sábado, 5 de julio de 2014

CONDENARON A LOS ASESINOS DE MONSEÑOR ANGELELLI

El Tribunal de La Rioja encontró al represor Benjamín Menéndez culpable del asesinato del ex obispo de la provincia "en el marco del terrorismo de Estado" y definió que cumpla la pena en cárcel común. Una sentencia similar recibió Luis Fernando Estrella.

Escribe Pablo Roesler

A poco de cumplirse 38 años del fallecimiento del obispo de La Rioja monseñor Enrique Ángel Angelelli, la justicia federal de esa provincia ratificó que la muerte del párroco no fue un accidente automovilístico, sino que fue un asesinato consecuencia de una "acción premeditada y planificada en el marco del terrorismo de Estado" y, por lo tanto, un "delito de lesa humanidad, imprescriptible e inamnistiable". Por ese crimen, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de La Rioja condenó ayer a los represores Luciano Benjamín Menéndez y Luis Fernando Estrella a la pena de prisión perpetua en cárcel común e inhabilitación absoluta perpetua, por hallarlos autores del homicidio doblemente calificado del prelado y el intento de homicidio de su amigo, el padre Arturo Pinto.

A Estrella, además, lo encontraron culpable del delito de asociación ilícita agravada por su rol de organizador. Los jueces también ordenaron investigar a un hermano y dos sobrinos del ex presidente Carlos Menem, los tres civiles, sospechados de estar involucrados en el crimen. La lectura de los fundamentos de la sentencia se difirió para el próximo 12 de septiembre a las 9:30 horas.

Con el fallo de ayer, el ex jefe del III Cuerpo de Ejército Menéndez sumó once condenas por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura civil y militar. Y los genocidas condenados llegaron a 532.

La sentencia emitida ayer por los jueces José Camilo Nicolás Quiroga Uriburu, Carlos Julio Lascano y Juan Carlos Reynaga –de la que sólo leyeron la parte resolutiva– condenó al jerarca del Ejército junto con el ex comodoro Estrella, quien conducía la represión de la Fuerza Aérea, como autores mediatos del asesinato y de la tentativa de homicidio.

A la hora de la lectura, el público colmaba la sala de audiencias que funcionó en el quinto piso del Correo Argentino. Mientras, en la calle se congregaba más público, y los organismos de Derechos Humanos y las organizaciones sociales templaban el clima con bombos, redoblantes y una radio abierta. Pero la espera del veredicto había comenzado la noche anterior, cuando la Iglesia y los organismos de La Rioja se convocaron en una vigilia que arrancó después de una misa y una marcha de antorchas hasta el tribunal.

A las 16 de ayer los jueces comenzaron a leer la sentencia. "Declarar que los hechos acontecidos el día 4 de agosto de 1976 fueron consecuencia de una acción premeditada, provocada y ejecutada en el marco del terrorismo de Estado y por lo tanto constituyen delitos de lesa humanidad, imprescriptibles e inamnistiables", leyó el presidente del tribunal y el público estalló en aplausos: la excusa del accidente había sido sepultada.

Además, en su fallo el tribunal ordenó remitir las actuaciones al fiscal federal "para que se investigue la presunta comisión de delitos" por civiles y militares en los preparativos del asesinato, situación que en los alegatos habían advertido los abogados de la acusación. Y entre los civiles mandaron a investigar a un hermano del ex presidente, Amado Menem, y a dos sobrinos, César y Manuel, tres nombres que el obispo Angelelli había mencionado con preocupación en sus misivas al nuncio apostólico Pío Laghi.

Las cartas de monseñor Angelelli fueron una de las claves para llegar a la condena. Y el proceso dio un vuelco trascendental el mes pasado cuando desde el Vaticano, por orden del Papa Francisco, llegó un mail al Obispado de La Rioja –que es querellante en el juicio– con dos documentos: una carta del obispo dirigida al nuncio en la que advertía estar amenazado, y otra con el relato detallado de los asesinatos de dos curas tercermundistas de El Chamical. Esos documentos confirmaron que el asesinato fue premeditado por la dictadura.

La audiencia de ayer había comenzado con las últimas palabras de los acusados. Primero Menéndez por videoconferencia desde la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba y luego Estrella frente a los jueces hicieron su descargo.

Al hablar, el segundo cometió un traspié que generó murmullos en la sala y certificó la idea del homicidio preparado: "Todos los testigos convocados por la fiscalía dijeron que la escena del crimen no cambió... perdón, la escena del accidente", dijo Estrella que, aunque quiso, ya era tarde para corregir el fallido. Poco antes había acusado al padre Pinto de mentiroso.
Menéndez también clamó su inocencia y acusó a los testigos de formar parte de una "campaña" para hacerlo quedar como un ridículo.

