Umberto Eco nació en Alessandria hace 82 años. El escritor y semiólogo, si tuviera que
reeditar su clásico Apocalípticos e integrados (1964), el célebre ensayo sobre
la comunicación de masas, podría renombrarlo Apocalípticos y enRedados. De la
Galaxia Gutenberg a la Galaxia Internet, el Eco teje una sutil tela de araña
plagada de referencias librescas y detalles tecnológicos de actualidad.
En sus múltiples escritos Eco ha dejado dicho que la
verdadera felicidad es la inquietud por saber, por conocer. “Es lo que
Aristóteles llamaba maravillarse, sorprenderse… La filosofía siempre comienza
con un gran ohhh!” ¿Y el conocimiento es acaso como el viaje a Ítaca de Kavafis,
un recorrido que no debe terminar jamás? “Sí, pero además el placer de conocer
no tiene nada de aristocrático, es un campesino que descubre un nuevo modo de
hacer un injerto; evidentemente, hay campesinos a los que esos pequeños
descubrimientos procuran placer y a otros no. Son dos especies distintas, pero
naturalmente depende del ambiente; a mí me inoculó el gusto por los libros de
pequeño… Y por eso al cabo de los años soy feliz, y a veces infeliz, pero vivo
activamente mientras que muchos viven como vegetales”.
Un bibliómano como Eco ha integrado la presencia de Internet
en su vida diaria como en su día hiciera con el automóvil o el telefonino (que
no suena ni una vez durante el encuentro): como un hecho consumado ni
manifiestamente bueno ni todo lo contrario. “Internet es como la vida, donde te
encuentras personas inteligentísimas y cretinas. En Internet está todo el
saber, pero también todo su contrario, y esta es la tragedia. Y además si fuese
todo el saber, ya sería un exceso de información… Si yo comienzo a estudiar en
la escuela necesito un libro así [hace un apócope con las manos], no uno
enorme, que no entenderé, a nadie se le ocurre darle la [Enciclopedia]
Británica a un niño…”
Como investigador, Eco utiliza Internet como lo que considera
que debe ser, una herramienta, y no un fin en sí mismo. Por tanto, no augura
conflictos de intereses -ni de espacios- entre lo virtual y la realidad
tangible del papel, bien sea prensa o un volumen de mil páginas. “Se puede leer
Guerra y paz en ebook, obviamente, pero si lo has leído hace diez años, y lo
retomas, el libro objeto te mostrará los signos del tiempo y de la lectura
previa… Releerlo en un ebook es como leerlo por primera vez. Es una relación
afectiva, como ver de nuevo la foto de la abuela (risas)… El libro como objeto
continuará existiendo, de la misma manera que la bicicleta sigue existiendo
pese a la invención del automóvil; es más, hoy hay más bicicletas que hace unos
años. Lo mismo podemos decir del fin de la radio por culpa de la televisión…”.
“Internet es una cosa y su contraria. Podría remediar la
soledad de muchos, pero resulta que la ha multiplicado; Internet ha permitido a
muchos trabajar desde casa, y eso ha aumentado su aislamiento. Y genera sus
propios remedios para eliminar ese aislamiento, Twitter, Facebook, que acaban
incrementándola porque relaciona con figuras muchas veces fantasmagóricas,
porque uno cree estar en contacto con una bellísima muchacha que en realidad
resulta ser un mariscal de la Guardia Civil… (risas)”.
El doctor Honoris Causa se despide recomendando una lectura
de prensa casi con lápiz y papel. “Los periódicos han perdido muchísimas
funciones. Por la mañana lo hojeo rápidamente porque las noticias principales
ya me las ha contado la televisión, pero continúa siendo importante por los
editoriales, por los análisis, y es fundamental no leer uno, sino al menos dos
cada día. Se debería enseñar a leer periódicos a la gente, dos o tres, para ver
la diferencia entre las opiniones, no para conocer las noticias, eso ya nos lo
dice la tele”.
La televisión, esa tele vulgarizada hasta el extremo por
obra y gracia de ese Berlusconi de quien sigue resistiéndose a hablar más que
de pasada, pero que vino a ser, en versión embrionaria, la gran revolución
sociocultural que Internet fue después. “La televisión en Italia ha hecho mucho
bien a los pobres, les ha enseñado un nivel estándar de idioma, y mal a los
ricos, que se quedaban en casa en vez de ir a un concierto. Y no hablamos de
ricos o pobres en función del dinero que tengan, sino de ideas, de ganas. La
televisión en Italia ha enseñado a hablar a masas de campesinos, obreros, en la
Italia unificada. Internet es lo contrario: a los ricos que lo saben usar, les
va bien; los pobres, que no lo saben usar, no tienen capacidad para
distinguir”.
(Fuente: El País -
España)