Julius Fucik denuncia en este reportaje todos los crímenes
de esa humanidad y torturas dentro de los campos de concentración donde la
Gestapo ejecutaba por órdenes del gran Fuhrer. A pesar de torturas inimaginables
para la mente humana, Fucik nunca delató, ni dio una sola pista de los
luchadores de la época.
Julius Fucik nació el 23 de febrero de 1903, en Praga,
perteneciente entonces al imperio Austrohúngaro. Después fue capital de la
República Checoslovaquia, fundada el 28 de octubre de 1918, hoy República
Checa. De padres obreros, Fucik estudió Filosofía en la Universidad de Pilsen.
Fue fusilado por la Gestapo en Berlín el 8 de septiembre de 1943, tras ser
condenado por un tribunal nazi, el 25 de agosto.
Durante la ocupación nazi de Checoslovaquia en la
clandestinidad publicó bajo seudónimo ensayos, libros y artículos a favor del
comunismo. Fue redactor de las publicaciones comunistas Rude Pravo y Tvorba. En
los años treinta viajó a la Unión Soviética, publicando “En la tierra donde
mañana ya es ayer”.
En la cárcel de Pankrac, en Berlín, escribió “Reportaje al
pie de la horca”, escrito en 167 hojas de papel higiénico que le suministró el
guardián de la celda 267, Afolf Kolinfky, de origen checo, infiltrado como
alemán para ayudar a sus compatriotas, y quien, al entregarle papel y lápiz le
dijo: “Si quiere escribir, no para ahora ¿comprende?... Si no para el futuro,
para que todo lo que usted sabe no se marche con usted”.
“Reportaje al pie de la horca” fue publicado mundialmente en
1945 y traducido a más de 80 idiomas, en él narra su tortura, el retrato de sus
carceleros, de sus compañeros, la historia de la conspiración, su testamento.
En 1950 Julius Fucik recibió a título póstumo el Premio Internacional de la
Paz. La Organización Mundial de Periodistas (OIP), en honor a su memoria
declaró el día 8 de septiembre, Día Internacional del Periodista. Pablo Neruda
le dedicó un poema a Julius Fucik.
Al ser derrotada la Alemania nazi del genocida Adolfo
Hitler, los aliados liberaron a miles de prisioneros, entre ellos la esposa de
Fucik, Gustina Fucikova; entonces supo que lo habían asesinado. El centinela le
indicó los lugares y a quiénes les había entregado las hojas numeradas, y con
ellas logró que salieran a luz todas las atrocidades nazis.