Reproducimos una entrevista realizada al escritor Juan Gelman sobre las causas del golpe de Estado
de 1976. Sus respuestas siguen vigentes en nuestros días, a 39 años de aquel
episodio, que inauguró una de las etapas más cruentas que vivimos los
argentinos.
Autor: Felipe Pigna
¿Cuáles fueron para usted las
causas del golpe del '76?
No se puede analizar el golpe del
’76 fuera de una historia de golpes en la Argentina que comienza en el año
1930. Todos conocemos la posibilidad de golpe de estado; la imposibilidad de
que los gobiernos civiles se afianzaran. En cierto momento se habló de la
existencia de un partido militar, en tanto era el ejército quien determinaba el
curso de las políticas nacionales. En realidad, no puede haber un golpe de
estado sin contar con apoyo civil. Ese apoyo civil es en general de
empresarios, agropecuarios, según la época, y sectores políticos. Es verdad que
los políticos, los radicales, los comunistas, los demócratas progresistas, los
socialistas golpearon las puertas para que los militares derrocaran a Perón. De
alguna manera, el golpe del ’76 se dio con un consenso social bastante grande,
sobre todo en la pequeña burguesía urbana y en los sectores urbanos. Los
pretextos que se usaron eran, por un lado, económicos: la mala gestión de
Isabel. Eso existió, pero estábamos a nueve meses de elecciones generales,
donde se podía elegir otro gobierno. Otro pretexto que se utilizó fue el de la
guerrilla. Pero ocurre que en países como Italia y Alemania la guerrilla se
pudo controlar y deshacer sin golpe de estado. Éste es el fundamento de la
famosa teoría de los dos demonios. Es decir, de un lado estaba la guerrilla,
del otro lado estaban los militares y en el medio había una población que no
tenía nada que ver con nada. Ésta es una forma de desresponsabilizar a la gente
en relación a lo que ocurría.
Respecto a lo que dicen algunos
militares como Suárez Mason, acerca de que ellos se sienten usados por las
grandes fuerzas empresariales es, hasta cierto punto, así y, hasta cierto
punto, no es tan así. Sí habla de la existencia de un tejido anterior al golpe
militar, un tejido que se fue conformando a lo largo de los años. Antes del
golpe del ’76, estuvo el golpe del ’55 y estuvo el gobierno de Frondizi. Es
decir, ya habían empezado los intentos de asociar al país a las políticas
monetaristas internacionales del Fondo Monetario Internacional y del Banco
Mundial, y había comenzado la voluntad de iniciar las privatizaciones y todo lo
demás. De manera que no se puede desvincular la acción militar de esta voluntad
de sectores empresariales del país y de fuera de imprimir en el país un rumbo
determinado en este campo.
No se puede disociar el golpe de
determinadas complicidades, por ejemplo, de un buen sector de la burocracia
sindical. Hubo casos extraordinarios. En el Nunca Más uno lee como en la
madrugada del 24 de marzo, antes de que el golpe se anunciara públicamente, se
tomaban locales sindicales, se detenían a dirigentes medios y de base, en su
mayoría peronistas en un gran cinturón de Buenos Aires. Y cómo -hay un
testimonio- ahí decían “vamos a matar a todos los peronistas”, mientras resulta
que algunos dirigentes sindicales peronistas estaban absolutamente con el
golpe. También la Iglesia -con excepciones por supuesto- no sólo lo apoyó, sino
que confortó a los militares asesinos y torturadores. De manera que esta es una
lista incompleta, pero hablo de los elementos fundamentales: la Iglesia, las
llamadas “fuerzas vivas”, que son “vivas” en doble sentido y el ejército, es el
trípode en el que se apoya el Estado.
¿Cuál fue el objetivo del golpe?
Lo que se fue haciendo bajo la
dictadura militar fue cambiar el modelo de país. El nuestro era un país
bastante industrializado, con una clase obrera numerosa y combativa. El fin era
económico, pero también político: quebrar el movimiento obrero, que era el otro
polo de desarrollo del país, con una clase obrera nueva y desintegrar esa
identidad política que era el peronismo. Los métodos que aplicaron son
conocidos por todos nosotros.
