Desde Serrat y Jorge
Drexler hasta los rockeros de La Vela Puerca y estuvieron presentes en el concierto homenaje.
El músico cumpliría 80 años y por este motivo se le rindió homenaje en su Uruguay natal. Sergio sánchez, desde Montevideo, realizó esta crónica para el diario Página 12.
La inconfundible melodía de la guitarra de “Candombe del olvido” empieza a sonar y vuelven a subir los músicos al escenario. No uno ni dos, sino todos. El público se pone de pie y regala un aplauso ensordecedor. Están todos ahí, acaban de formar parte de un hecho musical histórico, único. “¿Dónde estarán los zapatos aquellos que tuve y anduve con ellos?”, canta Joan Manuel Serrat en el primer verso de la canción. “Qué duros tiempos, el ángel ha muerto, los barcos dejaron el puerto. Tiempo de amar, de dudar, de pensar y luchar”, entona luego Liliana Herrero y se emociona por la vigencia de esas palabras. Y los acompaña un gran coro candombero integrado por Jorge Drexler, Daniel Viglietti, Tania Libertad (México), Martín Buscaglia, Lisandro Aristimuño, Malena Muyala, Braulio López, Sebastián Teysera y muchos más. Es la medianoche del viernes y transcurre el final del homenaje ante un estadio Centenario conmovido y repleto. “Alfredo volvió a hacerlo. Siempre ha establecido puentes y ahora nos ha juntado a todos aquí; nunca vi una densidad tan grande de músicos uruguayos en un homenaje. Cae una bomba hoy acá y se queda Uruguay sin músicos. Y parte de la región”, dice mitad en broma y mitad en serio Drexler, abajo del escenario. Sí, Zitarrosa lo logró. El poeta y cantor uruguayo, quien el jueves hubiera cumplido 80 años, logró interpelar y convocar a músicos de diversas generaciones y estilos. Merecido homenaje, entonces.
La inconfundible melodía de la guitarra de “Candombe del olvido” empieza a sonar y vuelven a subir los músicos al escenario. No uno ni dos, sino todos. El público se pone de pie y regala un aplauso ensordecedor. Están todos ahí, acaban de formar parte de un hecho musical histórico, único. “¿Dónde estarán los zapatos aquellos que tuve y anduve con ellos?”, canta Joan Manuel Serrat en el primer verso de la canción. “Qué duros tiempos, el ángel ha muerto, los barcos dejaron el puerto. Tiempo de amar, de dudar, de pensar y luchar”, entona luego Liliana Herrero y se emociona por la vigencia de esas palabras. Y los acompaña un gran coro candombero integrado por Jorge Drexler, Daniel Viglietti, Tania Libertad (México), Martín Buscaglia, Lisandro Aristimuño, Malena Muyala, Braulio López, Sebastián Teysera y muchos más. Es la medianoche del viernes y transcurre el final del homenaje ante un estadio Centenario conmovido y repleto. “Alfredo volvió a hacerlo. Siempre ha establecido puentes y ahora nos ha juntado a todos aquí; nunca vi una densidad tan grande de músicos uruguayos en un homenaje. Cae una bomba hoy acá y se queda Uruguay sin músicos. Y parte de la región”, dice mitad en broma y mitad en serio Drexler, abajo del escenario. Sí, Zitarrosa lo logró. El poeta y cantor uruguayo, quien el jueves hubiera cumplido 80 años, logró interpelar y convocar a músicos de diversas generaciones y estilos. Merecido homenaje, entonces.
