
A cuarenta y cuatro años de su primer libro publicado, "El sol y yo", Ana María Shua, es una de las escritoras argentinas más originales y prolíficas del panorama literario nacional. Con una obra que supera cuarenta libros en su haber, ha incursionado en prácticamente todos los géneros literarios: poesía, cuento, novela, siendo una indiscutida referente de las letras. Su vasta producción, además de estar traducida a numerosos idiomas, le ha valido en 1993 la prestigiosa Beca Guggenheim, entre otras distinciones internacionales. Es Profesora en Letras por la UBA y ha trabajado como guionista de cine, periodista y publicista.
Si bien varias de sus novelas, Soy paciente y Los amores de Laurita, han sido llevadas a la pantalla grande, alcanzando indudable notoriedad, sus colecciones de microrrelatos (cuentos de escasas líneas de extensión), le merecieron asimismo el reconocimiento del público y la crítica. La sueñera, uno de los libros de ficción más recordados de las últimas décadas, Casa de geishas, Botánica del caos y Temporada de fantasmas, testimonian una prodigiosa imaginación, una capacidad de enhebrar peripecias inventadas con una fluidez –e impunidad lúdica-, asombrosa. Lo mismo puede señalarse de su literatura infantil y para adolescentes.
Que tengas una vida interesante (Emecé), libro de cuentos para adultos que se acaba de distribuir, compila los relatos de su autora a lo largo de tres décadas. El volumen reúne textos pertenecientes a toda su producción cuentística: Historia de mujeres infieles, Como una buena madre, Historia de un cuento, Viajando se conoce gente y Los días de pesca, como así también siete relatos inéditos; revelando siempre sus aptitudes de trazar con profundidad y emoción, cada uno de sus personajes a través del humor, el absurdo, la parodia y en especial la ironía, con un estilo sencillo y pulido. En estos cuentos cuidadosamente antologados, hay espacio para todo, como también una permanente reflexión sobre el sentido y la finalidad de la vida. Un universo íntegro, completo en unas pocas páginas.
-“Que tengas una vida interesante" no es sólo un buen deseo sino también una antigua maldición china, ¿cómo es eso?
-¿Qué es una vida interesante? Respondo con otra pregunta: ¿por qué mucha gente empieza a leer el diario por la página de policiales? Y otra más ¿por qué el periodismo prefiere las malas noticias? La desgracia es muchísimo más interesante que la felicidad. Una vida interesante para los demás suele ser una vida llena de acontecimientos desdichados para el que los sufre. ¿A quién le interesa el monótono relato de la felicidad? Por eso le puse ése título a mi cuento, es casi una profesión de fe narrativa. Narrar es llevar a la escritura todo tipo de accidentes, desastres, angustias y desdichas. La felicidad es lírica.
-¿La imaginación de un autor puede considerarse una experiencia autobiográfica? Te hago esta pregunta pensando en cada uno de estos cuentos.
-Sólo en el caso de los sueños, creo. Lo que hace la imaginación del autor es muy poquito: con trozos de su experiencia, moldeados por sus lecturas, construye un pequeño cosmos artificial. Nadie inventa nada: como las iglesias de los conquistadores del Nuevo Mundo, construidas con las piedras de los antiguos templos paganos, así desmonta y vuelve a montar la realidad el modesto trabajo de la imaginación.
-Tengo entendido que tu cuento “Los días de pesca” es el único que escribiste completamente autobiográfico, y a su vez, el que más te costó.
-Bueno, me costó la muerte de mi padre. Sin ese acontecimiento tan “interesante”, no hubiera podido escribir ese cuento. No es que me costó gran esfuerzo, pero sí me llevó muchos años porque lo escribí en etapas. Empezó como un ejercicio de estilo, una prosa lisa, llana, casi infantil, con los recordados días de pesca con mi papá. Vaya a saber por qué, a cada episodio que narraba necesité acoplarle mi asombro ante la muerte (un hecho tan antinatural, los seres humanos no nacemos para morir). Unos años después me reencontré con ese texto casi olvidado y me di cuenta de por qué había asociado la pesca con la muerte de mi padre. Fue una embolia pulmonar, murió ahogado: lo pescaron.
-¿Cómo trabajás el estilo en tus narraciones?, ¿cuánto te preocupa la estilización en tus historias?
-Cuando empecé, con mi primer libro de cuento “Los días de pesca”, antes de saber qué quería escribir, me proponía un ejercicio de escritura. “Ahora voy a escribir algo con frases largas”. “Tengo que pensar algo para un lenguaje muy simple”. “En este quiero contar desde el punto de vista de un hombre”. Pero después, ya con más experiencia, conseguí escapar de esa idea del churro relleno (forma y contenido) y cada historia impuso su propio tono y sus necesidades de escritura.
-¿Qué experiencia se presenta como la disparadora, en la escritura de “Historia de un cuento”?
-Una experiencia real, por supuesto. Cuando yo tenía 19 años quería ser escritora. Ya había publicado un libro de poemas (“El sol yo yo”, que había ganado un par de premiecitos). También quería conseguir una forma de mantenerme, con plena conciencia de que de la literatura no se vive (al menos al principio). Se me ocurrió que podía trabajar como periodista. Pero lo único que conseguí fue que me encargaran cuentitos románticos en una revista de fotonovelas que se llamaba “Nocturno”. Allí me aprobaron mi primer cuento…a condición de que la protagonista no se suicidara.
-En una ocasión, dijiste que en literatura “se avanza a favor de la tradición o en su contra”. ¿Cómo creés que los relatos reunidos en "Que tengas una vida interesante" se sitúan en relación a tu opinión?
-Yo creo que son bastante tradicionales, con pequeños desafíos en busca de la originalidad. No hacen temblar las bases de la literatura argentina, pero incluyen una visión de la realidad o una vuelta de tuerca que busca desacomodar al lector, sacarlo de la triste comodidad de lo previsible.
- A diferencia de Borges y Abelardo Castillo, dijiste que no solés modificar o corregir ligeramente tus primeros cuentos. ¿Por qué no te sentís con derecho de hacerlo?
-Para empezar, me pasa como a Bioy: leer mis propios cuentos me aburre muchísimo. Pero además ya no soy la misma persona que los escribió. Mientras estoy escribiendo, voy trabajando mis cuentos como se trabaja un trozo de arcilla blanda. Pero a medida que pasan los días, la arcilla se va endureciendo. Y hay un momento en que cristalizó del todo y ya no se puede modificar. Cambiar un cuento mío escrito hace veinte años sería para mí como re trabajar una pieza de cerámica después que salió del horno.
(La entrevista fue realizada en Buenos Aires por Augusto Munaro, para la revista "eh! Agenda Urbana")