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La reflexión de un escritor sobre opiniones descalificatorias |
Por Mempo Giardinelli
Sería a todas luces preferible no tener que referirse a un candidato presidencial opositor que hasta parece contar –por momentos– con cierto beneplácito de muchos kirchneristas que inconscientemente lo ven, seguro que por sus pocas luces, como el candidato ideal para enfrentar dentro de diez meses. Allá ellos, y allá también los muchos argentinos/as que ya tienen decidido votarlo y de hecho lo sostienen como alcalde de la capital de la república. Pero hay límites, o, dicho de otro modo, hay dislates, torpezas o provocaciones (o como se las quiera llamar) que no se pueden dejar pasar en silencio.
Por caso, la infeliz expresión despectiva acerca del
supuesto (por él) “curro de los derechos humanos”. Que esta semana que pasó
completó al insistir con otra variante: que “los derechos humanos no pueden
servir para el revanchismo”, y que “lo que ahora debe importarnos son los
derechos humanos del siglo XXI”.
No son errores políticos de este sujeto, ni frases
desafortunadas de ocasión. Son la pura y profunda expresión de una ideología
miserable que, por fortuna, la democracia ha sabido aplastar con memoria y
verdad, y con leyes y justicia, y también con una educación ejemplar en la
materia, tanto a las generaciones de chicos que cursaron y cursan las escuelas
argentinas (especialmente las públicas) como al mundo entero que ha sabido
mirar éste, que es el mejor espejo de la Argentina, el más noble, el más
humanista, el más enorgullecedor de nuestro pueblo.
Cuesta no proferir palabras groseras hacia este candidato
que podría llegar –Dios no lo quiera– a la Presidencia de la República. Tiene
para ello un lobby gigantesco detrás, empresarial, bancario y sobre todo
periodístico, además de la siempre argentina pobre inocencia de la gente, que
es una marca nacional como lo es el cretinismo contumaz de los sectores más
poderosos, ricos y abusivos de esta compleja sociedad nuestra.
Cuesta mantenerse frío y sereno cuando este personaje, uno
de los poderosos de este país, es capaz de proferir, 31 años después de la
mayor tragedia de nuestra historia, semejantes barbaridades. Porque eso son,
barbaridades, o sea dichos o hechos necios e imprudentes. Tanto como algunos
otros que componen su currículum, y sobre todo ilustran acerca de sus
cualidades morales. Por caso, cuando a fines de los ’80, en Morón, el entonces
intendente Juan Carlos Rousselot intentó aquel gigantesco negociado con la
construcción de cloacas que le costó la carrera política: hay muchas fotos en
la web que muestran que quien firmaba el convenio por la parte empresaria era
este mismo entonces joven “empresario”.
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El escritor Mempo Giardinelli |
Más recientemente, en 2009 y ya como jefe de Gobierno
porteño, este hombre fue nuevamente procesado, ahora como cabeza de una
organización o red montada para espiar a políticos y empresarios, causa que
sigue abierta.
Bueno, éste es el candidato que dice que la lucha y los
logros de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, y de todos los organismos
de derechos humanos, son “un curro” y “no sirven para la justicia sino para el
revanchismo” (cuando jamás hubo un hecho de venganza o de violencia contra
genocidas, asesinos y apropiadores de niños, todos los cuales han tenido y
tienen todas las garantías legales que ellos negaron a sus víctimas).
Y es el mismo que declara, seguro que sin pensarlo, que lo
que importa “son los derechos humanos del siglo XXI”, lo cual él mismo niega
sistemáticamente al negar derechos a vivienda y subejecutar partidas para
asistencia social, salud y cultura.
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Las rondas de las Madres, emblema de una lucha no violenta |