Según un artículo escrito por Daniel Enzetti, publicado hoy (6 de Enero 2013) en el diario Tiempo Argentino, la justicia contaría con datos para esclarecer la desaparición
de la hermana del cantautor Víctor Heredia.
La información, que incluiría nombres de genocidas imputados y
el detalle de varios operativos realizados
entre junio y julio de 1976, forman parte de una querella presentada el pasado
11 de diciembre. La hermana del cantante fue secuestrada de su domicilio junto a su compañero, estando embarazada de 4 meses, el 22 de julio de 1976.
El artículo agrega algunos detalles más sobre la hermana del cantante y su desaparición, señala que María Cristina Cournou, conocida como la Negra Heredia, era una docente, militante social y política del partido de Moreno, fue secuestrada y
desaparecida el 22 de julio 1976, por la dictadura cívico-militar. En ese momento trabajaba en la Escuela Nº 18,
de la localidad de Paso del Rey.
La hermana de Víctor fue secuestrada de su domicilio junto con su compañero, el
escritor Nicolás Grandi - hijo de Mario Darío Grandi uno de los más
trascendentes artistas plásticos-
embarazada de 4 meses. Se desconoce el paradero de la criatura nacida en
cautiverio. El matrimonio ya tenía una niña de dos años, Yamila, que fue criada
por su abuela materna y su tío Víctor.
En el momento de su secuestro, María
Cristina tenía 28 años, estaba embarazada de cuatro meses y era un cuadro
importante en la estructura de prensa del PRT. Trabajaba como maestra de grado
en la Escuela Nº 19 de Moreno, había sido una de las impulsoras de la Casa de
la Cultura del distrito, y tenía la voz cantante en las asambleas del gremio.
Ese martes 22 de junio, la casa que compartía con Claudio Grandi, en la
localidad de Paso del Rey, fue asaltada por un grupo de tareas vestido de
civil, que se llevó a la pareja y dejó a Yamila, hija de ambos, en la vivienda
de la familia Padín, vecina colindante.
Hoy Yamila es una gran actriz, radicada en Córdoba. Y su
testimonio es clave dentro del material aportado por los abogados para la
investigación. Cuando los genocidas llegaron ese día, tenía dos años y medio, y
algunos recuerdos se le mezclan con pantallazos de imaginación que su cabeza
tejió en todo este tiempo de impunidad y falta de respuesta. Siempre ayudada
por lo que le contaban sus abuelas, Julia Rebollo de Grandi y Antonia Jesús
Heredia. "Es de noche. Se escuchan golpes fuertes a la puerta. Gritos.
Gente ingresa en la casa con violencia y van hacia el interior de la misma. Mi
habitación es la que está más al fondo. Llegan hasta ahí. Me cubro la cara con
una sábana. Mis padres se resisten. Lloran. Los golpean. (Salto en el tiempo y
blanco en mi memoria. No recuerdo cómo salgo de la casa, me cuentan después que
fui ingresada a la casa de la vecina por la ventana). Me encuentro en la casa
de la vecina. La veo tratando de calmarme. Lloro desconsolada, pido por mi
mamá. Ella no se da cuenta, pero tiene un velador que me da directamente en la
cara y la luz me lastima. En la pared hay un póster: un equipo de rugby."
Yamila agrega: "La casa quedó desordenada, y con
algunas cosas rotas. También robaron varios objetos. Creo que algún
electrodoméstico y una colección de pipas. Robaron nuestro auto: un Ami 8 color
naranja que era nuevo. Se llevaron del auto toda la documentación. Yo no logro
recordarlo, pero sé que esa noche, mi padre me dejó un mensaje escrito en la
puerta de mi habitación. Dice: 'Yamila te quiero mucho y a tu mamá la amo.'
Conservamos esa puerta todavía."
El primer habeas corpus por el secuestro de María Cristina
lo presentaron esa misma noche su hermano Víctor y su padre. En una parte del
informe elevado a Rafecas, el artista
manifiesta tener "las copias de
esos escritos y obviamente las habituales respuestas negativas, además del
recuerdo imborrable del recorrido que hice desde junio de ese año por distintas
unidades militares, con el consiguiente temor, en busca de alguna noticia de
Nico y de Cristina. Yo estaba amenazado por la Triple A desde 1975. Entre las
unidades militares que visité estaba la Escuela Militar en la localidad de
Palomar, su director entonces era Reynaldo Bignone, a quien había conocido
durante mi servicio militar, por un resquicio de la puerta entreabierta vi cómo
se persignaba, entré y ante mi pregunta me dijo que tenía conocimiento que se
estaban realizando 'detenciones' pero que había un gran secreto que no podía
develar ya que era parte del código militar, pero que iba a intentar ayudarme.
Me envió a ver al edificio 'Libertador' a un coronel de quien no recuerdo el
apellido pero era algo así como Cabrera o Cardozo."
