Luego de 12 años Argentina vuelve a Davos, con un escenario mundial que se debate entre un futuro idílico y las mil grietas.
La tan mentada grieta que divide al país al menos desde 2008 no sólo parece haberse ahondado durante los primeros cuarenta días de Mauricio Macri en la Casa Rosada, sino que dejó de ser una peculiaridad política de lugares como la Argentina o Venezuela, o incluso Brasil, donde las pasiones a favor y en contra de los gobiernos se vieron exacerbadas durante el superciclo de los commodities que empezó a evaporarse hace dos años. El flamante Presidente argentino llegará hoy en auto desde París a este pueblito alpino suizo con la idea de seducir potenciales inversores y encauzar las negociaciones con los fondos buitre, pero no podrá esquivar el debate que flota asordinado entre los 40 jefes de Estado y más de 2.500 empresarios, científicos y artistas inscriptos en el Foro Económico Mundial que arrancó oficialmente ayer. ¿Cuán sostenible es un sistema que llevó a que la riqueza del 1% más acaudalado del planeta vaya a superar este año la del restante 99%? ¿Qué nuevas tensiones pueden aflorar si esos crecientes abismos sociales empujan a las mayorías en naciones ricas a los brazos de extremistas xenófobos como la francesa Marine Le Pen o el estadounidense Donald Trump? ¿Cuánto amenazan la guerra, las migraciones masivas y el terrorismo las proyecciones de un futuro armónico, robotizado y descentralizado que trazan los organizadores del cónclave que desde 1971 reúne a la crème del establishment global?
La primera piedra la tiró el
lunes la ONG Oxfam, cuyos activistas se adelantaron a la elite de políticos y
empresarios que alborotan cada enero con sus jets privados y limusinas esta
villa turística de apenas 10.000 habitantes, que difundió un informe donde
asegura que en 2016, por primera vez y un año antes de lo previsto por ellos
mismos, la riqueza (líquida e invertida) del 1% más acaudalado de la población
mundial es mayor que la del 99% restante. Dentro de ese percentil súper rico,
sólo 62 personas (53 de ellas hombres) acumulan activos por un monto semejante
al que se reparte la mitad más pobre del planeta. Y la tendencia, tal como
documentó Thomas Piketty en su bestseller mundial “El capital en el siglo XXI”,
es hacia una mayor concentración: hace un año hacían falta 85 magnates para
empatar con 3.700 millones de almas que se apiñan en la base de la pirámide.
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Macri, escoltado por Massa en viaje a Davos |
El lema del foro (“Hacia la
cuarta revolución industrial”) luce algo naíf en ese contexto. Los últimos
avances en nanotecnología, biotecnología, vehículos que se manejan solos,
impresoras 3D, robots que aprenden a invertir en la Bolsa y hasta a
diagnosticar enfermedades, como destacó Macri durante la campaña presidencial,
no sólo no ayudaron a cerrar las grietas que dividen a la humanidad sino que
amenazan con profundizarlas, poniendo en riesgo millones de puestos de trabajo
sin que los sistemas políticos hayan encontrado la forma de repartir los frutos
de los saltos de productividad. Para el Presidente y buena parte del
empresariado, de todos modos, Davos es como Disney para un niño: ofrece
conferencias vistosas, sintéticas y pobladas de datos llamativos como las
charlas TED, debates en torno de la innovación disruptiva y reuniones de quince
minutos donde no hay lugar para la cháchara y todos van directo al grano.
Las voces de alerta son pocas
pero ruidosas. Entre los artistas, Leo Di Caprio y Kevin Spacey prometen dar la
nota “igualitarista”. El Informe sobre Confianza de la consultora Edelman
también acaba de advertir aquí que la sensación de distancia entre gobiernos y
poblaciones se encuentra en su pico histórico y que eso “alimenta los
populismos” en todo el planeta. A diferencia de lo que ocurría hasta el año
pasado, esta vez sí habrá algo de discusión sobre otra grieta que divide al mundo:
las desigualdades entre hombres y mujeres. Claro que será difícil tomársela en
serio mientras sólo el 18% de los asistentes calzan polleras.
Fuente: Alejandro Bercovich - BAE