Alcira Ríos también estuvo detenida en el centro clandestino
de La Plata. Al llegar allí conoció a Laura Carlotto, quien le contó que el 26
de junio del ’78 había dado a luz un niño en un hospital militar y que le había
puesto Guido.
Por Alejandra Dandan
Alcira Ríos conoció a Laura Carlotto en La Cacha, el centro
clandestino de La Plata ubicado en la base de la ex planta transmisora de Radio
Provincia. A Laura le decían Rita y llevaba diez meses secuestrada. Le contó a
Alcira que había dado a luz un niño el 26 de junio de 1978, en un hospital
militar, y que le había puesto Guido, en homenaje a su padre. El testimonio de
Alcira nutrió innumerables relatos y estructuró parte de la búsqueda judicial
de la familia. Ella fue la persona que durante su exilio en Brasil reconoció a
Rita como Laura, en una foto que Estela Carlotto sacó de su cartera. “Estoy
contentísima –dijo Alcira ayer–. Siempre he dicho que había que recuperar a los
nietos porque esa búsqueda demuestra un ‘no al olvido’ y esto a la sociedad le
hace bien.”
A Alcira la secuestraron el 27 de julio de 1978 en San
Nicolás. Estaba con su esposo, Luis Pablo Córdoba. Ella ya era abogada. Habían
vivido en Santa Fe, militado entre los trabajadores de prensa y sido
perseguidos por la Triple A. En ese julio de 1978 los golpearon y los
torturaron primero en San Nicolás y luego en La Plata. Alcira relató los
detalles de su estadía y del contacto con Laura en el juicio por el Plan
Sistemático de Robo de Bebés. Y antes, en las audiencias de los juicios por la
verdad de La Plata.
“¿Cómo estás?”, le dijo Laura la primera vez que la vio.
“Sacate la capucha, yo soy otra detenida,” Alcira la había escuchado gritar.
Les gritaba a los guardias para que atendieran a un detenido. “¡Traigan
antibióticos! ¡Traigan antibióticos!”, decía Laura. “¡La cabeza de este
muchacho está mal, está muy infectada, ¡traigan antibióticos!” Más tarde,
Alcira supo que ese “muchacho” era su esposo Pablo.
“Un día me sacaron y me llevaron a lo que era la cocina. Ahí
nos dejaron solas con Rita. Entonces Rita me dice: ‘Mirá, a mí me pusieron a
trabajar’. O sea, hacían trabajar a algunos prisioneros, a algunos a llevar la
comida o limpiar platos o lavar ropa. Nadie estaba en condiciones de negarse.
Pero entonces Rita me dice: ‘Mirá, te tengo que tomar todos los datos. Acá
tengo un formulario y tengo que tomar todos tus datos’. Ahí transcribimos y
aprovechamos a hablar.”. Alcira le preguntó cuánto tiempo permanecían en ese
lugar: “Yo hace diez meses que estoy”, le dijo Laura.
Alcira no olvidó nunca buena parte de esas charlas. “Me
cuenta que la habían secuestrado en la calle, en Buenos Aires, en Capital”,
recordó en uno de los juicios. “La levantaron en la calle, (me dijo) que
primero la llevaron a la ESMA, estuvo una semana en la ESMA, y después vino a
La Cacha con su compañero. Que el compañero fue fusilado a fines del ’77 en La
Cacha, en presencia de todos. Yo le pregunté por qué y ella me dijo: ‘Parece
que por los cargos que tenía’”. A él le decían El Negro. “Entonces me contó que
había tenido a su hijo el 26 de junio en un hospital militar, que no podía
precisar cuál, que la habían tenido engrillada a la camilla, el hijo, el
parto... durante todo el parto estuvo engrillada a la camilla. El bebé era un
varón, se lo dejaron tener un rato, cinco horas más o menos, y después se lo
sacaron y ella le puso de nombre Guido en homenaje a su padre.”
Antes del 24 de agosto Laura supo que la iban a ir a buscar
tres marinos para interrogarla y decidir qué harían con ella. “La llevaron a la
sala de torturas, la encapucharon, la engrillaron y después vino y nos contó
que le habían hecho preguntas sobre La Plata y sobre la gente de La Plata.”
Laura respondió que no sabía nada, que La Plata era tierra arrasada, que hacía
años que no estaba ahí. Le prometieron un Consejo de Guerra y luego de dos
meses liberarla. Cuando se iba, pasó por las camas de algunas detenidas. Alcira
estaba engrillada. “Antes de irse me dice: ‘Me quiero llevar un recuerdo
tuyo’”. Alcira le dijo que la ropa buena se la habían sacado, tenía algo de
cerámica pero podían quitársela. “Mirá –agregó–, tengo un soutien de encaje
negro, que es lo único que me quedó’. Me lo saqué y se lo di.”
Alcira salió al exilio más tarde. Durante un tiempo largo
creyó que Laura estaba con vida. “Le decíamos Rita, no sabíamos que era Laura,
pero no la nombrábamos porque creíamos que estaba con su hijo en su casa y que
la iban a ir a molestar. Nos enteramos de que la habían matado, con Carlitos,
esa noche. En el ’80 ya hacía mucho tiempo que estábamos en Brasil. Viene otro
compañero y nos dice: ‘Che, están las Abuelas de Plaza de Mayo y quieren hablar
con los sobrevivientes de los campos, ¿ustedes van a hablar con ellas?’.”
Alcira dijo que sí. Vieron a Elena Santander y Estela de
Carlotto. “Ahí, cuando dije Rita, Estela me dice: ‘Rita le decían a mi hija’.
Le digo: ‘Pero esta Rita está en su casa con el bebé, porque le hacían un
Consejo de Guerra liviano y se la liberaba’. Entoncesme dice: ‘Mirá, te voy a
mostrar una foto’. Sacó la foto y ahí me enteré de la verdad.”
Laura tenía puesto el corpiño negro de encaje cuando su
padre fue a reconocer su cuerpo en el furgón estacionado junto a la comisaría
de Isidro Casanova. Tenía la cara desfigurada por un disparo.
(Fuente: Página 12)