Guido estuvo apenas horas con su madre en el centro
clandestino de detención La Cacha. El aporte clave de una sobreviviente, la
búsqueda de la abuela Estela y el pasado familiar que el nieto recuperado
empezará a conocer. Un reencuentro con la historia de Laura, Estela y Guido.
Guido Montoya Carlotto estuvo apenas entre tres y cinco
horas en brazos de su madre, Laura, quien dio a luz en junio de 1978 mientras
estaba secuestrada en el centro clandestino de detención La Cacha, en La Plata.
El terrorismo de Estado los separó para siempre: Laura fue asesinada con apenas
22 años tras nueve meses de cautiverio y Guido fue robado, cual botín de
guerra, por los militares. Desde entonces, Estela Barnes de Carlotto, actual
presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, comenzó una lucha incansable para
recuperar a su nieto, uno de los, aproximadamente, 500 bebés robados por la
última dictadura cívico-militar. El destino de Guido fue una incógnita por 36
años. Ayer se supo la verdad y Guido se reencontró con su historia.
"(A mi nieto) lo soñé desde antes de que naciera porque
no sabía que (Laura) estaba embarazada", afirmó ayer Estela durante la
conferencia de prensa que brindó en la sede de Abuelas para comunicar el
hallazgo de su nieto. La familia Carlotto tuvo los primeros indicios del
embarazo de Laura cuando se encontraba secuestrada –la raptaron cuando Guido
transcurría dos meses de gestación–. La sospecha se transformó en certeza con
la declaración de la abogada Alcira Ríos, que compartió cautiverio y
sufrimientos con Laura. "Laura me contó que tuvo su bebé en brazos cinco
horas y le puso Guido, como su papá", reconstruyó Ríos en el juicio por el
Plan Sistemático de Robo de Bebés, en 2011. "Me dijo que parió engrillada
a la cama el 26 de junio de 1978 y que le habían dicho que al bebé se lo habían
llevado a su mamá. También me contó que esas cinco horas que lo tuvo en brazos
fueron inolvidables", añadió la sobreviviente que luego sería abogada de
Abuelas. Paradojas trágicas del destino: Laura había perdido dos embarazos en
su vida; el que llegó a término lo transitó y parió en condiciones
infrahumanas.
Según reconstruyó María Eugenia Ludueña, autora de Laura.
Vida y militancia de Laura Carlotto, reciente biografía de la hija de Estela,
Ríos fue una de las pocas sobrevivientes de La Cacha que pudo acreditar el
nacimiento de Guido. Un fragmento del libro sintetiza el vínculo que entablaron
ambas en las catacumbas del terror: "Rita se acerca a la cueva donde
Alcira sigue engrillada, tirada en la colchoneta, sin poder pararse. Se sienta
a su lado. Alcira se corre la capucha.
–Che, yo de vos me quiero llevar algo de recuerdo –dice
Rita.
–Ay, nena, ¿qué te voy a dar? ¡Si no tengo nada!
–Lo que sea. Dame algo.
–Ay, Rita, pero cuando salgas te van a revisar y te lo van a
sacar. Lo único que me han dejado es la ropa interior. Es buena, la que tenía
puesta. Mirá el corpiño, es de encaje negro. Te lo podés llevar. Cuando salgas
y te revisen, nadie te va a poder decir nada."
"Rita" era el nombre de guerra de Laura Carlotto
en la organización Montoneros. El corpiño de encaje negro de Ríos fue la prenda
que le permitió a Estela reconocer a su hija durante la exhumación del cuerpo,
en 1985.
LA ABUELA
En abril de 1978, Estela se sumó a las
actividades de las Abuelas de Plaza de Mayo. "La primera vez que fui a
Plaza de Mayo con las abuelas de La Plata temblaba como una hoja. Había tantos
militares, tantos caballos, tantos fusiles", recordó la actual presidenta
de Abuelas según se cita en el libro La historia de Abuelas. 30 años de búsqueda.
Cuatro meses después fue convocada por los militares que le entregaron el
cadáver de su hija.
