El Instituto Nacional de la Música les devolvió a los músicos el catálogo music hall, entre los discos figuraba el emblemático Porsuigieco.
“Este es un patrimonio cultural que estaba preso de una disputa judicial”, explica Diego Boris, presidente del Instituto. Ayer, en la presentación y entrega de derechos a los músicos, hubo palabras agradecidas y una zapada que incluyó a Charly, Gieco y Porchetto.
Por Eduardo Fabregat
Es una suerte de marca
registrada, un sinónimo de rock argentino. Durante muchos años, la etiqueta
Music Hall y su subsello Sazam dieron vueltas en miles de bandejas,
realimentando en cada giro un movimiento que ya no se detuvo. Hoy son piezas de
colección, material de sitios web dedicados a la compraventa, vinilos de precio
inflado en cuevas de Buenos Aires: títulos de Pappo’s Blues y de Seru Giran, de
Arco Iris, León Gieco y Pedro y Pablo, de Raúl Porchetto y de Miguel Mateos,
pero también de ediciones internacionales (las licencias internacionales de MH
incluyeron a próceres sinfónicos como Emerson Lake & Palmer y Yes), y de
Astor Piazzolla, Leopoldo Federico, Aníbal Troilo, Eduardo Falú o Los
Carabajal. Sicamericana, la empresa detrás de Music Hall, quebró en 1993,
cuando en la Argentina despuntaba el imperio del CD; desde entonces, ese
impresionante catálogo quedó en el limbo, atrapado en un laberinto judicial. No
era de una empresa, no era de los músicos. Era solo un recuerdo. Hasta ahora.

“Para nosotros esto es un motivo
de enorme orgullo”, señala Diego Boris, presidente del Inamu. “Hace muchos
años, incluso desde la Unión de Músicos Independientes, que queríamos hacer
algo: veíamos que había un patrimonio cultural que estaba como preso de una
disputa económica, una situación jurídica que impedía que ese material se
pudiera reeditar.” Boris detalla que “Sicamericana era un sello nacional pero
con características de una multinacional, con estudio de grabación propio; los
artistas fichaban con exclusividad, el sello era dueño de la producción
fonográfica que se grababa en sus propios estudios. Cuando tuvimos la
oportunidad de estar al frente del Inamu sentimos que era una causa justa que
debíamos afrontar”. Lo primero que hizo el ente creado por la Ley de la Música
fue empaparse de la situación real del proceso de quiebra. “Había que averiguar
porque había muchos mitos alrededor de Music Hall, que no se podía resolver,
que había muchos acreedores”, detalla Boris. “Fuimos averiguando con los
secretarios del juzgado, con la jueza, con el síndico, y nos enteramos de que
parte de la quiebra ya se había solucionado al vender el edificio donde estaba
el estudio, en Uriburu 40... un lugar histórico, donde se grabaron discos muy importantes.”
Tras hacer un minucioso repaso de
las obras en la Dirección Nacional de Derecho de Autor –que prestó una
colaboración invaluable abriendo libros con cuarenta años o más de
antigüedad–,la primera intención del Instituto fue conseguir un proyecto de ley
que recuperara el catálogo. Varios músicos filmaron videos para iniciar una
campaña, pero ante la certeza de que los tiempos políticos bombardearían la
idea, el Inamu ejerció su carácter autárquico y directamente hizo una oferta
para adquirir esos 1500 títulos: el juzgado confirmó la venta en 2 millones 750
mil pesos. “Desde el comienzo, en el expediente quedó asentado que el Inamu
adquiría el catálogo para darle a los músicos la licencia para editar ese
material en el formato que quieran, CD, vinilo, subirlos a plataformas
digitales, y que el dinero se lo va a quedar el músico”, señala Boris. “No es
intención del Instituto lucrar con eso, sino recuperar un patrimonio cultural y
hacer un acto de justicia con esos músicos que muchas veces no pudieron cobrar
sus derechos. El Inamu se queda con el derecho de productor fonográfico, y ese
dinero va a generar un programa para solventar primeras grabaciones de nuevos
músicos. Así ganamos todos: se recupera un patrimonio cultural, se le da a los
intérpretes la posibilidad de sacar esos discos con nuevas fotos, con alguna
otra versión que tengan guardada, y se genera un dividendo hacia el Instituto
para financiar a nuevos músicos.”