¿Qué opina de la teoría de los
dos demonios?
Lo que demuestra que la teoría de
los dos demonios no funciona es el hecho de que haya habido 30 mil
desaparecidos. Según un estudio del coronel Florencio García y del ejército
había a lo sumo mil quinientos guerrilleros, sumando todos los grupos
guerrilleros en el país. De manera que suponiendo que todos esos guerrilleros
hubieran sido aniquilados por las fuerzas armadas, todavía cabe preguntar qué
pasó con los 28 mil quinientos que no eran guerrilleros y que incluso no
estaban a favor, sino en contra de la lucha armada como salida del problema del
país. Claro que murieron “inocentes” entre comillas, como dicen determinados
voceros que dan diploma de inocencia a las víctimas para perdonar a los
victimarios -como si las víctimas les hubieran encargado esa tarea-.
Eran estudiantes, el 30 por
ciento; eran obreros, gente que trabajaba, más del 50 por ciento. Había
intelectuales, había periodistas, hombres de teatro, de letras, había curas,
sacerdotes, incluso. La Noche de los Lápices es un ejemplo muy claro: gente que
peleaba por cambiar una situación de injusticia en el país, por medios
pacíficos. Sin ninguna duda a esta gente se la mete en la misma bolsa, sigue
siendo uno de los dos demonios, cuando en realidad fue una voluntad de cambio
que venía de la década anterior, de los años '60.
En esa década hubo un factor que
influyó mucho, sobre todo en la fuerza de izquierda en la Argentina: la
Revolución Cubana. Hasta entonces mundialmente se pensaba que era posible la
transición pacífica al socialismo. El Partido Comunista argentino estaba en esa
misma posición. Y la Revolución Cubana mostró la posibilidad de cambiar el
sistema por la vía guerrillera. Esto influyó en sectores muy grandes de la
intelectualidad argentina, que siempre se caracterizó por una participación
activa, esto desde el siglo pasado. Hubo grandes estadistas nuestros que fueron
intelectuales. Y esto es una constante en los países de América latina. En esos
años había una discusión muy ardiente acerca de lo que pasaba en el país y de
cómo cambiar lo que estaba pasando. Y existían posiciones de lo más diversas
con respecto a eso. Pero por sobre todo había una voluntad de cambio y de
reflexión acerca de los caminos para producir ese cambio, en la que había
muchísimos intelectuales, escritores, pintores, artistas en general. Eso era un
fenómeno natural en esos años. Hay una teoría de Sartre del escritor
comprometido que no tenía mayor asidero, porque el escritor comprometido
implica que “hay una voluntad de”, mientras que para el movimiento estudiantil
y grandes sectores de artistas e intelectuales de Argentina en esos años no era
una “voluntad de”, era muy natural la actividad política, la reflexión en torno
a todos estos temas, etc., etc.
¿Cuáles son las repercusiones del
golpe de estado en la actualidad?
Yo percibo que hay temor
implantado en la sociedad argentina, por razones explicables. Pero además la
falta de seguridad sigue. Yo no creo casual que salgan algunos a decir que
hicieron lo que hicieron y que están muy contentos de haberlo hecho. Además hay
amenazas contra los hijos de desaparecidos, que han creado una red. Me contaron
el caso de un tipo que se acercó a una hija de desaparecido y le dijo: “mirá, decíles
a todos esos que andan con vos que van a terminar presos. Tu papá no está
muerto. Lo que pasa es que le dimos tantas picanas que está loco y de vos no
tiene noticias ni que existís”. Todo esto se alimenta en los fantasmas de las
víctimas, porque es muy difícil admitir que un ser querido ha muerto, o
desaparecido, que no se sepa dónde está, que no se sepa qué pasó con él.
También hubo casos en los que llamaban a madres de desaparecidos -hasta el año
pasado, por lo menos- de parte del hijo, diciéndole: “Mario está bien. Ya va a
volver, manda saludos”; y cosas de esa naturaleza, que ya son de un sadismo que
no tienen ningún fin político. Se trata de mantener latente el temor que los
métodos de la dictadura militar implantaron en el país.