Después de dos reuniones, y ante la falta de respuesta, el
cantante llamó por teléfono al militar con la excusa de averiguar por qué la
dictadura había prohibido un espectáculo que hacía con Facundo Cabral en el
Hotel Provincial, y le dijo que si la censura estaba motivada en su caso, se
bajaba del escenario, para que sus compañeros pudieran seguir trabajando.
"Me informó que por orden de Bignone me dirigiera al Regimiento 601 de Mar
del Plata, que allí su jefe (creo que el teniente Coronel Caride) me iba a dar
información. Fui con la esperanza de recibir esas noticias pero me encontré con
un tipo que comenzó a interrogarme amablemente sobre mi postura política. Era vox
populi mi afiliación al Partido Comunista, así que no oculté ese hecho y mucho
menos las razones por las cuales había escrito canciones sobre poemas de Pablo
Neruda y otras donde reivindicaba al socialismo. Sorprendido, sacó una carpeta
de buen tamaño y riéndose me pidió que reconociera las fotos y situaciones que
guardaba dicha carpeta. Era un detalle de mi actividad artística ligada a la
política, en una palabra: mis antecedentes. Le dije que recordaba todas y cada
una de mis actuaciones en favor de los trabajadores y compañeros militantes,
tanto chilenos como argentinos, pero que suponía que él tenía claro quién era
yo y por qué estaba allí. Me respondió que Bignone le había comentado mi
situación familiar pero que no había nadie detenido en su regimiento, y que por
su cuenta y respeto a Bignone me dejaba ir, no sin advertirme que 'me quedara
piola' (cito textual sus palabras: 'Quedate piola, pibe, como Gardel en el
avión'). Antes de irme le pregunté si la prohibición de actuar que
evidentemente habían librado en todo el país sobre mí también corría para Mar
del Plata, y me contestó: 'Lo que están haciendo con vos depende de la Marina,
no de nosotros.' Y esa fue la última vez que Bignone o alguno de sus
subalternos me permitió tener algún tipo de contacto."
Heredia cuenta en la denuncia: "En 1978 me exilié porque recrudecieron
las amenazas pero volví a los pocos meses para ayudar a mi madre en la crianza
de Yamila, mi padre había fallecido (infarto de miocardio) a raíz del dolor que
le produjo el secuestro de Cristina. Permanecí en el país hasta 1980, esta vez
el presidente de mi compañía discográfica me anunció que tenía noticias (por
contactos personales) de que la situación se había puesto muy peligrosa para mí
y me enviaron a España con la excusa de grabar un disco. Allí estuve un tiempo,
luego en Roma y volví esta vez para quedarme y tratar de encontrar a los chicos
infructuosamente."
Dice Victor Heredia que su mamá no pregunta mucho desde entonces, desde aquel aciago
junio de 1976 en que perdió a su hija y al nieto que crecía en el vientre de mi
hermana. Se dedicó a educar a Yamila, la hija de Nico y Cristina, quien fue
arrojada a través de la ventana de un vecino por uno de los secuestradores.
Mamá ya no pregunta mucho, pero durante un largo tiempo
preguntó y preguntó mientras ninguno supo decirle nada, tampoco aquella
justicia de inútiles habeas corpus, tampoco las puertas que golpeamos, ni mi
estéril y arriesgado deambular, a la vuelta de mis exilios, por comisarías,
cuarteles, regimientos, generales y coroneles amigos de fulano de tal y otros
cómplices ciegos y mudos de aquella barbarie. Me pregunto qué le digo ahora,
que pareciera ser que estamos a punto de saber quiénes fueron los culpables de
nuestras lágrimas y de todas las noches en vela que ella y su dolor pasaron.
Qué le digo ahora que leo nombres tan oscuros como sus portadores, qué le
explico de esta nómina de asesinos que tardó tantos años en llegar a mis manos
y a las de Yamila. ¿Espero a la sentencia? ¿Le adelanto los nombres de quienes
seguramente fueron sus captores? ¿Le cuento que los chicos pertenecían a tal o
cual organismo revolucionario, o dejo que suponga, como hicimos hasta hoy, que
seguían en el PC? ¿Le digo que ya les habían retirado el carné por sus
disidencias y que con ello sellaron sus destinos, o le invento alguna historia
de agendas confundidas?
No sé mentir, nunca pude mentirle a nadie, menos a mi madre,
se me nota el esfuerzo. Se va a notar mi rabia cuando intente explicarle
aquello que a ninguna madre le interesa, el blablablá político, los
inexplicables abandonos, la falta de apoyo de sus pares, los infiltrados, los
traidores, no va a prestarme atención. Con mayor razón cuando hace tantos
diciembres, exactamente 36, que los vela cotidianamente. Levantará esos
ojos de interrogar viejas fotografías y
preguntará si sé cómo murieron, de qué manera asesinaron los 28 años de
Cristina y los poquitos más de 30 de Nicolás esos insectos que se creyeron
dioses de la vida y de la muerte.
Voy a decirle que todavía no sé pero que eso no importa, que
no es el "cómo" sino el "porqué" lo verdaderamente
importante: "Murieron por nuestra libertad, mamita, y eso los hace
invencibles, absolutamente victoriosos e invencibles."