En estos días, la gente del
Instituto se aboca a la tarea de recuperar lo físico: el material de
Sicamericana y todos sus sellos, cintas de grabación, material gráfico
(“Encontramos una carpeta con todos los artes originales de casete, fue muy
emocionante”, cuenta Boris), se encuentra almacenado en el depósito de una
compañía dedicada a la música tropical. Más allá del temor por el estado en que
puedan encontrarse masters cuya conservación es delicada, tanto Boris como la
vicepresidenta Celsa Mel Gowland no ocultan su entusiasmo por la posibilidad de
lo que allí pueda aparecer. “Pensá que en el concierto Música del Alma tocaron
muchos grupos y hubo mucha música, pero se editó apenas una parte”, dice Boris.
“Billy Bond y Gustavo Santaolalla ya nos expresaron su intención de hacer
reediciones integrales de La Pesada y de Arco Iris, rescatando material
inédito, sumando cosas.”
Según el responsable del Inamu,
otra de las grandes ventajas de la historia de Music Hall es que los
responsables del juzgado no desguazaron el catálogo, que se mantuvo íntegro.
“La propiedad intelectual rige hasta 70 años después de la ‘fijación’ en
fonograma: el autor de un disco editado en 1975 tendrá derechos hasta 2045 y
después entra en dominio público y lo puede editar cualquiera. Eso le deja
menos margen a discos de tango del sello TK que fueron grabados antes, pero
estamos contactando a los herederos de Piazzolla, de Leopoldo Federico, de
Aníbal Troilo, para que puedan disponer de ese material y hacer lo que
quieran.”
PALABRAS Y SONIDOS
Ayer por la tarde, fueron los
músicos quienes tomaron la palabra. En un encuentro realizado en el club Boris,
varios protagonistas de aquellas grabaciones acompañaron la presentación que
hizo el Instituto. Charly García, León Gieco, David Lebon, Raúl Porchetto,
Miguel Cantilo, Miguel Mateos, María Rosa Yorio, Pipi Piazzolla, fueron algunos
de los que dieron el presente, nombres que dieron una idea de la relevancia del
anuncio. “Falta Néstor Celasco”, dijo León, mencionando al presidente de MH,
mientras Lebon aludía jocoso a un célebre parecido del ejecutivo: “Para nosotros
siempre fue Walt Disney”. El periodista Alfredo Rosso, responsable de varias
ediciones del sello, señaló que en sus programas de radio siempre mencionó a
estos materiales como “rehenes” de la industria, que ahora vuelven a sus
legítimos dueños. Cantilo se encargó de subrayar que “este logro del Inamu no
se dio por beneficencia o por una conciencia del valor artístico de estas
obras: se consiguió con dinero, un dinero que la Inamu tuvo a su disposición
gracias a la ley de medios”.
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Tapa doble del álbum Porsuigieco |
Sentado entre los asistentes
junto a Lebon, Charly aseguró que “el estado del rock en Argentina me parece un
desastre, y espero que esto mueva algo... qué sé yo, viva Babasónicos”.
El acto terminó con la firma y
entrega de los contratos de cesión de derechos a los músicos, el momento que
desató un aplauso cerrado. Pero como correspondía a un encuentro de ese tenor,
el verdadero final llegó cuando las mesas del escenario quedaron a un costado y
se produjo un reencuentro de monstruos, con Gieco, Porchetto y Charly “¡virtual
reunión de Porsuigieco!” tocando canciones que giraron tantas veces con el logo
de Music Hall en la etiqueta y dando pie a una zapada que borró toda frontera
temporal. Digno broche para un gesto que libera un pedazo grande de historia
musical argentina.