Con la certeza del nacimiento de Guido, Estela comenzó su
incesante peregrinar. En su larga trayectoria juntó cajas, camisetas y pines de
todo el mundo "para que vea cómo lo buscamos" a lo largo del planeta,
contó ayer la presidenta de Abuelas. En su búsqueda también se creó falsas
expectativas. Al menos tres veces creyó que estaba muy cerca de encontrar a su
nieto y se equivocó. "Saco las fuerzas de Laura, de mis hijos, que se
bancaron la persecución (de la dictadura)", dijo Estela al explicar de
dónde saca la energía para seguir batallando. "Nunca dejamos de
buscar". Finalmente, Guido fue quien se acercó a Abuelas por voluntad
propia hace aproximadamente un mes, dudando de su identidad.
EL NIETO
Próximamente, Guido conocerá la historia de sus
padres biológicos. Sabrá que su madre comenzó a militar en la Juventud
Universitaria Peronista (JUP) con la intención de cambiar el mundo y terminar
con las injusticias. Que en la Escuela Normal I tuvo en cuarto año a una
profesora de Historia que la marcó para siempre: Irma Zucchi. "Era una de
esas profesoras que hacen que ames la historia. Laura quería ser médica pero
con Zucchi cambió de idea. De hecho, cursó Historia, en la Facultad de
Humanidades, que fue un lugar muy convulsionado, donde hubo muchos
desaparecidos. Allí, en la universidad (UNLP), comenzó su militancia más
orgánica", contó Ludueña, su biógrafa, en una entrevista con Tiempo
Argentino, el año pasado. De acuerdo a la escritora, el ingreso de Laura a
Montoneros es más difuso: "Sobre eso hay algunas lagunas. Es difícil
encontrar el momento exacto en que pasó de JUP a Montoneros. Se cree que su
compañero –el padre del hijo que Estela busca– era un militante de
Montoneros."
El nombre del padre de Guido fue un misterio por muchos
años. Si bien la Comisión Nacional para el Derecho a la Identidad (CONADI)
mediante una investigación logró determinar la identidad de su progenitor, el
dato no se hizo público. La novedad se conoció ayer: se trata de Walmir Oscar
Montoya. Según los registros de Abuelas, Montoya era oriundo de Chubut y
militaba en Montoneros cuando fue secuestrado a fines de noviembre de 1977,
posiblemente en la ciudad de Buenos Aires o en La Plata. En mayo de 2009 sus
restos pudieron ser identificados (ver aparte). Se lo conocía como
"Puño", "Puñalito" o "Petiso". La familia paterna
actualmente reside en Caleta Olivia, Santa Cruz.
En 2011, Estela recibió en Francia una de las tantas
distinciones que le otorgaron a lo largo del mundo. El homenaje lo realizó la
UNESCO: "Gracias por esta lección de humanidad", se dirigió a Estela
Irina Bokova, directora general de la organización, en París. Y le dio el
premio Félix Houphouët-Boigny, que se otorga a personas, institutos u
organizaciones "que hayan hecho un aporte significativo al fomento, la
salvaguardia o el mantenimiento de la paz". Entonces, Estela levantó el
diploma y sentenció: "La palabra abuela despierta ternura, la imagen de
una anciana de cabello blanco, con rodete, lentes caídos abrazando a algún
nieto al que le contará increíbles historias de su vida sentada en un cómodo
sillón. Esa imagen es la antípoda de lo que somos. No estamos sentadas en el
sillón, que está tan vacío como los brazos que tendrían que abrazar al
nieto." Ayer, ese vacío que sentía Estela se llenó. Aunque la lucha
continúa.
UNA CARTA, UNA BÚSQUEDA
Hace tres años, el 26 de junio de 2011, Estela de Carlotto
le escribió una carta pública a su nieto Guido. Decía:
"Hoy cumples 33 años. La edad de Cristo como decían,
'decimos', las viejas. Con esta inspiración pienso en los Herodes que 'te
mataron' en el momento de nacer al borrar tu nombre, tu historia, tus padres.
Laura (María), tu madre, estará llorando en este día tu crucifixión y desde una
estrella esperará tu resurrección a la verdadera vida, con tu real identidad,
recuperando tu libertad, rompiendo las rejas que te oprimen.
Querido nieto, qué no daría para que te materialices en las
mismas calles en las que te busco desde siempre. Qué no daría por darte este
amor que me ahoga por tantos años de guardártelo. Espero ese día con la certeza
de mis convicciones sabiendo que además de mi felicidad por el encuentro tus
padres, Laura y Chiquito, y tu abuelo Guido desde el cielo, nos apretarán en el
abrazo que no nos separará jamás.
Tu abuela, Estela."
Franco Mizrahi (Diario Tiempo Argentino)