Todo comenzó a fines de abril de 1886, cuando un grupo de obreros
anarquistas lanzó en Chicago una campaña para lograr la jornada de ocho horas,
cuando se trabajaban catorce y a veces más.
Autor: Felipe Pigna
Autor: Felipe Pigna
No había límites para la
explotación y, como lógica contrapartida, tampoco los había para la utopía de
los dueños de nada, que querían dar vuelta un mundo que ya estaba patas para
arriba. El 1º de mayo convocaron a una gran manifestación. Allí estaban los
obreros con sus mujeres y sus hijos. Para ellos querían las ocho horas, para
poder estar con su familia, para poder ver crecer a su hijos, para terminar con
el oprobio de llegar con todo el cansancio en el cuerpo a sus casas, ver dormir
a sus hijos y levantarse a las pocas horas para volver a la fábrica, para leer
y formarse, para poder compartir la vida y los sueños con sus mujeres.
Pero sus justos reclamos fueron
violentamente reprimidos por la policía y quedaron tendidos sobre el empedrado
dos trabajadores muertos. Tres días después se convocó a otra marcha y esta vez
la represión fue peor. En medio de la confusión alguien arrojó una bomba y
murieron varios uniformados.
El agresor nunca pudo ser
identificado y se sospechó que pudo tratarse de un provocador de la patronal.
La mayor democracia del mundo respondió brutalmente. Se desató de inmediato la
furia policial y en pocos minutos los muertos obreros se contaban por decenas.
El saldo final fue de ochenta trabajadores fallecidos y doscientos heridos.
Desde el poder se lanzó la
"caza del anarquista". Fueron detenidos ocho dirigentes sindicales en
los que se intentó escarmentar a toda la clase trabajadora de los Estados
Unidos. Se trataba de Adolph Fischer, Augusto Spies, Albert Parsons, George
Engel, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden y Oscar Neebe. Tras un breve
y parcial proceso, los cuatro primeros fueron ahorcados el 11 de noviembre de
de 1887.

En 1889, la Conferencia
Internacional de Trabajadores, reunida en París, acordó fijar el 1º de mayo de
cada año como el día de los trabajadores, una jornada que deberá ser de lucha y
recuerdo de sus compañeros, de aquellos "mártires de Chicago".
Al año siguiente, los
representantes del incipiente movimiento obrero argentino se reunieron en el
Prado Español y decidieron conmemorar en adelante el 1º de mayo en nuestro
país. Entre 1880 y 1901 se multiplicaron las sociedades de resistencias, se
fundaron numerosos gremios, como el de los panaderos, aquellos que
estigmatizaban a los curas y a los militares desde algo tan cotidiano y masivo
como las facturas, bautizándolas con nombres como "sacramentos",
"bolas de fraile", "vigilantes", "cañoncitos",
"bombas de crema" y "suspiros de monja".
Floreció la prensa obrera con sus
dos grandes exponentes La Vanguardia, el periódico socialista fundado en 1894 y
La Protesta, la voz de los anarquistas, que comenzó a editarse en 1897, un año
después que Juan Bautista Justo fundara el Partido Socialista. La idea de una
central única de trabajadores se concretó en mayo de 1901 con la creación de la
Federación Obrera Argentina, la FOA, que nucleaba a la mayoría de los gremios
del país. En aquel año recordaba un militante obrero: "...la manifestación
obrera conmemorativa del 1º de Mayo fue disuelta en Buenos Aires por la policía
a sablazos, produciéndose el tumulto consiguiente".
El gobierno conservador del
general Roca comenzó a preocuparse y promovió la aprobación de un proyecto de
ley presentado en 1899 por el inspirado senador Miguel Cané. El 22 de noviembre
de 1902, la iniciativa del autor de Juvenilia quedó convertida en la ley 4144,
conocida como "de Residencia". Contrariando hasta el Preámbulo de
nuestra Constitución Nacional, permitía la expulsión hacia sus países de origen
de los extranjeros llamados "indeseables", es decir, militantes
sindicales y sociales.
En la mayoría de los casos, el
"agitador" extranjero expulsado a su país de origen, al llegar a su
destino, era condenado a muerte o a cadena perpetua, cuando se trataba de
emigrados que huían de las persecuciones y eran atraídos por la promesa de
libertad declamada hasta el cansancio por los sucesivos gobiernos patrios. Ante
esta grave situación, el gremio de los marítimos armó una pequeña línea de
barquitos a la que llamó "Flotilla Libertaria", que recorría
permanentemente el Río de la Plata entre los puertos de Buenos Aires y
Montevideo para rescatar a los deportados que lograban arrojarse al agua desde
los barcos. La Flotilla Libertaria logró rescatar en aquellos años a centenares
de militantes que se reintegraron a la lucha.
Las condiciones miserables de
vida continuaron y se agravaron y, pese a la represiva ley 4144, el movimiento
obrero reaccionó enérgicamente y decretó a principios de noviembre de 1902, a
través de la FOA, la primera huelga general de la historia argentina.
La primera década del siglo XX
estuvo marcada por la acción sindical anarquista y la acción política del
socialismo. Por aquellos años las ideas brotaban como de un manantial que se
expresaba en el notable crecimiento de la difusión de los periódicos anarcosindicalistas,
la fundación de bibliotecas y de las "Escuelas Modernas", que
refutaban los conceptos y los contenidos de la educación oficial y capitalista;
las huelgas generales y las grandes movilizaciones obreras. La rebelión en el
"Granero del Mundo" parecía imparable.
El acto del 1º de Mayo de 1905 se
realizó frente al Teatro Colón y mientras estaban haciendo uso de la palabra
los oradores, el gobierno lanzó un escuadrón de 120 policías a caballo, los
famosos "cosacos", contra la multitud, mientras que un escuadrón de bomberos
policiales la atacó por otro frente. Sobre la plaza Lavalle quedaron tendidos
cuatro muertos y más de cincuenta heridos. Los detenidos se contaron por
centenas.
Un informe policial da cuenta de
la detención de un obrero anarquista al que se lo encontró "famélico, en
grave estado de desnutrición". El oficial escribiente detallaba que entre
las pertenencias del detenido se encontraron 100 pesos y que al ser interrogado
se le preguntó por qué no había usado parte de ese dinero para alimentarse; el
detenido contestó con toda su poderosa y ejemplar humildad: "esa plata es
del sindicato, de mis compañeros que tienen tanto hambre como yo pero dan lo
poco que tienen para la causa redentora de la humanidad, para que sus hijos
vivan un mundo que merezca ser vivido".