Después de casi tres horas de
concierto, crece la sensación de que la obra de Alfredo Zitarrosa soporta el
paso del tiempo y admite nuevas lecturas. La vigencia de sus canciones se
constata con el compromiso que le imprimen los músicos y el respeto eterno de
la sociedad uruguaya –y rioplatense– hacia su figura. A las 21.30, la voz
profunda de Zitarrosa irrumpió en todo el estadio y despertó la primera ovación
de la noche. “La ausencia ha sido larga, el exilio es duro. Mi canción tiene
una sola razón de ser y son ustedes, muchas gracias. Ojalá a partir de esta
noche ustedes me autoricen a seguir cantando en nombre de mi tierra”, se oye en
los parlantes. Una proyección lo mostraba de regreso del exilio, en marzo de
1984, recibido por una multitud que lo acompañó por las calles de Montevideo
desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco. Sin más preámbulos, suben
Eduardo Larbanois y Mario Carrero, dos compañeros de generación, a tocar la
primera: “Mire amigo”. Y luego Braulio López, de Los Olimareños, hace suya “Qué
pena”. Estos músicos uruguayos, de larga trayectoria, son recibidos con mucha
calidez por el público. Hay público joven, adulto, pero lo que más llama la
atención es ver en las plateas a familias completas, niños y abuelos.
El concierto marcha bien. Pero el
punto de inflexión llega con la poderosa versión de “Adagio en mi país”, a
cargo de Christian Cary en voz y guitarra. Acompañado por la cantante charrúa
Cristina Fernández y el músico Washington Carrasco, Cary entrega este clásico
de Zitarrosa pero con la fuerza y el sonido rockero del Queen de Freddie
Mercury. Y mientras en la pantalla se pueden ver imágenes de archivo de
militares a caballo por las calles y aviones de guerra, a varios se les llenan
los ojos de lágrimas y se les eriza la piel. Un gran momento emotivo. Pero no
el único. El público también estalla cuando sube al escenario Joan Manuel
Serrat. El español apela a su oficio y se le anima a “Milonga de ojos dorados”
y a la bella zamba “Recordándote”. Y parece un uruguayo más.
Uno de los puntos altos del
homenaje fue la diversidad musical y el encuentro generacional. Si en algo se
destacó Zitarrosa fue reunir en un mismo canto la música urbana y la rural. Y
su nexo principal entre ambos universos fue la milonga, un estilo que sintoniza
tanto con la música ciudadana como con la templanza del campo. De esta manera,
la propuesta conceptual del concierto supo reflejar ese espíritu. Si por un
lado tuvo lugar la impronta folklórica rural de la mano de emblemas como Daniel
Viglietti (hizo “Milonga cañera” y “Yo sé quien soy”), Numa Moraes (“Triunfo
agrario”) y Braulio López y Pepe Guerra (“Milonga madre” junto al guitarrita
Toto Méndez) de Los Olimareños, por otro la música contemporánea estuvo bien representada
por talentosos músicos jóvenes como Juan Campodónico de Bajo Fondo (tremenda
versión electro de “A José Artigas”), la tanguera Malena Muyala (se lució en
“Milonga para una niña”), la cantante Maia Castro (“Chamarrita de los militos”)
y la dupla que armaron para la ocasión Martín Buscaglia y Lisandro Aristimuño,
quienes actualizaron “Los dos criollos”. En una generación intermedia, el
cancionista Jorge Drexler tampoco pasó inadvertido y le puso su impronta a
“Stefanie” y “Gato del perro”. Desde el rock, Emiliano Brancciari de NTVG (“Si
te vas” y “Zamba por vos”) y Sebastián Teysera de La Vela Puerca (“Doña
Soledad”) conquistaron al público más joven.
“Zitarrosa tendía puentes dentro
de la sociedad uruguaya porque era escuchado por todo el espectro social,
inclusive en épocas en que el país estaba muy polarizado, en los años 60 o 70.
A Zitarrosa lo escucha todo el mundo; la gente del campo, de la ciudad, la
gente de un partido y del otro. Los uruguayos discrepábamos en muchas cosas
pero Zitarrosa era una unanimidad nacional”, le dice Jorge Drexler a Página/12,
durante el ensayo general. “Además de eso, tuvo un peso muy grande en la
región. En Córdoba es muy querido, en la Argentina en general y en el resto de
Latinoamérica. También en los lugares donde vivió, como España y México. Era un
compositor y un intérprete de una altura excepcional para el país. Murió muy
joven, mucho antes de lo que tendría que haber muerto. Y la magnitud de la
convocatoria de artistas en su homenaje te da un poco la pauta del nivel humano
y artístico que representaba”, analiza Drexler.