Reproducimos un texto del fallecido periodista Eduardo Kimel,
quien investigó el horrendo asesinato de
los cinco religiosos palotinos, ocurrido el 4 de julio de 1976. El autor fue perseguido por la Justicia y amenazado por esta
investigación.
“Rolando Savino era el joven
organista de la iglesia de San Patricio. Desde chico concurría a la parroquia
de los palotinos irlandeses. El domingo 4 de julio (de 1976) se levantó
temprano y fue a la iglesia, para asistir a la primera celebración de la misa.
Llegó a las siete y media. Había poca gente en la calle, aguardando con frío a
la intemperie. Pasaron los minutos y extrañado vio que el templo permanecía
cerrado. Algunos feligreses impacientes tocaron el timbre y dieron golpes en
las puertas, sin obtener respuesta. A las ocho menos cinco Rolando dio un rodeo
a la casa y encontró una banderola semiabierta. Trepó y entró. No percibió ni
movimientos. Fue hasta el comedor de la planta baja. Tomó las llaves de la
iglesia y abrió las puertas para que los feligreses pudieran entrar. Utilizando
otra llave abrió la puerta de la casa parroquial; desde el hall llamó a los
padres sin resultado alguno. Vio luces encendidas en la planta alta. Creyó que
los sacerdotes se habían quedado dormidos, o que recién se levantaban, aunque
esto no fuera normal. Volvió a gritar y, como el silencio continuaba, subió las
escaleras hasta el primer piso donde estaban los dormitorios. Un frío helado
recorrió su cuerpo. Una presunción lo invadió. Estaba todo revuelto. En las
puertas y en la alfombra había inscripciones, que no pudo o no quiso leer.
Pensó en un robo. La estufa de gas estaba encendida. Se acercó a la sala de
estar. Abrió la puerta y con horror observó los cuerpos ensangrentados de los
cinco religiosos tirados en el suelo. Aterrorizado, bajó las escaleras. Entre
las personas que aguardaban vio a la señora Celia Harper, a quien conocía;
impelido de un desconocido sentido del control le pidió que lo acompañara a la
planta alta, sin decir una sola palabra al resto de la gente. A los pocos
minutos Rolando y Celia se dirigieron a la comisaría del barrio para comunicar
el macabro hallazgo.”
Este relato pertenece al libro La
masacre de San Patricio, una investigación sobre el horrendo asesinato de los
cinco religiosos de la comunidad católica palotina de Belgrano R sucedido el 4
de julio de 1976. En las primeras horas de aquel día un grupo de tareas de la
dictadura militar ingresó a la casa parroquial y, luego de identificarlos,
masacró a los sacerdotes Alfredo Kelly, Alfredo Leaden y Pedro Duffau, y a los
seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti.
El crimen fue el hecho de sangre
más importante que sufrió la Iglesia Católica argentina en toda su historia.
Sin embargo, desde aquel 4 de julio debieron pasar muchos años para hallar y
castigar a los culpables.
La jerarquía católica argentina
mantuvo una llamativa indiferencia, nunca reclamó con la debida fuerza por el
crimen; el homenaje a las víctimas quedó circunscrito a las misas que los
palotinos les dedican cada 4 de julio. Si se hiciera una encuesta entre la gran
masa de católicos practicantes, seguramente una inmensa mayoría no podría
contestar a la pregunta: ¿qué fue la masacre de San Patricio?