La original idea del psicólogo Alfredo Olivera y el paciente
Ever sigue creciendo, con un equipamiento nuevo que ahora le permitirá hacerse
oír en toda la ciudad. Distinciones intangibles para los que ayudaron a que
fuera realidad.
Por Carlos Rodríguez
En el cumpleaños número 23 de La Colifata, la radio de los
pacientes internos y externos del Hospital Borda que él ayudó a crear, el psicólogo
Alfredo Olivera recuerda que el primer impulso lo recibieron de Ever, un
boliviano que siempre anda trepado a los techos. Desde las alturas planea
volver a su país en un helicóptero equipado con un tocadiscos Winco, porque la
música es fundamental si se quiere concretar el sueño de volar. Ayer, desde los
techos, como hace 23 años, Ever –lo llaman “el corresponsal del cielo”– hizo
flamear la bandera blanca de la emisora comunitaria que empezó grabando
programas de doce minutos que se difundían por algunas radios comerciales;
desde ayer cuenta con una antena “de 40 metros”, adquirida con fondos de
fomento del Estado nacional, que le permitirá llegar a toda la Capital Federal.
Desde lo alto de uno de los edificios del Borda, un eufórico Ever anuncia que la
bandera blanca “no es de rendición” y que el Winco no se negocia.
Olivera, que llegó de Francia, donde reside, para unirse al
festejo, señala que tienen equipos que compraron en 2010 que “recién ahora
vamos a poder usar, con esta antena, porque supimos esperar”. Para agradecer la
incorporación tecnológica, los responsables del espacio radial le entregaron
diplomas de Colifato Ilustre al titular de la Afsca, Martín Sabbatella, al
subsecretario general de la Presidencia, Gustavo López, y a Leonardo Gorbacz,
autor de la Ley Nacional de Salud Mental. El diploma imaginario es invisible,
inodoro e incoloro. Siguiendo las reglas del protocolo colifato, Sa-bbatella se
quejó porque en el “diploma” “escribieron mi apellido con una sola be”.
“Mi radio, tu radio, feliz aniversario”, rapea uno de los
internos, y se aclara previamente que ese es “el himno del Borda”, lejos de la
música convencional. Lalo Mir estuvo presente para recordar cómo, en 1991, puso
al aire en uno de sus programas el primer demo grabado en el neuropsiquiátrico
José Borda. Para hacerlo, usaron un “grabador de doble casetera”, medio
precario, que de todos modos “les permitió llegar a gente que los escuchó y de
la que recibieron palabras de afecto, de apoyo”, algo que difícilmente se logra
detrás de las paredes de un centro asistencial de estas características.
El cronista de Página/12 se reencontró con un ex alumno suyo
de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, Cristian, que a los 36 años
es un paciente externo que siente que haber estudiado periodismo y poder ser
parte de La Colifata lo hace sentir “un ser humano, no un residuo de persona
como quieren hacer sentir a los que están internados, enchalecados
químicamente, quitándoles casi todos sus derechos, hasta el derecho a la
expresión”.
Cristian solía tener sueños que relataba a sus compañeros de
curso. “En 2006, les conté a todos un sueño sobre una reunión en la que estaba
yo, mi padre, el Che Guevara y Juan Domingo Perón; el Che y Perón me decían que
había que hacer algo urgente para solucionar los problemas de la gente.”
Cristian, en medio de su delirio utópico, supo reconstruir con fidelidad
palabras que bien podrían haberle dicho esos dos personajes impares del siglo
XX. Si Cristian pudiera plasmar en un papel lo que imagina, sería un escritor
interesante.
Fernando, otro paciente externo, afirma que La Colifata es
“un medio de comunicación que nos permite juntarnos los sábados, en familia, en
comunidad, para compartir la locura como una forma de liberación, donde las
cosas salen bien del imprevisto, de la emoción, de la alegría, una radio de
encuentro con otra gente y de reencuentro con familiares a los que no vemos
desde que estamos acá adentro”.
“En la sociedad, la enfermedad mental no tiene grandes
posibilidades de inserción laboral, educativa, de manera que la radio nos
permite hacer esa pequeña resocialización. Me permitió la posibilidad de hacer
un montón de amigos que empezaron a entender que la locura no impide pensar o
relacionarte y empezar a mejorar”, señala Fernando, para quien “todo se puede
solucionar a partir del amor, de la comprensión”.
Sabbatella le dijo a Página/12 que ayudar a la radio de los
internos del Borda “es una de las situaciones en las que queda clarísimo el
espíritu profundo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para
generar las herramientas para que la voz de todos y todas pueda estar
presente”. El titular de la Afsca dijo que esta “maravillosa radio es también
una interpelación profunda a lo que ocurre dentro de un hospital neuropsiquiátrico”.
Como fin de fiesta, Lalo Mir recordó el día en que el
carismático Ever fue por primera vez al mar, con su amigo Villita, y se enojó
cuando éste le dijo que el mar tenía gusto a sal. “¿Dónde viste que el agua sea
salada?”, cuestionó Ever, que se ríe cuando ratifica la anécdota.
(Fuente: Página 12)