160 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO
Al cumplirse un nuevo aniversario del nacimiento del poeta cubano, se realizan actos en distintos países para homenajear su figura y su memoria. El intelectual argentino, José Pablo Feinmann trazó un perfil de este escritor comprometido con su tiempo, que reproducimos a continuación.
José Martí es un hombre y un intelectual admirables; es un
poeta deslumbrante, un escritor de una prosa profunda, rítmica, musical, ya sea
al servicio de la militancia, a cuyo servicio la puso constantemente, la
utilizó una y otra vez sin cesar a lo largo de su vida, o ya cuando la colocó
al servicio de la obra poética que legó a una posteridad que lo recibe con
alegría y lo tendrá en uno de sus lugares más destacados para siempre. Porque
Martí, además, representa en América quizá la imagen más acabada –junto con
otros notables como Domingo Faustino Sarmiento, por supuesto– del intelectual
comprometido, el intelectual que tiene una misión política que cumplir a la
cual adosa su talento literario. O sea, el que tiene un talento literario
siente que debe tenerlo para algo, que la literatura no se agota en sí misma
sino que el don que ha recibido el escritor debe trascender al escritor mismo
porque éste advierte que forma parte de una época, que está inmerso en una
historicidad que lo condiciona profundamente y que cualquier cosa que haga o
que no haga va a estar sobredeterminada, por usar este concepto que viene del
fondo de los tiempos del viejo estructuralismo. Sobredeterminada por la
historia, el entorno, la situación existencial en que cada uno está, y a la que
nadie escapa, aunque diga “mi literatura no tiene nada que ver con nada, yo no
comprometo mi literatura, mis palabras no se enlodan con la política, mi
lenguaje no se enloda con la política, mi lenguaje es mío y me expresa a mí”.
El 26 de julio de 1953, el cuartel Moncada en Santiago de
Cuba fue asaltado por unos guerrilleros que respondían a la conducción de uno
llamado Fidel Castro. Cuando es llevado a juicio y cuando los jueces quieren
saber quién es el ideólogo de este asalto, le preguntan entonces a Fidel Castro
quién es el autor intelectual de esa operación que él y sus hombres acaban de
cometer. No duda y dice: Es José Martí. Se habrán asombrado mucho los jueces,
porque ignoraban que José Martí perteneciera a los hombres que, junto con el
comandante Fidel Castro, habían asaltado el cuartel Moncada. Pero ocurre que la
palabra de Martí había atravesado los años, que Castro y todos los que en ese
momento comenzaban a luchar contra la sangrienta dictadura batistiana eran
lectores de José Martí.
Martí habrá de escribir un poema dramático al que titulará
Abdala y él dirá que está escrito expresamente para la patria. Abdala,
entonces, le explica a su madre: “El amor, madre, a la patria no es el amor
ridículo a la tierra ni a la yerba que pisan nuestras plantas. Es el odio
invencible a quien la oprime; es el rencor eterno a quien la ataca y tal amor
despierta en nuestro pecho el mundo de recuerdos que nos llama a la vida otra
vez”. Entonces observemos que no confunde a la patria con la tierra. O sea, dice
que el amor a la tierra es un amor ridículo. Es notable esto porque en estos
días en nuestro país se identifica tanto a la patria con la tierra que es
interesante que José Martí, que tiene algo más de talento que muchos hombres
ligados a la tierra en la modalidad de la explotación y la posesión, diga lo
contrario. Martí dice “el amor a la patria no es el amor ridículo a la tierra
ni a la yerba que pisan nuestras plantas. El amor a la patria es el odio
invencible a quien la oprime”. No olvidemos que dice esto en un momento en que
el conquistador colonialista somete a su patria. “Es el rencor eterno a quien
la ataca.”
