Con casi dos décadas de
abandono, la Confitería Del Molino está cada vez más cerca de resucitar. El
Congreso de la Nación aprobó ayer la expropiación y utilidad de este
emblemático edificio ubicado en la esquina de Rivadavia y Callao, por su valor
histórico y cultural.
La ley, aprobada casi por unanimidad (se abstuvo Alberto
Asseff, del Frente Renovador), otorga el poder de la propiedad al poder
Legislativo. Apunta a que se concesione la planta baja, primer piso y subsuelo,
para que funcione como confitería, sin perder el espíritu que tuvo el lugar
durante décadas. Incluso expropiaron también la marca "Del Molino".
Con esos ingresos financiarán el armado de un anexo del Congreso, en el que
funcionarían un museo y un centro cultural.
Desde que bajó sus persianas a principios de 1997, en un
supuesto cierre de vacaciones, se desarrolló un juicio de sucesión con los
herederos de los primeros dueños.
LA HISTORIA
El pastelero Cayetano Brenna decidió crearlo en 1915,
fusionando tres edificios, por lo que el arquitecto designado (el también
italiano Francisco Gianotti) apeló a la novedosa técnica de hormigón armado.
Tuvo cinco pisos: en el primero, planta baja y subsuelos se destinó la
confitería, donde llegó a tener bodegas, fábrica de hielo, depósitos y taller
mecánico. Los cuatro de arriba fueron para departamentos de vivienda.