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El énfasis de algunos medios fue promover una gran marcha opositora |
Fue como una onda que duró algo más de una hora y después,
lentamente, se fue desvaneciendo, sonora como había llegado. Entre las 20 y
apenas pasadas las 21, sobre Plaza de Mayo confluían personas que tenían en
común carteles tan iguales y diferentes como les habían moldeado las
circunstancias. Eran cartulinas de colores con marcadores, hojas de tamaño
oficio impresas antes de salir de una oficina, alguna tapa de caja de zapatos
escrita con fibrón, alguna carpeta rayada muchas veces con lapicera; decían:
“Yo soy Nisman. Basta de aliarse con terroristas que atentan contra nuestra
nación”, “Kristina asesina”, “Todos por la república, todos por la verdad,
¡vamos Lijo! #19E”, “Cristina, ¿quién dio la orden?”, “Je suis Nisman”, “Muerte
a la Cretina”.
Entre los anónimos, cuya composición varió entre las 19,
cuando comenzó a congregarse alguna gente, y las 21, hubo rostros célebres como
los de Beatriz Sarlo, Hugo Biolcati, Ernesto Sanz, Hermes Binner, Ricardo
Alfonsín; al ser reconocidos, algunos de ellos fueron recibidos con reclamos
que, a los gritos, les reprochaban ser “tibios”. Poco después, mientras la
convocatoria languidecía lentamente, en la Plaza de Mayo quedaban algunos
grupos pequeños intentando derribar las vallas metálicas que permiten cerrar
parte de la superficie.
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Algunas postales de la manifestación en Capital con consignas opositoras |
“Lo que pasa con nuestros jubilados, lo que pasa con
nuestros soldados. Es una vergüenza. Tengo 44 años, tuve la oportunidad de irme
del país. Estoy acá”, bramó otra mujer, y al canto de un hombre se prendieron
todas las voces para corear “el pueblo unido jamás será vencido”, mientras un
treintañero hacía percusión pateando las vallas. Sobre las cabezas asomaban
cruces de madera balsa cruzadas por una fotocopia: un escudo, la palabra
“policía”. “¿Por qué esto? Porque somos de la policía de la provincia de Buenos
Aires”, explicó un hombre a este diario.
Entre las 19.30 y las 20, la concurrencia llegaba con cierta
fluidez por Diagonal Norte, un poco por Avenida de Mayo; la calle Hipólito
Yrigoyen y la Diagonal Sur permanecían tan vacías como la vereda sur de la
plaza, donde el acceso al subte A nunca fue interrumpido. Los discursos
encendidos del pequeño grupo con micrófono no llegaban hasta los alrededores de
la Catedral, cuyas escalinatas desde temprano estaban tapizadas de
manifestantes y curiosos que, sin embargo, no se movían del escalón conseguido.
Ante ellos, por Rivadavia, eventualmente un grito proponía una consigna (“¡viva
la Patria!”, “¡viva!”, “¡viva la Patria, carajo!”, “¡viva!”), alguien pasaba
cartulina en alto, o bien ondeando una bandera argentina con crespón
improvisado, por ejemplo, con un cordón de zapatillas. “No vamos a creer que el
fiscal se suicidó. ¡Al fiscal lo mandaron matar!”, gritaba desde un megáfono
una mujer que marchaba a la cabeza de una decena de militantes embanderados con
identificaciones del MIJD (Movimiento Independiente Justicia y Dignidad).
En Diagonal Norte, teléfono en mano, un hombre buscaba la
perspectiva para retratar a su mujer y sus hijas con el fondo de la plaza y las
cabecitas que asomaban en la distancia. Desde el Obelisco llegaban grupos
disgregados pero con ritmo constante: señoras, señores, familias, oficinistas
que aprovechaban el fin de la jornada para manifestar; algunos por las veredas,
otros por la calzada. Los anunciaban sus propios aplausos, que poco a poco
fueron contagiando la zona por la que ingresaban en la plaza.
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Diario UNO Mendoza |
También se registraron concentraciones en localidades del Gran Buenos Aires y en Mar del Plata, donde diversos grupos se congregaron alrededor del monumento a José de San Martín, en el centro de la ciudad. La marcha se replicó en otras localidades turísticas de la costa bonaerense, como Miramar, Villa Gesell y Pinamar. En Rosario, unas mil personas se acercaron al Monumento a la Bandera, portando velas encendidas o golpeando cacerolas.