Lo que a mí más me preocupa de la
situación actual en la Argentina es el hecho de que hay una suerte de
continuidad del pensamiento militar por medios civiles. En primer lugar está el
tema de la impunidad, que todos los militares hayan sido perdonados… Alfonsín
fue el que, en definitiva, perdonó a más gente con las leyes de Obediencia
Debida y Punto Final. Hay un cálculo -cuya veracidad no estoy en condiciones de
asegurar- que estima que fueron bastantes miles los miembros de las fuerzas
armadas y de seguridad que participaron directamente en los secuestros,
asesinatos y en las torturas. Esos fueron los que perdonó Alfonsín. Y los que
se condenaron en el Juicio fueron los que perdonó Menem creando esta sensación
de que hoy se puede hacer todo sin que haya castigo. Uno se explica el hecho de
que esto continúe por la siguiente razón: porque los militares se fueron, pero
la red de intereses que lo sostuvo, que los apoyó, que los cobijó, sigue viva.
El otro día caminando por la calle vi un cartel de una elección de hace unos años,
en el que el señor Martínez Raymonda, del Partido Demócrata Progresista, se
proponía como candidato a diputado. El señor Martínez Raymonda fue embajador de
la dictadura militar en Roma. Y como éste ya conocemos los centenares de
radicales y peronistas que fueron intendentes bajo la dictadura. Esto en
relación a los políticos. Los dirigentes sindicales siguen flotando por ahí. La
Iglesia que todavía parece que no está en condiciones de hacerse un examen de
cómo participó, salvo -repito- excepciones notorias. Y también, por qué no,
ciertos intelectuales que por ejemplo en el año ’78 explicaban en el San Martín
por qué la censura era necesaria, con teorías muy peregrinas acerca de este
tema: por ejemplo, que cuando en Rusia existía la censura zarista se dio una
gran literatura, como si eso fuera el resultado de la censura.
Sí, sobre todo un papel de
fabricante de ideología encubridora de la masacre y encubridoras de los planes,
en definitiva, de la dictadura militar, con este tejido detrás. Lo que ellos
pretendían lo lograron en buena medida. Por ahí un grupo de militares dijo que
habían sido derrotados políticamente y cosas por el estilo. Pero no es tan así,
en la medida en que se sigue creyendo en la teoría de los dos demonios y que no
se ve cuál es el fondo real de la cuestión, no están tan derrotados.
¿Qué opina de la autocrítica del
general Martín Balza?
El general Balza, por un lado, ha
ido lejos al decir que no existe la obediencia debida, que hay órdenes
inmorales que no se deben dar, y que si se dan no se deben obedecer. Pero yo
recuerdo el manual de la Wermacht, el ejército alemán que peleaba en 1940 a las
órdenes de Hitler, y existe un párrafo en el código militar que dice
exactamente lo mismo. Lo que me preocupó de la intervención del general Balza
es que él sigue hablando de que se cometieron excesos, cuando todos sabemos que
hubo un plan perfectamente llevado a cabo.
¿Cuál cree usted que es la
responsabilidad que tenemos hoy?
Creo que hay muchas cosas que
todavía no se han aclarado. En primer lugar está el tema que no se plantea con
nitidez la cuestión de la responsabilidad. Se plantea el tema de la culpa. Por
ejemplo, se piensa que los que sobrevivieron a los campos de concentración por
algo habrá sido. Implícita o explícitamente está la sospecha de que delataron y
entonces se salvaron por eso. Esto no es así. Hay muchas cosas que están
mantenidas en la oscuridad, porque hay gente a la que esa oscuridad le viene
bien. Efectivamente hay un conflicto entre el olvido y la responsabilidad.
