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Cómo se realizan las escuchas telefónicas |
El periodista Gerardo Young describió en su libro SIDE de
2006 cómo nació el sistema de escuchas para jueces llamado “Dirección de
Observaciones Judiciales” y abreviado OJOTA. El apartado del libro.
La empresa estatal de comunicaciones (Entel) fue una de las
primeras en ingresar en el proceso de privatizaciones que había puesto en
marcha Menem. Los teléfonos andaban mal, conseguir una línea nueva era una
odisea que podía consumir años, por lo que su pasaje a manos privadas no
ofreció demasiada resistencia entre los usuarios. ¿Pero cómo iban a hacerse las
intervenciones telefónicas si el Estado perdía el control de las
comunicaciones? ¿Y quién iba a pagar el costo? Terminado el proceso de
privatización, el 6 de octubre de 1992, el gobierno de Menem decidió el
traslado hacia la SIDE de la Dirección de Observaciones Judiciales que
funcionaba en la vieja Entel. Desde hacía años la SIDE manejaba las escuchas
desde esa Dirección, pero se suponía que era algo secreto, una de esas cosas
que no se confiesan. Ahora se asumía en forma oficial y definitiva. Algunos
legisladores protestaron, entre ellos José Romero Feris, senador por
Corrientes, quien advertía que el traspaso “permitirá que el Poder Ejecutivo
tenga conocimiento de investigaciones judiciales, en posible violación del
secreto de sumario, lo que en el caso de eventuales investigaciones por el
delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público, evidencia su
inconveniencia”. Romero Feris sabía que esa “inconveniencia” era buscada por el
ejecutivo. A partir de ese momento, cualquier investigación judicial que
necesitara de escuchas telefónicas tendría que pasar por las manos de los
muchachos de La Casa. Para evitar que el gobierno pudiera enterarse de la
investigación sobre uno de sus funcionarios, los jueces deberían ahorrarse las
escuchas o encargarlas a algunas de las fuerzas de seguridad, que seguían pinchando
con el viejo método, es decir, con mucho esfuerzo y sin los mismos resultados
(1).
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Los procederes de una oficina siempre cuestionada |
En la SIDE estaban encantados. Hugo (Anzorreguy, el director
de la SIDE) dispuso trasladar la Dirección de Observaciones Judiciales al
edificio de siete pisos de Avenida de los Incas, donde ya había funcionado la
Central Nacional Inteligencia, que ya todos asumían como un organismo inútil.
Allí fueron derivadas las sesentonas que levantaban las comunicaciones de la
vieja Entel y sus añejas consolas. También el aparato de espionaje que había
comprado la SIDE en tiempos de Alfonsín, aquel que cruzaba datos entre cientos
de conversaciones. Para agilizar las intervenciones, se acordó que las empresas
telefónicas debían enviar a la base de Avenida de los Incas un duplicado de la
comunicación que les solicitaba la SIDE. Se hacía a través de un sistema de
cableado telefónico, que más tarde sería reemplazado por fibra óptica,
instalado en el subsuelo de la base. En los pisos superiores las sesentonas se
encargaban de todo el trabajo pesado. Las escuchas, grabaciones y
desgrabaciones, en algunos casos también las traducciones, si se estaba
escuchando a alguien que hablara en otro idioma. La base empezó a ser llamada
OJOTA, por las siglas de Observaciones Judiciales (O.J.), y quedó a cargo de
Carlos Lavié, un buen amigo de Anzorreguy. Lo único que tenía que hacer Lavié
para intervenir un teléfono, era enviar a las empresas telefónicas un oficio
con su firma y, en teoría, una copia de respaldo con la firma del juez que
solicitaba la intervención. Al principio esa práctica se cumplía con precisión.
Con los años, cuando las intervenciones pasaron a ser cientas o miles y miles,
los controles se flexibilizaron y un llamado de Lavié alcanzaba para la
intervenir cualquier teléfono de cualquier argentino. El de cualquiera.
¿Pero quién se haría cargo de los costos? De eso nunca se
habló ni se escribió una línea. En los contratos firmados entre el Estado y las
empresas telefónicas no se había reservado un párrafo para ese detalle
millonario. Es fácil adivinar quién pagó por el olvido. Del costo de las
comunicaciones duplicadas se iba a hacer cargo la generosa caja de 25 de Mayo
(sede de la SIDE).
(1) Unos años antes, en 1987, el juez federal Norberto
Blondi le había ordenado a Entel la intervención del teléfono de Fernando
Alfonsín, el hermano del presidente, al que investigaba por un desvío de
bolsones de comida (las famosas cajas Pan). Aquella vez, nadie en la SIDE y
nadie en el gobierno se enteró, hasta que Blondi lo expuso en una resolución.
Al pasar OJOTA a manos de la SIDE, el gobierno se aseguraba el control de las
escuchas o de casi todas. El caso Blondi era un antecedente que el gobierno de
Menem seguramente tomó en cuenta al dictar el decreto 1801/92 donde se dispuso
el traspaso de OJOTA a la SIDE.
(Fuente: APU)