Su vida comienza a realizarse en el modo de la errancia
hasta que llega a EE.UU. A EE.UU. la llama la “América europea” y descubre muy
pronto sus virtudes, pero también descubre cómo reaparecen ahí los vicios que
creía haber dejado atrás en Europa y que no son lacras, son defectos, no quiero
usar la palabra “lacra” que me parece una palabra muy de Fernández Retamar, que
son defectos inherentes al capitalismo desarrollado. Martí vive en los EE.UU.
y, bueno, ahí advierte que esa nación va a ser una nación imperialista que va a
intentar apropiarse de la América latina, que la libertad de América latina
para los EE.UU. será sólo un pretexto para ejercer el imperialismo de esa
enorme nación sobre las naciones balcanizadas de América latina.
Martí era, además, un gran orador. Es posiblemente el más
grande escritor americano junto con nuestro Sarmiento, si pensamos en el
Facundo sarmientino, y escribe en todos los diarios del continente, ningún
diario le cierra sus puertas porque se convierte en el batallador más
importante por la libertad de Cuba y además se convierte en el gran batallador
antiimperialista contra los EE.UU. Martí es el que señala primero que todos lo
que va a ser la política norteamericana en América latina.
Emprende la lucha ya directa por la liberación de Cuba. La
guerra contra España es una guerra totalmente abierta en 1895 y ahí va Martí
con su enorme prestigio, un hombre al que ya llaman presidente pero que, sin
embargo, va al primer puesto de la batalla. En esto se parece mucho a lo que
vimos de Salvador Allende. Martí debió ser protegido en este sentido, se le
debió decir –si no se le dijo será por la certeza de su negación–: “Vea,
maestro, usted está para otra cosa, usted está para abrir nuestras cabezas,
para volvernos lúcidos, para decir nuestras proclamas, pero no está para
agarrar un fusil y actuar como un soldado de Infantería, tenemos otros para
eso”, pero no es así. Martí siente tan imperiosamente que debe caer el
colonizador español, que el 19 de mayo de 1895, en un lugar llamado Boca de Dos
Ríos, lo sorprende una columna española. Martí avanza sobre esa columna y cae
herido de muerte. La tropa cubana no puede recuperar su cadáver, los españoles
lo llevan a enterrar a Santiago de Cuba, pero Martí quería morir de cara al
sol, quería morir como no suelen morir los pensadores, los intelectuales, los
filósofos, los pensadores profundos como José Martí, que suelen morir en su
escritorio, en su despacho o en su cama, pero que han atacado de un modo muy
profundo al enemigo a través del arma poderosa que son las palabras, las ideas,
los conceptos, la desmitificación del opresor, del derecho del opresor de
oprimir al oprimido. Y ésa era la tarea de Martí. Pero Martí quería morir de
cara al sol y así murió.
Charles Dana, el que publicaba los artículos de Karl Marx y
Engels, que en ese momento es el director del New York Sun, se entera
penosamente de su muerte. Martí es llorado en Europa y también en EE.UU., y acá
Fernández Retamar hace una interesante interpretación. Para él, afirma, no
corresponde llamar a Europa y a EE.UU. países desarrollados, sino que él
preferiría llamarlos países subdesarrollantes. Bueno, son las dos cosas, son
países desarrollados porque a la vez son subdesarrollantes. Todo colonizador,
el proyecto de todo colonizador, es subdesarrollante, porque el proyecto del
colonialismo es lograr su propio desarrollo por medio del saqueo de la colonia.
Y el saqueo de la colonia implica el subdesarrollo de la misma. Entonces todo
país desarrollado se ha hecho a partir de un subdesarrollamiento del país
colonial, del país sometido. En suma, hay países desarrollados porque los
países desarrollados realizan una práctica subdesarrollante, que es la práctica
colonizadora. Y esta práctica el capitalismo la realiza desde 1492, cuando
Colón llegó a América para practicar la práctica subdesarrollante de los países
de Europa, de los imperios colonialistas europeos.
