En Cero Cero Cero, el escritor y periodista italiano Roberto
Saviano estudia cómo el tráfico de cocaína (y su pregnancia entre los
consumidores) ha modificado la economía global, abierto rutas entre una
multitud de países e inventado una cultura, al punto de pensar, y decir, que si
no se cambian las estrategias para controlar su liquidez será muy difícil -en
poco tiempo- detener el poder de los responsables, algunos de los cuales se
cuentan entre los hombres más ricos del planeta.
El libro, publicado por la editorial Anagrama, es un éxito
de ventas en muchas partes del mundo, y ha obligado a su autor a continuar su
vida en la clandestinidad o poco menos, situación que se inició después del
éxito de Gomorra, en el 2006, donde deconstruía el modus operandi de la
Camorra, y fue amenazado de muerte.
Saviano nació en Nápoles en 1979. Publicó Vénte conmigo, y
se dedicó luego a investigar cómo la cocaína domina el mundo, tal como reza el
subtítulo de este texto que a pesar de su documentación casi obsesiva y de la
violencia extrema de muchas páginas, se lee prácticamente de un tirón.
¿Puede un hombre solo, que pocas veces pasa dos noches en el
mismo lugar, que vive encerrado, con dificultades objetivas para contactar
fuentes, contar la explosión del tráfico de una droga, las operaciones de
lavado de dinero, las historias de hijos y entenados de ese negocio monstruoso
con una computadora, acceso libre a archivos y conversaciones telefónicas,
satelitales o no?
Es una de las preguntas que deja Cero … Se podría conjeturar
que algunos, muchos, pocos, trabajan para él, pero eso explicaría sólo una
parte del caso. La otra pregunta es por qué Saviano eligió este tema. El amor a
la verdad, si fuera como él la cuenta, tampoco explica mucho. Es arriesgado pensar
en una voluntad de víctima. Como sea, algo de eso existe. Y por supuesto no
sirve para nada.
No sirve para nada quizá sea una exageración: el libro
informa, advierte, descubre, denuncia, deduce, en primera persona, el autor,
siempre, presintiendo una vida de claustro. Pero ignorando su deseo, incluso
sospechándolo, la información no provocará detenciones ni detendrá la
circulación de la droga porque la demanda de la misma crece, si se quiere, como
crece la demanda de libros como éste, bien escritos, con zonas de morbo,
destapando personajes pero personajes que eran públicos para los especialistas
desde antes de la escritura del libro.
Saviano, como cualquiera, tiene sus pasiones. Cuando dice,
en un reportaje, que ha arruinado su vida, ¿por qué no creerle? Su visibilidad
internacional es tan alta que parece difícil que alguien pretenda matarlo, pero
¿quién podría descartarlo? El problema del deseo es que sus efectos no son
mensurables.
El libro en sí mismo tiene un ritmo trepidante. Personajes
increíbles, traficantes colombianos, peruanos, bolivianos, parapoliciales,
italianos, españoles, estadounidenses, mexicanos, a la fecha la patria grande
del narco, y los que se suman luego de la caída del muro: serbios, croatas,
rusos y bosnios, lituanos, estonios, suecos, japoneses, etcétera. Las aventuras
de la libertad de mercado permiten esta rotación.
Y otros negocios: trata, venta de órganos, prostitución,
asesinatos puntuales, venganzas puntuales, sadismo delirante, especialistas en
torturas, dobles agentes, agentes transformados en narcos, joyas, cuadros,
muebles, casas, zoológicos privados, mujeres. Agentes de una revolución tan
conservadora que ni siquiera la transgresión de normas ridículas provocan
gracia o despiden algo parecido a un aliento de aventura: los profesionales del
reviente han dado en el clavo de la droga del capital.
Y en este punto quizá el libro de Saviano resulte efectivo:
más que la corrupción del trípode que arman políticos, jueces y policías,
piensa los flujos de capital y la especulación financiera como imposible sin el
disponible, el cash del dinero de la droga, y las responsabilidades que han
jugado en ese statu quo los bancos y los paraísos fiscales. Es una
especulación, pero es una especulación consistente.
Igualmente la demanda de despenalizar (y hasta legalizar) el
consumo personal de drogas. Y su advertencia -quizá ingenua: de no cambiar
rápidamente la estrategia, aquello se volverá imposible y viviremos entonces en
un mundo intoxicado, no sólo por los zombis y los dealers, sino por esa nueva clase, en un mundo sin clases, que
podrá negociar hasta la fecha de su muerte.
(Fuente: Telam Cultura)