Hace 48 años ocurría un episodio que pasó a la historia como La Noche de los Bastones Largos, fue el desalojo de estudiantes, profesores y graduados que se oponían a que los militares ocuparan las universidades.
Dice el historiador Felipe Pigna sobre este episodio: "El 29 de julio de 1966, las universidades nacionales fueron
intervenidas y ocupadas militarmente. Cientos de profesores, alumnos y no docentes
que ocupaban varios de los edificios de las facultades de Buenos Aires en
defensa de la autonomía universitaria y la libertad de cátedra fueron
salvajemente golpeados por miembros de la Guardia de Infantería de la Policía
Federal, enviados por Onganía, quien decretó la intervención a las universidades
nacionales y la “depuración” académica, es decir, la expulsión de las casas de
altos estudios a los profesores opositores, sin importar su nivel
académico. La consecuencia de esta noche
negra para la cultura nacional fue el despido y la renuncia de 700 de los
mejores profesores de las universidades argentinas, que continuaron sus
brillantes carreras en el exterior.
A continuación transcribimos una carta del
profesor Warren A. Ambrose, Profesor de Matemáticas en Massachussets Institute
of Technology (MIT) y en la Universidad Nacional de Buenos Aires, publicada en
la sección carta de lectores de The New York Times, el 3 de agosto de 1966.
"Carta al
Editor
The New
York Times
New York, N.Y.
Estimados señores:
Quisiera describirles un brutal incidente ocurrido anoche en
la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires y pedir que
los lectores interesados envíen telegramas de protesta al presidente Onganía.
Ayer el Gobierno emitió una ley suprimiendo la autonomía de
la Universidad de Buenos Aires y colocándola (por primera vez) bajo la
jurisdicción del Ministerio de Educación. El Gobierno disolvió los Consejos
Superiores y Directivos de las universidades y decidió que de ahora en adelante
la Universidad estaría controlada por los Decanos y el Rector, que funcionarían
a las órdenes del Ministerio de Educación. A los Decanos y al Rector se les dio
48 horas de plazo para aceptar esto. Pero los Decanos y el Rector emitieron una
declaración en la cual se negaban a aceptar la supresión de la autonomía
universitaria.
Anoche a las 22, el Decano de la Facultad de Ciencias, Dr.
Rolando García (un meteorólogo de fama que ha sido profesor de la Universidad
de California en Los Ángeles), convocó a una reunión del Consejo Directivo, de
la Facultad de Ciencias (compuesto de profesores, graduados y estudiantes, con
mayoría de profesores) e invitó a algunos otros profesores (entre los que me
incluyo), a asistir al mismo. El objetivo de la reunión era asistir al mismo.
El objetivo de la reunión era informar a los presentes sobre la decisión tomada
por el Rector y los Decanos, y proponer una ratificación de la misma. Dicha
ratificación fue aprobada por 14 votos a favor, con una abstención (proveniente
de un representante estudiantil).
Luego de la votación, hubo un rumor de que la policía se
dirigía hacia la Facultad de Ciencias con el propósito de entrar, que en breve
plazo resultó cierto. La policía llegó y sin ninguna formalidad exigió la
evacuación total del edificio, anunciando que entraría por la fuerza al cabo de
20 minutos (las puertas de la Facultad habían sido cerradas como símbolo de
resistencia –aparte de esta medida no hubo resistencia). En el interior del
edificio la gente (entre quienes me encontraba) permaneció inmóvil, a la
expectativa. Había alrededor de 300, de los cuales 20 eran profesores y el
resto estudiantes y docentes auxiliares. (Es común allí que esa hora de la
noche haya mucha gente en la Facultad porque hay clases nocturnas, pero creo
que la mayoría se quedó para expresar su solidaridad con la Universidad).
Entonces entró la policía. Me han dicho que tuvieron que
forzar las puertas, pero lo primero que escuché fueron bombas, que resultaron
ser gases lacrimógenos. Al poco tiempo estábamos todos llorando bajo los
efectos de los gases. Luego llegaron soldados que nos ordenaron, a los gritos,
pasar a una de las aulas grandes, donde nos hizo permanecer de pie, con los
brazos en alto, contra una pared. El procedimiento para que hiciéramos eso fue
gritarnos y pegarnos con palos. Los golpes se distribuían al azar y yo vi
golpear intencionalmente a una mujer –todo esto sin ninguna provocación. Estoy
completamente seguro de que ninguno de nosotros estaba armado, nadie ofreció
resistencia y todo el mundo (entre quienes me incluyo) estaba asustado y no
tenía la menor intención de resistir. Estábamos todos de pie contra la pared
–rodeados por soldados con pistolas, todos gritando brutalmente (evidentemente
estimulados por lo que estaban haciendo –se diría que estaban emocionalmente
preparados para ejercer violencia sobre nosotros). Luego, a los alaridos, nos
agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la salida del edificio. Pero nos
hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de
diez pies entre sí, que nos pegaban con palos o culatas de rifles y que nos
pateaban rudamente en cualquier parte del cuerpo que pudieran alcanzar. Nos
mantuvieron incluso a suficiente distancia uno de otro de modo que cada soldado
pudiera golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron
tan brutalmente como les era posible y yo (como todos los demás) fui golpeado
en la cabeza, en el cuerpo, y en donde
pudieron alcanzarme. Esta humillación fue sufrida por todos nosotros –mujeres,
profesores distinguidos, el Decano y Vicedecano de la Facultad, auxiliares
docentes y estudiantes. Hoy tengo el cuerpo dolorido por los golpes recibidos
pero otros, menos afortunados que yo, han sido seriamente lastimados. El
profesor Carlos Varsavsky, director del nuevo Radioobservatorio de La Plata,
recibió serias heridas en la cabeza, un ex secretario de la Facultad (Simón) de
70 años de edad fue gravemente lastimado, como asimismo Félix González Bonorino, el geólogo más eminente del país.
Después de esto, fuimos llevados a la comisaría seccional en
camiones, donde nos retuvieron un cierto tiempo, después del cual los
profesores fuimos dejados en libertad sin ninguna explicación. Según mi
conocimiento, los estudiantes siguen presos. A mí me pusieron en libertad
alrededor de las 3 de la mañana, de modo que estuve con la policía alrededor de
cuatro horas.
No tengo conocimiento de que se haya ofrecido ninguna
explicación por este comportamiento. Parece simplemente reflejar el odio para
mí incomprensible, ya que a mi juicio constituyen un magnífico grupo, que han
estado tratando de construir una atmósfera universitaria similar a la de las
universidades norteamericanas. Esta conducta del Gobierno, a mi juicio, va a
retrasar seriamente el desarrollo del país, por muchas razones entre las cuales
se cuenta el hecho de que muchos de los mejores profesores se van a ir del
país.
Atentamente,
Warren Ambrose - Profesor de Matemáticas en Massachussets Institute of Technology
y en la Universidad Nacional de Buenos Aires"
(Fuente: Carta de Warren A. Ambrose a The New York Times).