Dibuja desde siempre, sufrió carcel, exilio y hasta un ACV, pero nada de eso lo detuvo, siguió con más fuerzas. En el acto del último 24 de marzo, se lo bautizó como “el dibujante nacional
y popular, el dibujante del pueblo”. Hoy, en el Día de la Historieta,
le damos la palabra para que nos cuente su historieta… perdón su historia
de vida.
Yo creo que los que dibujamos venimos con un don, es como el
que tiene oído para la música, lo que tenés que hacer es desarrollar ese don.
Yo hubiera podido haber sido un muy buen documentalista, porque el lenguaje de
las historietas tienen mucho que ver con el cine. Se trabaja con
secuencias.
Cuando me preguntan por mis maestros del dibujo, digo que tengo
influencias del dibujo under de Estados Unidos, pero también saqué mucho de los
franceses y de los españoles, sin olvidar los personajes de Dante Quinterno.
Empecé a dibujar prácticamente desde los tres años, pero mis
primeros trabajos conocidos se remontan al ´74 cuando tenía 16. En ese
entonces, publiqué en una revista que se llamaba Pioneros, era del movimiento
scout argentino, un grupo, por así decirlo “nacional y popular”, que tenía
diferencias con el scoutismo internacional. Para queiens dicen que soy un
extraterrestre, les digo que por ese entonces también dibujaba para una
revistita sobre ovnis que publicaban los hermanos Veglia (lanza una carcajada).
Mi hermana, mayor que yo, hace tiempo está radicada en
Europa y es artista plástica. De alguna manera apoyó que me desarrollara como
dibujante, sobre todo cuando era chico y me decía: ¡Quedate quieto, dibujá un
poco así no molestás! (se ríe).
El golpe del ´76 me cortó la incipiente carrera, estuve
detenido tres años, cuando salí me fui a Francia, a reencontrarme con mi hermana.
En Paris pude reiniciar mi carrera, haciendo estudios en la Universidad de
Vincennes. Trabajé para la ONU como estudiante, no me dieron ningún cargo, simplemente
manejaba una fotocopiadora que valía millones. Cuando se terminó ese trabajo,
me fui a España, me casé y viví en zona de montaña, frente al mar. Hice una huerta, construí mi casa y crié
conejos. Pero no pude dejar el dibujo, de noche a la luz de un farol me ponía a
dibujar, y eso que tenía las manos encallecidas por lo rudo del trabajo diario.
Regresé al país, casi con la democracia. Me vine con un
bolsito, mi mujer y una nena preciosa, mi hija Eider. Apenas llegué, se me
ocurrió hacer una revista de historietas subte, fue como una chispa, enseguida
se incorporaron a la propuesta Facta, Lehmann, Rubén Giorgis, Fassola, Panquy
Montenegro (que ahora vive en Estados unidos)… Estaba Nando Jaume. Fue un punto
de encuentro.
Luego me contrató diario El Litoral para publicar un
suplemento de humor que salía los viernes. Desde ese suplemento, se hicieron los
primeros salones de humor de Santa Fe. Entre otros, vinieron Fontanarrosa,
Sócrates, Quino y los dibujantes de la revista Fierro. La muestra era
itinerante y se llevaba a toda la provincia y a provincias vecinas. El salón
tuvo tanto éxito que los porteños copiaron la idea y comenzaron con el
Fantabaires. Con el diario Hoy (un matutino que se editaba en Santa Fe) lanzamos
Expocómic, allá a mediados de los ´80.
Además del dibujo, transité otros trabajos, fui dueño de un
bar temático, hice televisión en Canal 9, instalé mi propia agencia de publicidad,
constituí una experiencia cooperativa rural en Rincón y hasta una carpintería
para restaurar muebles antiguos. En el medio, nacieron Nuria y Nahuel, de i
primer matrimonio, Luciana y Martín de mi segunda experiencia matrimonial.
Trabajé en la edición del libro “Del otro lado de la mirilla”
que relata la experiencia y testimonios de los presos políticos de Coronda.
También ilustré la portada del libro homenaje a los estudiantes, docentes y
abogados muertos, desaparecidos y perseguidos de la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Sociales de la UNL. Esta ilustración la hice luego del ataque
cerebro-vascular que sufrí hace unos años. El ataque para mi, fue una experiencia
límite, y si pude salir adelante fue por la solidaridad de los compañeros, en el
sentido más profundo de la palabra, me sentía obligado a no fallarles. Tuve que
aprender a dibujar con la mano izquierda. Convertirme en un dibujante zurdo no
fue fácil (se ríe), pero pude rehabilitarme y esta experiencia trato de transmitírsela
a todos los que tuvieron el extraño privilegio de haber sobrevivido a un ACV, a
través de la revista virtual que apunta a la terapia del humor. Se llama El
Club del Ictus, la dirección es http.//clubdelictus.blospot.ccom.
Desde el Círculo de Dibujantes Santafesinos estamos
coordinando diferentes proyectos, es una etapa muy creativa para mí en este
momento, en donde el trabajo colectivo, la experiencia de los murales, los
audiovisuales y la edición de libros de humor me tienen militando lo cultural
de manera intensa.
Cuando me preguntan que quiero transmitir en mis dibujos,
para mí el mensaje es lo importante. Siempre busqué cuestionar el
poder de las corporaciones y suscribir
un ideario vinculado con la cultura popular, no la elitista. Decir que
todos y todas tenemos derecho a que nos den la posibilidad de ser mejores personas.
Daniel Dussex - eh!