspiración, la ciencia no: tiene poco
de inspiración, de repentino y de noticia. En general se basa en historias que
se construyen durante mucho tiempo y que van sumando elementos a lo largo del
tiempo.
Eso marca un conflicto entre periodismo y ciencia. El
periodismo necesita noticias pero la ciencia no las tiene. La ciencia tiene
historias que luego el periodismo especializado debe transformar en noticia,
por eso a veces la ciencia termina incluso quedando afuera en esa transformación.