El asesinato de monseñor Angelelli se produjo cuando viajaba en una camioneta Fiat 125 Multicarga junto con el padre Pinto desde El Chamical hacia La Rioja, y fueron encerrados por dos autos. El coche despistó y el obispo murió poco después.

El asesinato premeditado quedó probado durante los nueve meses que duró el juicio oral. Las querellas del Obispado de La Rioja –por primera vez la Iglesia como institución pide justicia en una causa por delitos de lesa humanidad–; de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y de la provincia; la que representa a la sobrina de Angelelli María Elena Coseano, a Aido Arturo Pinto y a la ONG Tiempo Latinoamericano; y el Ministerio Público Fiscal, representado por Michel Horacio Salman y Darío Illanes, nunca dudaron sobre lo ocurrido hace 38 años. Para los fiscales, murió en el accidente; para las querellas, fue arrastrado fuera del auto y ultimado.

En el juicio deberían haber comparecido como acusados Jorge Rafael Videla, Juan Carlos Romero y Albano Harguindeguy, pero sus muertes ocurridas antes del inicio del juicio los eximió de rendir cuentas ante la justicia. A pesar de estas ausencias, caída la noche, en las calles de La Rioja todavía vibraba la emoción.

SE ORDENÓ CURA EN 1949, A LOS 26 AÑOS

Su lema fue: "con un oído puesto en el Evangelio y otro en el pueblo". Si bien no formó parte del movimiento de los curas tercermundistas, Enrique Angelelli fue protagonista de las luchas obreras y barriales de Córdoba y La Rioja. La dictadura cívico militar no le perdonó la vida y, poco después de instalarse como máquina represiva en el Estado, el 4 de agosto de 1976, su garra llegó hasta el cura en una ruta de La Rioja. Ayer, la justicia reconoció lo que desde hace más de 30 años afirman los organismos de Derechos Humanos: que ese accidente de tránsito fue en realidad un asesinato.

El obispo de la Iglesia Católica, Enrique Angelelli, nació el 17 de junio de 1923 en Córdoba, y se ordenó como cura en 1949, a sus 26 años. Su sotana era vista en sucesivas visitas a las villas miserias de la capital cordobesa. El 12 de marzo de 1961 recibió la consagración episcopal y desde entonces, los domingos la Catedral comenzó a llenarse de obreros y gente humilde. Desde ese lugar, fue parte de los conflictos gremiales que llevaron adelante los trabajadores de IME- Industrias Mecánicas del Estado, Municipales y Fiat. No duró mucho. El poder eclesiástico cordobés lo marginó a capellán de las adoratrices españolas de Villa Eucarística, en las afueras de la ciudad.

En 1965 el cardenal Raúl Primatesta restituyó a Angelelli como obispo auxiliar, y le permitió volver a su trabajo pastoral de contacto directo en los barrios y pueblos del interior provincial. En 1968 fue designado por Pablo VI, al frente del obispado de La Rioja. De esta manera, era desplazado de su provincia natal. Sin embargo, Angelelli  asumió su nuevo obispado con el espíritu de ser "un riojano más" y desde el inicio visitó instituciones, comunidades, barrios y poblados de esa provincia.

El libro Como los nazis, como en Vietnam del periodista riojano, Alipio Eduardo Paoletti, publicado en 1987, dio cuenta de su vida y obra: "Angelelli cambió la iglesia riojana y conmovió hasta la raíz la sociedad de la provincia. Atrajo a su pastoral a sacerdotes, monjas y laicos que buscaban el camino para sumarse a las luchas del pueblo desde su misma condición de religiosos y cristianos; apoyó todas las reivindicaciones populares; colaboró en la organización de trabajadores, campesinos, artistas e intelectuales, mujeres, jóvenes y viejos. Y aunque no lo quería, sus actos lo convirtieron en un dirigente de masas, en el verdadero sucesor de los caudillos populares de La Rioja del siglo pasado. Sin impostaciones ni afectaciones de ningún tipo. Angelelli no tenía vocación de dirigente. Era un hombre humilde hasta la exageración, piadoso e ingenuo aún cuando tenía una fortaleza moral y un rigor intelectual que pocas veces se conjugan en una persona del sector social que fuere. Concebía su papel en la sociedad como la que cumple la levadura en la masa. Y su pastoral, más allá de las diferencias políticas, ideológicas y filosóficas que se pudieran mantener con él, apuntaba directamente al corazón mismo de todos los problemas: hacer tangible, real, concreta, accesible, la justicia para fundar la paz", describió el autor.

Si bien la dictadura intentó ocultar su crimen, los organismos de derechos humanos nunca bajaron los brazos hasta conseguir justicia. Hoy sus palabras todavía resuenan: “Liberando todo el hombre y a todos los hombres de la explotación y la enajenación”.

(Fuente Tiempo Argentino)

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