LA INCREÍBLE HISTORIA DEL DOCTOR LEONI
Cuentan que era un hombre inofensivo, manso, incapaz de hacer o profesar el mal, de estatura pequeña, tenía el cutis blanco, el pelo semicanoso y se cuidaba la silueta porque a su entender la gordura atentaba contra la elegancia. Se hubiera identificado con la canción de Charly: "la mediocridad para muchos es normal, la locura es poder ver más allá".
Antonio
Germano, director de teatro que representó su vida en una comedia musical, lo
define como “un hombre que de pronto descubrió otro tipo de vida y salió del
compromiso de una vida gris”.
Había llegado
al país desde la ciudad de Avelino, al sur de Italia, en la década de 1920
junto con las grandes masas de inmigrantes y se había instalado con su mujer y
su hija en Susana, una comuna ubicada a 89 km al oeste de Santa Fe, adonde
trabajaba como peluquero. Según cuenta en su cuaderno personal, en el que
anotaba todos los días las cosas que hacía, una mañana fue a la iglesia a
acompañar a su mujer y escuchó un relato en el que le comentaban a Jesús que
había en la ciudad gente que no estaba trabajando, a lo que Jesús les contestó
que los dejen, que trabajar no era importante ya que los pájaros no trabajan y
sin embargo Dios igual los alimenta. Fue así como, dice, abandonó la peluquería
y se decidió a vivir sin trabajar, solamente de la política.
Vestía, como
los dirigentes de entonces, de traje, galera, bastón y una flor en el ojal; y
como muchos políticos de principios de siglo se presentaba con el título de
doctor sin serlo: “yo soy el Dr. Leoni, político de la Argentina, y voy a sacar
a este país adelante”, decía. Como político y como personaje urbano recorría
las calles de la ciudad ofreciendo sus discursos y dando a conocer sus
proyectos y su programa de obras a la gente que pasaba y de pronto quedaba
sorprendida con ese híbrido de lucidez y absurdo que recogía de sus palabras.
Porque Leoni, a pesar de su excentricidad o demencia notoria, era un hombre muy
informado que podía opinar con fundamentos sobre la reforma agraria, las
libertades civiles o los derechos de la mujer. Pero a la vez solía despacharse
con propuestas irracionales o sin sentido que mostraban la otra cara del personaje,
la del loco o el payaso de la ciudad, y que son las que en definitiva
terminaron por darle el lugar que todavía hoy tiene en la memoria colectiva
local.
Desde esa
“política desde la locura”, como la llamó Germano, el Dr. Leoni lanzaba
proyectos estrafalarios como su recordada propuesta de alambrar el río Salado
para que los borrachos no se cayeran al agua, la de colocar un toldo desde
Santa Fe a Esperanza para que los linyeras tuvieran sombra, la de donar un ojo
de vidrio gigante para la ciudad de Venado Tuerto o la de cobrar impuestos a
los pelados porque provocaban accidentes de automóviles con el brillo de sus
peladas. Entre esas extravagancias Leoni, que sabía que Argentina había sido
alguna vez gran productora de naranjas y que de pronto las había empezado a
importar desde el Paraguay, con lo que el precio del flete se había vuelto
mayor que el de la fruta, propuso también que para abaratar el costo del
transporte se hiciera un tobogán desde Paraguay hasta Santa Fe y lanzar las
frutas desde allá.
Su proyecto
más conocido, y el que de alguna manera selló su fama, fue aquel en el que
anticipó que entre las ciudades de Santa Fe y Paraná debería hacerse un paso
subterráneo o túnel subfluvial. En una época, la de los años ’30, en la que una
propuesta así todavía aparecía como impensada, cuando no tan irrisoria como
aquella del tobogán. Este aspecto entre delirante y visionario del Dr. Leoni se
descubre también en el dibujo del edificio de la Municipalidad de Santa Fe que
por aquel entonces hizo en su cuaderno personal y en el que describe el lugar
en el que tendría que edificarse y los pisos que debería tener, coincidiendo
exactamente con el lugar de emplazamiento y el número de pisos que luego tuvo
el Palacio Municipal.
A pesar de no
pertenecer a ningún partido político, Leoni rechazaba el conservadurismo y se
identificaba en su pensamiento con ideas más próximas al socialismo o el
anarquismo y por un concepto de la justicia, los derechos y la libertad desde los que proponía, entre
otras cosas, obligar al amor libre o prohibir el matrimonio.
Sabida su
línea de pensamiento y en un tiempo en el que las ideas conservadoras
gobernaban la Argentina, la oposición solía utilizar a Leoni como herramienta
política. Cuenta Antonio Germano, que en la misma sala que actualmente ocupa el Centro Cultural Provincial “se hizo
un mitin político donde se lo candidateaba a Leoni. La Juventud Radical Intransigente, que por entonces estaba
prohibida, candidateaba a un loco y ese loco era el Dr. Leoni. El panfleto que
invitaba al acto y que tuve en mis manos decía: ‘Partido Socialista
Espiritista, Dr. Victor Leoni`. Terminaron todos presos, él también”.
Como estaba en
contra de la Iglesia, institución conservadora por excelencia, Leoni hacía
también cosas para irritar a los curas. Se lo recuerda, por ejemplo, más de una
vez en la puerta de la Iglesia Del Carmen esperando que los fieles entraran
para luego, cuando el sacerdote decía “de pie” ingresar haciendo como si se
pusieran de pie por él. Y lo mismo antes de terminar la misa, cuando el cura
decía “de pie” él salía y era como si la gente se parara para despedirlo.
En los años en
los que se lo vio y hasta que se lo dejó de ver, allá por 1960, el Dr. Leoni
vivió primero en Rafaela y después en Santa Fe. No se sabe que fue de su esposa
y de su hija porque cuando llegó a Rafaela ya estaba solo. Tampoco se sabe que
fue de él, ese personaje que vivía en la calle pero que dormía a veces en casas
de gente rica y otras en una vivienda emplazada en el puerto de nuestra ciudad.
Algunos dicen que la última vez que se lo vio estaba en el puerto de Buenos
Aires. Otra versión sostiene que un comisario que no lo quería lo cargó en un
tren y apareció en Tucumán. No hay certezas sobre su destino…
Mauro Epelbaum (Para revista eh! Agenda Urbana)