Incluso la responsabilidad de saber. No creo que la inmensa mayoría del pueblo argentino
haya ayudado a los militares. No creo eso. Me refiero a la responsabilidad de
saber lo que pasó y a responsabilizarse de eso. Y creo que en todo esto incide
el que haya problemas económicos graves, la lucha por la supervivencia es el
centro de muchísima gente. Eso es natural. También creo que tiene que ver con
un accionar -y eso se ve en los medios, sobre todo en ciertas audiciones de
televisión, no sólo las de Daniel Hadad, sino también las de Mariano Grondona-
de seguir apuntalando la imagen de los dos demonios y de la
desresponsabilización. Y por el lado de la jerarquía eclesiástica, por el lado
de la culpa. Esos cinco obispos que el año pasado, en el Domingo de Ramos,
dijeron “todos somos culpables”… cosa que tampoco es cierta. En Alemania están
construyendo la teoría opuesta, es decir, nadie fue culpable. Y esto hace
Helmut Kohl. La teoría de que en realidad Hitler asaltó el poder y les impuso a
los alemanes una ocupación semejante a la de Francia, Holanda y todos los
países que ocupó el nazismo. Como si Hitler no hubiese ganado las elecciones,
cosa que ni siquiera hicieron Videla y compañía. Pero ese también es un camino
de desresponsabilización. Es como decir: “bueno, nos ocuparon no se sabe por
qué magia y, ¿qué podríamos hacer?”.
En lo que yo sí tengo esperanza
es en los chicos más jóvenes. Observo en algunos recitales en el interior del
país y también en la capital que el 80 o el 90 por ciento de las personas que
asisten es gente joven (16, 18, 20 años). Además es gente que quiere saber y hay
gente de generaciones un poco mayores (25, 40) que no preguntan y no quieren
saber.
¿Qué importancia tiene la
memoria?
Creo que la lucha por la memoria
es muy importante, porque a toda esta red de intereses le interesa
efectivamente el olvido. Y el tema de los desaparecidos sigue pesando en
nuestra sociedad como un cáncer, como una herida que no se cierra. Sin esa
memoria no se puede construir una moral cívica sólida. La sociedad pierde el
sustento de la memoria, la memoria cívica, justamente. Esto es muy dañino. En
la Argentina esto se ha dado vuelta y vuelta. Parece que hubiera tajos,
agujeros en la historia, y parece como que esa historia no ha existido. Un
peligro de todo eso es que la historia se repita. La historia se repite y no
siempre como comedia, sino siempre como tragedia.
Yo creo que el hacer poesía es
una forma de resistencia, el solo hecho de escribir. Hay un proceso de
cosificación, de deshumanización, y hay poesía y arte que combaten eso por el
solo hecho de existir, aunque no se lo proponga. Si yo entiendo tu pregunta, el
tema es, ¿qué pasa con la poesía y la política? Creo que son dos planos
absolutamente diferentes. La poesía son botellas tiradas al mar que, por ahí,
alguien recoge. Hablabas del compromiso en la poesía... Yo a la poesía
comprometida prefiero la poesía casada, casada con la poesía. El verdadero tema
de la poesía es la poesía y por eso puede hablar de cualquier cosa. Los que en
cierto momento se escandalizaron porque creían que la poesía no podía tratar
temas políticos es gente que no leyó a Shakespeare, que no leyó al Dante, para
hablar nada más que de esos dos antecedentes. Hay una anécdota de Paul Éluard,
el gran poeta francés, que ilustra lo que pienso. En el año 1950 estalló la
guerra de Corea, supuestamente porque los del sur invadieron el norte o al
revés. Paul Éluard era miembro del Partido Comunista francés. Él era otro de
los grandes poetas, como Aragón y otros. Y se creyeron en la necesidad, en la
obligación de escribir poemas por el tema de la guerra de Corea. Paul Éluard no
lo hizo y cuando se lo reprocharon, él explicó que solamente escribía poemas de
temas políticos cuando la circunstancia exterior coincidía con la circunstancia
del corazón. Porque de otro modo -y esto ya no lo dijo él- efectivamente se
incurre en el panfleto y en cosas que no tienen demasiado que ver. Yo creo que
es legítimo que si un poeta tiene necesidad de expresar esas preocupaciones
porque le producen una obsesión poética, -no porque se lo indique el comité
central del partido-, es legítimo hablar de temas sociales, políticos,
revolucionarios. Pero a la vez, lo otro también es legítimo. Ha habido gente
que participó en la resistencia francesa, un tipo que estuvo en Francia,
clandestino, peleó contra los nazis, y no hay una sola línea explícita sobre el
tema en toda su obra.