Sus mensajes más precursores, los que más han prefigurado el
futuro, a parte de la liberación del colonialismo español, son los que señalan
las intenciones imperialistas y expansionistas de los EE.UU. Fernández Retamar
omite algo porque dice que Martí “comprende, angustiado, que el próximo paso de
EE.UU., conquistado el oeste, arrebatada la mitad de México y cicatrizada la
Guerra Civil, será arrojarse sobre el resto de América y, en primer lugar,
sobre Cuba”. Lo que no dice Fernández Retamar es que Marx y Engels apoyaban esta
expansión norteamericana y hasta me atrevo a decir que, en caso de que EE.UU.
hubiera invadido Cuba en el siglo XIX, en vida de Marx y Engels, éstos habrían
aprobado esa invasión porque era la invasión del progreso, del desarrollo
capitalista, la invasión de la burguesía que iba a instaurar un moderno sistema
de producción del cual surgiría el proletariado industrial que verdaderamente
habría de liberar a la isla de Cuba. La isla de Cuba, finalmente, hizo su
revolución sin un proletariado industrial porque no lo tenía, pero la hizo con
los campesinos respaldando el coraje de los hombres de Fidel Castro en ese
temprano, y hoy lejano, enero de 1959.
Que Martí haya expresado una postura socialista es absurdo
pedírselo, porque Martí no estaba para eso, Martí era un nacionalista
revolucionario en una etapa muy concreta, en una etapa en que se tornaba
necesario liberar a la nación del yugo imperialista. En esta etapa es toda la
nación la que se libera. En la etapa socialista es la clase obrera la que,
dominando a las clases explotadoras, se libera, eso es el socialismo. Pero lo
que Martí hace es un nacionalismo popular revolucionario en el cual es la
nación la que se opone a las pretensiones opresoras del colonizador. Esta fue
la gran tarea de Martí, quien además incorpora en toda su temática la herencia
que ellos, en tanto criollos, en tanto hombres cultos, tienen de los pueblos
originarios. No es un hombre que haya olvidado de ningún modo la presencia del
indio en la cultura de los países americanos.
En su Diccionario de autores latinoamericanos el escritor
argentino César Aira, que sabe mucho de literatura y que es muy exigente, emite
este juicio sobre la poesía de José Martí. Dice César Aira: “La poesía de
Martí, Ismaelillo, Versos libres, Versos sencillos y las inconclusas Flores del
destierro, es una de las más exquisitas y perfectas que se hayan escrito en la
lengua española. Sus méritos como precursor del modernismo son secundarios ante
su asombroso poder de iluminación. En cuanto a su prosa, abundantísima y casi
toda ella circunstancial, es un modelo insuperable de maestría estilística y
finura de pensamiento”.
Los textos circunstanciales son textos políticos, son
escritos coyunturales destinados a la finalidad de la liberación de la patria
ante el opresor colonialista. Voy a leer citas de sus Versos sencillos. que
para él eran demasiado sencillos y les daba más valor a sus Versos libres, que
son más complejos. Pero los Versos sencillos son de una extrema belleza y hasta
serán reconocidos por todos porque son parte de una hermosa canción que es
“Guantanamera” y que, bueno, no hay quien no la cante. “Yo soy un hombre
sincero de donde crece la palma y antes de morirme quiero echar mis versos del
alma. Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy, arte soy entre las
artes, en los montes, monte soy. Yo sé los nombres extraños de las yerbas y las
flores y de mortales engaños y de sublimes dolores. Yo he visto en la noche
oscura llover sobre mi cabeza los rayos de lumbre pura de la divina belleza.”
Tiene otros de una densidad conmovedora: “Gocé una vez de
tal suerte que gocé cual nunca cuando la sentencia de mi muerte leyó el alcaide
llorando”. En estos Versos sencillos que, como vemos, son profundamente
complejos porque penetran muy hondo en la condición humana, hay más adelante
dos cuartetas donde habla del concepto de morir de cara al sol: “Yo quiero
salir del mundo por la puerta natural, en un carro de hojas verdes a morir me
han de llevar. No me pongan en lo oscuro a morir como un traidor.
Yo soy bueno,
y como bueno, moriré de cara al sol”.
José Pablo Fienmann - Página 12