Ayer a la tarde el colectivo que defiende el parque Alberdi, se dio cita para seguir de cerca la sesión de diputados en la Legislatura santafesina.
¡No tiene precio! era lo que escribía un joven en el face de la Asamblea Ciudadana. Se refería a la posibilidad de “enfrentar el poder del dinero con el de la razón y la justicia”...
Era una ocasión muy importante, ya que los legisladores tenían que tratar una resolución que frenara las obras privadas en el predio. Sin embargo a los asambleístas entrar al recinto para ser testigos no les resultó fácil, ya que les pusieron insólitas trabas. Los hicieron ir y venir para solicitar un permiso como si se trataran de personas indeseables. Esto contrastó con las muestras de adhesión que los mismos asambleístas recibieron adentro: “Andar por los pasillos de la legislatura con una remera pintada que reza: El parque Alberdi resiste, que los empleados te levanten el pulgar, que periodistas de Rosario te den su apoyo y te saquen fotos, que en el tumulto de la salida te guiñen un ojo, que te sonrían un montón de desconocidos y desplegar nuestra bandera emblema en el recinto, ¡no tiene precio!”, volvía a escribir el integrante de la Asamblea en las redes sociales.
¡No tiene precio! era lo que escribía un joven en el face de la Asamblea Ciudadana. Se refería a la posibilidad de “enfrentar el poder del dinero con el de la razón y la justicia”...
Era una ocasión muy importante, ya que los legisladores tenían que tratar una resolución que frenara las obras privadas en el predio. Sin embargo a los asambleístas entrar al recinto para ser testigos no les resultó fácil, ya que les pusieron insólitas trabas. Los hicieron ir y venir para solicitar un permiso como si se trataran de personas indeseables. Esto contrastó con las muestras de adhesión que los mismos asambleístas recibieron adentro: “Andar por los pasillos de la legislatura con una remera pintada que reza: El parque Alberdi resiste, que los empleados te levanten el pulgar, que periodistas de Rosario te den su apoyo y te saquen fotos, que en el tumulto de la salida te guiñen un ojo, que te sonrían un montón de desconocidos y desplegar nuestra bandera emblema en el recinto, ¡no tiene precio!”, volvía a escribir el integrante de la Asamblea en las redes sociales.
Algunos de los asambleístas nunca
habían presenciado una sesión “en vivo y en directo” y la primera postal que
recibieron fue la de las butacas vacías, como parte de la estrategia del Frente
Progresista Cívico y Social que había ordenado a sus legisladores no dar quórum
para que la sesión fracasara. No pudieron conseguirlo. Ya ubicados en la barra,
los asambleístas recibieron un curso acelerado de instrucción política:
aprendieron a contar una y otra vez para asegurarse que hubiera quórum. El
policía que estaba al lado de ellos para cuidar que no hicieran desmanes,
aburrido porque no había peligro a la vista en esos manifestantes, se unió a
ellos ayudándolos a contar.
Los diputados no suelen ser puntuales, algunos se demoran
más que otros en llegar y eso genera una tensión especial, sobre todo en
momentos en los que por la ausencia de uno de ellos puede naufragar la sesión
del día. Este trámite se demoró, pero por fin pudo concretarse el número de legisladores necesarios para comenzar. Las
expectativas desde la barra comenzaron a ser positivas, los rostros se llenaban de entusiasmo. Luego de todos estos meses de lucha, ahora sí “podría salir un tiro para el
lado de la justicia”.
Con el quórum logrado, fue aprobada la resolución del
diputado Mario Lacava. En la misma, se ratifica que “las fracciones de terrenos
ubicadas en la ciudad de Santa Fe, lindantes con Avenida 27 de Febrero, al
este; con Calle Falucho, al sur; con Avenida Rivadavia, al Oeste; y con el
Parque Alberdi al norte (…), son de propiedad de la provincia”. Esto es
importante porque, a renglón seguido, se indica que la transferencia del
dominio o uso de los mismos deberá ser aprobado por la Legislatura. La
resolución no se queda allí, también ordena que el intendente se abstenga de
seguir realizando trabajos en los terrenos que no pertenecen al municipio, hasta
tanto se resuelva la controvertida situación dominial.
Los asambleístas salieron con el rostro lleno de contento,
el pecho henchido destacaba aún más las consignas en sus remeras, las que
enarbolaron desde aquella primera mateada, cuando se reunieron preocupados por el inicio de las obras privadas que arrasarían con el parque. Luego
se sucederían los abrazos masivos, el acampe, la
cautelar interpuesta, las marchas, el fallo del juez a favor de los privados, y
los “acting”.
La Asamblea Ciudadana nunca se dio por vencida, no quiso arriar la bandera que siempre mantuvo en alto: “Lo público no se negocia”. Una consigna en la misma sintonía que aquellas palabras del joven que escribía en los muros de internet, el Alberdi “¡No tiene precio!”.
La Asamblea Ciudadana nunca se dio por vencida, no quiso arriar la bandera que siempre mantuvo en alto: “Lo público no se negocia”. Una consigna en la misma sintonía que aquellas palabras del joven que escribía en los muros de internet, el Alberdi “¡No tiene precio!”.