Por Eduardo Anguita
Con el correr de las
horas, las noticias incorporaban datos inquietantes. ¿Cómo habría llegado un
niño recién nacido en un campo de concentración en plena dictadura a ser criado
por un matrimonio de peones rurales en Olavarría? Ya son varios los medios,
incluso aquellos que fueron cómplices de la dictadura, que pusieron el nombre
de Francisco Aguilar en el centro de la escena. Aguilar, que murió a fines de
marzo, además de ser parte de la dirigencia de la Sociedad Rural local y del
Club Estudiantes, era un confeso partidario del dictador Jorge Videla. La
historia es que Clemente y Juana Hurban trabajaban en un campo de Aguilar y
fueron ellos quienes recibieron a Guido y lo bautizaron como hijo propio y con
el nombre de Ignacio. El mismo Guido apoyó la lucha de Abuelas como músico sin
saber que él mismo podía ser uno de los nietos buscados. Las primeras
conjeturas indicaban que quizá Guido hubiera pasado años masticando si se
presentaba o no a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad. Él mismo
lo aclaró el viernes: pasaron cosas en los últimos meses que lo llevaron a
tomar esa decisión. La primera fue que no sabía que era adoptado. Otra, que
Guido dijo de una manera difusa, se refiere a muertes cercanas en el tiempo.
Son muchos los indicios que llevan a Aguilar.
Hay una investigación en marcha que vincula al estanciero, que vendía caballos de raza, con
un oficial de inteligencia del arma de Caballería, con quien tenía lazos
estrechos.
En pocas semanas se iniciará el juicio oral por crímenes de
lesa humanidad cometidos en esa zona y que tienen epicentro en el campo de
detención ilegal conocido como Monte Peloni donde están involucrados varios
oficiales de inteligencia del Área de Seguridad 124, que era la correspondiente
a la Guarnición Olavarría. El 22 de septiembre comenzará el juicio oral y lo
interesante es que la fecha se fijó con anterioridad a que se supiera que
Ignacio es Guido. Las audiencias se llevarán a cabo en la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad del Centro y previamente habrá un seminario sobre
derechos humanos.
La soltura de Guido/Ignacio frente a las cámaras y a las
preguntas de los periodistas puede ser fruto de ser docente, o músico, o de haber
crecido en las pampas, o de llevar los genes de Puño y de Laura. Hay muchos
misterios que se conjugan para que los argentinos podamos vernos reflejados y
proyectados en la sonrisa y la serenidad de este hombre de 36 años. Ya son
muchos los muchachos y las chicas que se acercaron a hacerse un test genético
para saber si son o no alguno de los 400 nietos que buscan las abuelas.
Tras el huracán, él deberá buscar su propio camino. Contará
con las familias Montoya y Carlotto para acompañarlo. Entre ellos, está Estela,
una señora común que asumió responsabilidades extraordinarias y que obtiene
resultados increíbles.
(Fuente: Miradas al
Sur)